Capítulo 7

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—¿Cariño, puedes oírme?

La voz distorsionada me trae a la luz, mis párpados pesan cuando trato de abrir los ojos, obligándome a cerrarlos.

—Eider…

De nuevo el llamado, intento una vez más. Pestañeo y mis ojos encuentran un techo blanco, repleto de luz blanca. Intento moverme pero todo mi cuerpo duele, como si antes me hubiera caído un avión encima.

Algo presiona mi mano y bajo la mirada, encontrándome con unos ojos azules preciosos, aunque preocupados.

—Rude… Uhm…

Mi cabeza estalla en dolor, mis brazos duelen, y cuando puedo verlos, veo pequeños cortes en mis manos. Mi ropa está desarreglada, y llevo una intravenosa. Intento arrancarla, pero la mano de Rude me detiene.

—No te la quites. –sus manos van a mis mejillas y vuelvo a mirar sus ojos. —Cariño, me has dado un susto de la hostia.

—¿Qué pasó? El estallido…

—Tuviste un accidente. Un capullo chocó tu auto cuando cruzabas la avenida, de camino a la jefatura.

Gimo de dolor y comienzo a recordar; la camioneta negra viniendo hacia mi auto, sin detenerse, y yo sin poder avanzar, porque ya era demasiado tarde. Puedo recordar los gritos, mis quejidos.

Mi dolor de cabeza…

—¿Tienes algún dolor o entumecimiento? –pregunta Remy con una planilla.

—¿Remy?

—Si, tía. Deberías dejar de correr, casi perdemos a Rude en el pasillo. –comenta con una sonrisa burlona. —Responde mi pregunta.

—Me duele la cabeza. Tengo nauseas.

Él lo anota todo mientras asiente con la cabeza.

—Te has dado un golpe fuerte en la cabeza. Te hemos hecho unas resonancias mientras dormías la siesta, es normal que experimentes estas sensaciones en los próximos días, no debes preocuparte.

—¿Y mi auto? –pregunto, a lo que él y mi novio se miran las caras con nerviosismo.

—Estará fuera de combate durante algún tiempo. Mientras tanto, puedes usar el mío. –responde Rude.

Intento sentarme, y es cuando el mareo empeora. Me llevo las manos a la cabeza y gimo adolorida. Rude llega a pasarme el cesto de basura a tiempo antes de que todo en mi estómago se revuelva. Escondo mi rostro dentro del cesto y dejo que todo salga, mientras que Rude sostiene mi cabello y frota mi espalda.

—Ugh, eres asquerosa, tía. –gruñe Remy.

—Déjala, ves cosas peores todos los días. –espeta Rude.

Tempest Where stories live. Discover now