Capítulo 13

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Hace siete años, 2017.

Rude:

—Hermano, será tu cumpleaños. Debes ponerte un pedo que merezca la pena. Yo organizaré todo, ¿vale? No tienes que mover un dedo.

Shane se concentra en guardar sus cosas dentro de su casillero mientras yo lo miro con dudas.

—Mi padre me pateará el trasero y luego a ti, Shane. Además, Dabria no me deja respirar, tío. Me estoy condenando.

—Deja que Dabria se vaya al demonio por una vez en la vida. Además, la fiesta no será en tu casa, sino en la mía.

—¡Vincenauth y Cooper, dejen de parlotear y muevan el trasero! –ordena nuestro jefe de comando.

Shane sonríe burlón y cierra su casillero al mismo tiempo en que yo guardo mi arma.

—Si, mi querido jefe. –responde mi mejor amigo, casándome una risa. —Hazme caso, Rude, será una putada.

—Y todavía faltan cinco meses. –le aclaro.

—Ya sé, será mejor para que pueda organizarme. –responde cuando ambos entramos al aula de reunión.

Nuestro jefe nos mira con reproche pero aun así niega con la cabeza, haciéndonos saber que no se quejará porque hemos entrado tarde.

—Cooper y Vincenauth, a patrullar. –ordena, y yo asiento con la cabeza.

Caminamos hacia la parte trasera del edificio y nos montamos en la patrulla. Acaba de anochecer, hace un frío de los mil demonios y Dabria no me ha dejado de enviar mensajes en toda la tarde.

—Apaga esa cosa, está poniéndome nervioso. –se queja Shane mirando mi móvil.

—Imagíname, si soy yo quien debe casarse con ella sin amarla.

Trago duro un nudo que se forma en mi garganta al pensar en eso. He estado haciéndome el tonto, y no sé qué será de mí en cuanto tenga que estar en un altar, entregándome a alguien que ni siquiera me agrada.

Dejo de pensar en cuanto la radio se enciende.

—Atención a todas las unidades, se informa de un robo en la joyería de la calle principal. Dirigirse al punto y retener a los susodichos.

—Manos a la obra. –Shane acelera, estamos a dos calles del punto señalado en el mapa que aparece frente a nosotros en el tablero.

Puedo ver un auto negro y unos tipos montándose en él cuando salen corriendo de la joyería, sus vidrieras están esparcidas en diminutos pedazos en la acera. Shane enciende la sirena cuando aquel auto acelera.

—Envíen refuerzos. Estamos persiguiéndolos, van en dirección a la frontera sur. –digo hacia la central a través de la radio.

Ellos se detienen a lo lejos y yo me pongo en alerta, tomando mi arma. Shane se detiene a unos metros y ambos quedamos en silencio dentro de la patrulla.

—¿Los ves armados?

—No.

—¿Están entregándose?

—Es lo que parece.

Me bajo del auto y apunto hacia quien parece ser su líder.

—Si tienes armas, tíralas al suelo. Date la vuelta y ponte de rodillas con las manos detrás de la cabeza. Todos ustedes, ahora.

—Aquí las cosas no se harán a tu manera. –espeta.

Estira su brazo, empuñando su arma directo hacia mí. No hago ni una mueca, ya que no le tengo miedo. Puedo oír el arma de Shane detrás de mí.

Tempest Where stories live. Discover now