Capítulo 3

709 37 1
                                    

Ela:

¿Cómo es posible de que estando ya acostumbrados al dolor, suframos cada vez más?

Mientras trataba de limpiarme el barro con el cuál me salpico aquel estúpido con su cutre deportivo, no paraba de maldecirle, ¿Qué clase de individuo vive en esta ciudad?, ¡como se le ocurre pasar por delante mía salpicarme de arriba a abajo e irse como si no hubiese pasado nada! . Lo peor de todo es que iba ahí en plan chulo, inalcanzable e inigualable pasando de todo como si era el único que existía y se encontraba en el centro de atención, en donde tenía que dar el espectáculo. ¡Dios como lo vea!, no me fije bien en su rostro ni tampoco quién era pero, no se librara de mi, ni él ni su coche, de verdad ¡Que falta de educación tienen los pijos ricos estos, solo me falta que donde vaya a estudiar sean igual!

   Aunque no se porque pero algo me dice que lo conozco o lo he visto antes.

   Tratando de calmar mis nervios y malhumor, terminé de ducharme y salí del baño llendo a mi maleta la cual aún estaba cerrado, normal, si con todo lo que ha pasado no me ha dado tiempo de nada. Abriendo la maleta, esparcí por toda la cama mi ropa, de la cual agarré un pijama así veraniego con short y camisa ligera para estar en casa y unas pantuflas cómodas de algodón. Al vestirme, guarde la ropa en el armario colocándola poco a poco, me di cuenta de que aún conservaba aquello, la foto, esa foto de mi padre, bueno ese hombre al que llaman padre.

   No recordé haberla metido en la maleta, pero, bueno aquí estaba, en la fotografía se le veía más joven, es más la foto estaba en un color muy antiguo no se apreciaba mucho ya que en comparación con las fotos actuales no tenía nada que ver. Según creo, la foto era antes del nacimiento de mi hermana o después, además ¡a mi que me importa no se porque demonios la sigo conservando!, pensé en el mismo segundo que la agarre y la rompí en pedazos dejándola caer en el suelo, saliendo de la habitación tras ello.

No debe de importarte una persona que para ti no existe, Ela.

Repetí esta frase dos veces en mi mente mientras la curiosidad me llevaba a ver el resto del apartamento, las vidrieras de cristal eran impresionantes, daban un toque bastante lujoso al apartamento y nada que decir sobre el enorme techo pintado de blanco que los días de sol seguramente iluminaria la casa aún mas de lo que esta. Adentrándome por el pasillo me encontré con tres puertas una a la derecha otra a la izquierda y la otra en el final del pasillo, en medio.

Inquieta otra vez por la curiosidad, decidí abrir cada una de ellas, la primera era el baño, la segunda resultó estar cerrada con llave, supuse que podría ser el cuarto de mi hermana ¿aunque que necesidad de cerrar la puerta cuando hasta el momento vivía aquí sola?.

Supuestamente

Dejando de lado su habitación, me fije en la otra puerta, era algo más pequeña que las demás y estaba hecha de madera marrón oscuro, supuse que podría ser una especie de mini trastero, desván o incluso podría tener escaleras y resultaría ser un sótano. 

Abrí la puerta al instante, dándome cuenta de que ahí dentro no daba luz ya que estaba todo oscuro, con mi mano toque la pared encendiendo el interruptor y al iluminarse todo, me fije en todo lo de alrededor, entonces los ojos se me llenaron de agua, mientras que otra vez, mi pecho latía muy fuerte, otra vez, era lo mismo, el pasado, fotos del pasado, las cuales en ellas alguna vez fuimos felices, dejándome caer en el suelo de un movimiento incontrolado para agarrar las fotos, no respondía de mi, me venía a la mente el mismo suceso mientras me fijaba en la foto de mi madre, donde se le veía feliz, sonreía como solía hacer, a pesar de todo se le veía bien, sus ojos verdes brillaban tanto que cualquiera se alegraría. Su pelo castaño se le veía descuidado pero aún así se mantenía y ese vestido, castaño de mangas cortas que llevaba en aquella foto, era el que llevaba la última vez que estuvo en esta vida.

Las luces del amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora