Extra: San Valentín

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Seis meses después...
Rude:

El viento le sopla en la cara, hace volar su cabello y pone su piel pálida, sus labios están rojos, y aquella línea negra permanece perfectamente dibujada sobre su párpado.

No me canso de admirarla, en todos estos años, en todo este tiempo, no he dejado de ser su admirador número uno.

Sonríe cuando Geneviève corre cuando una ola intenta alcanzarla. Sonrío también y logro atraer su mirada.

—Es un San Valentín distinto. –dice con serenidad.

Sonrío. Claro que lo es. Hace algunos años, ni siquiera hubiéramos podido abrir la puerta de nuestra habitación. Hablo en serio. Recuerdo que ni siquiera dejaba que Eider respire antes de echarle otro polvo. Polvos sobraban. Aun puedo recordar como gemía salvajemente contra mis labios, mirándome llena de placer, amor y lujuria. Una diosa sexual mientras yo la follaba.

—Pero es perfecto. Y aun no ha terminado. –digo, haciéndole un guiño.

Ella muerde su labio inferior y me regala una mirada en la que puedo descifrar cómo lo está imaginando.

Kale se sacude en sus brazos y ella lo cambia de posición, poniéndolo boca abajo para asegurarlo contra su antebrazo. Yo acaricio su espalda mientras sonrío.

Kale Vincenauth... Con seis meses de vida, y qué vida. Nos mantiene en vela cada noche, Eider debe pasarlo a nuestra habitación y ambos apenas cerramos los ojos mientras que el pillo se mantiene inquieto entre ambos.

Pero de todas formas, adoro todo eso. Apenas puedo dormir entre mis turnos y los desvelos, pero no lo cambiaría por nada en el mundo. Ser padre junto a Eider, la mujer de mi vida, es más de lo que alguna vez pude soñar.

Lo había imaginado un par de veces cuando apenas salíamos, cuando apenas teníamos un trato de nada serio. Un lado de mí permanecía esperanzado de poder ver a Eider con un bebé nuestro en sus brazos, en la sala, en el jardín, en cualquier parte. Y ahora lo tengo, multiplicado, ya que la niñita que huye de las olas en este momento también es todo lo que siempre soñé con tener.

Mi vida resumida en este simple momento en el que nos encontramos en la pequeña playa que visitamos con Eider cuando saltamos del acantilado hace un par de años, aunque para ser sincero sigue pareciendo que fue tan solo ayer.

—¿Deberíamos volver? El sol está poniéndose y debo preparar a Gen. –dice ella, llevándose lejos mis pensamientos.

Yo la miro y asiento con la cabeza. La ayudo a levantarse sin incomodar a Kale y luego voy en busca de mi niña. Se pone un poco quejosa cuando la alejo del agua, pero luego logra distraerse con las flores del camino hacia el auto.

—Lo siento. –dice cuando nos detenemos en un semáforo. —Antes podíamos quedarnos horas follando en la arena, y ahora debemos llenar una pañalera cada vez que salimos.

Comienzo a reír y la miro. Sus ojos mantienen siempre ese brillo cuando me mira. No puedo evitar sentirme eclipsado cada vez que la miro.

—Me encanta llenar pañaleras contigo. Es emocionante.

Es su turno de reír ahora.

—Lo más emocionante que has hecho, seguramente no. –indica levantando las cejas.

—Tienes razón. Pero todas las cosas emocionantes que he hecho las he hecho contigo, desde que te pusiste detrás de una vidriera en una ferretería.

Ella hace algo sumamente alocado y emocionante cuando se quita el cinturón de seguridad y se estira para besarme, y yo disfruto cediendo el control cuando ella posee mis labios contra los suyos.

Tempest Where stories live. Discover now