Capitulo 36

500 20 2
                                    

Austin:

Lo que menos te esperas es lo que más rápido llega.

Ni en un millón de probabilidades me lo esperaba a él aquí en Nueva York. Christian Eastwood, el hijo de Robert, su único y rebelde hijo que siempre ha sido un caso perdido desde que lo conocí en Irlanda. Nunca nos hemos llevado bien, desde que puse un pie en el negocio de su padre, cada vez que tenía ocasión trataba de dejarme a mí como él malo, o el que está equivocado. Aun así, jamás lo dejé salirse con la suya. 

No es culpa mía que su padre me prefiera a mí en el negocio que a su propio hijo. Ni mucho menos que le haya echado de su vida hace un tiempo. Nunca me metí en sus conflictos familiares, pero desde siempre me hubiese gustado ver a Christian cooperando con su padre, ya que es lo que él quiere. Sin embargo, se ha intentado, su padre lo intento varias veces, pero siempre salía metiéndose en el doble de problemas que ya tenía. 

Incluso he perdido la cuenta de cuantas veces la policía lo ha arrestado en la comisaria de manera temporal o cuantas veces, he tenido que salvarle yo el puto culo para que no acabará realmente entre rejas. 

Su potencial y autoestima lo quieren todo para él sin tener que dar nada a cambio. Nadie consigue nada sin antes construirlo o tener que trabajar para llegar a ello. Sí, digamos que su padre lo hizo por él, pero eso no significa que le vaya a entregar todo el patrimonio, así como si nada. 

El caso de ahora, es que estaba haciendo aquí en Nueva York, la última vez que me crucé con él fue hace un par de meses antes de que él y su padre tengan una dura discusión donde este acabo largándose. Desde entonces yo por lo menos, no supe nada de él.

Y ahora su presencia en mi casa un sábado por la mañana es lo último que quiero.

—¡No me has echado de menos! —exclamo de manera burlona haciéndome perder el tiempo.

—¡Se puede saber qué haces aquí! —lo guíe hacia la puerta principal para que Ela no escuchará ni viese lo menos posible. Tan solo me basta con los millones preguntas que ya me hizo desde el día del disparo, no quiero más.

—Relaja esos humos Austin. Pasaba por Brooklyn y decidí venir a verte—Se soltó de mis brazos interponiéndose en el medio de mi vista. Alzó sus ojos en dirección seria a los míos, su expresión mostraba todo lo contrario a lo que pronunciaba, había algo más y esto no me estaba gustando.

—Lo malo es que no me lo creo—me apoye en la puerta de su tan bonito Porsche que aparcó en la entrada de la mansión. —¿A qué has venido y sin rodeos? —serié la conversación.

—Ya te lo he dicho, pasaba por aquí y decidí venir a verte—se cruzó de brazos—. Y por cierto tu novia está bien buena se nota que está muy embobada contigo. Lástima que no sabe lo que haces ¿me equivoco?

—¿Qué insinúas?

—Nada. Solo que..., esto de tus actos heroicos últimamente me están calentando mucho la cabeza Austin. Cuida muy bien tus espaldas, que tú y yo, nos conocemos de sobra. Ah y por cierto, mejórate pronto—golpeó mi espalda con su hombro y se montó nuevamente en su auto desapareciendo de mi vista. 

Justo cuando se marchó, sentí un mal presentimiento dentro de mí. Este tipo no buscaba nada bueno, que viniese hasta aquí no es casualidad, no sé qué está tramando, pero su padre debe saberlo, no toleraré ninguna tontería suya, a la minima las cosas pueden complicarse. 

Regresando a la mansión. Fui a mi habitación, me di una ducha rápida para refrescarme. A plena mañana ya estaban empezando los problemas, lo único que podría librar un poco todo esto fue lo de ayer. Volví a acostarme con Ela, lo hicimos otra vez, aunque yo estaba enfadado con ella durante toda la semana, no pude evitarlo, cuando llegué a casa a plena madrugada la quería encima de mi cueste lo que cueste. Y lo conseguí. 

Las luces del amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora