Extra 3: »Un feliz cumpleaños«

2.9K 195 30
                                    


Eider:

Algo me ilumina la cara y cierro mis ojos con más fuerza, pero sé que es imposible volver a dormirme a partir de ese segundo en el que logro despertar.

Rude no cerró bien las cortinas y ahora el sol está dándome en la cara, mientras que él permanece plácidamente dormido ya que la cortina está bien puesta en ese lado de la ventana.

Capullo.

Miro la hora. Son las ocho y cuarto de la mañana.

De todas formas no me apetecía dormir hasta tarde un domingo...

Bostezo y me levanto para meterme en el baño para orinar, lavarme la cara, los dientes y peinarme. Es bueno no tener ningún síntoma por ahora...

Cuando vuelvo a salir, mi visión cae sobre el hombre dormido, desnudo y tatuado que hay en mi cama. Los nombres de nuestros dos hijos están grabados en tinta sobre su estómago, los cuales se ha tatuado hace poco más de un mes.

Continuo mirándolo y es cuando entonces caigo en la siguiente realidad: es veinte de mayo.

Su cumpleaños.

Sonrío y vuelvo a acercarme a la cama para gatear por encima de su cuerpo hasta llegar a su rostro. Mis labios dejan besos en sus mejillas hasta que comienza a gruñir, despertándose.

Dejo un beso sobre sus labios y Rude vuelve a gruñir adormilado.

—Eider... –gruñe con la voz ronca, sin abrir los ojos.

No le hago caso y sigo depositando besos por toda su cara.

—Despierte, señor Vincenauth... –susurro en su oreja.

Sus ojos por fin se abren en búsqueda de los míos. Admiración es todo lo que encuentro, y una sonrisa se estira en mi boca.

—Feliz cumpleaños.

—Ay, no... –gruñe con fastidio. —No me lo recuerdes.

Me entra la risa.  A Rude ya no le apetece cumplir años, dice que se vuelve viejo, pero para mí él es como el buen vino: el vino más dulce y exótico del mundo.

Un buen vino francés.

—No es tan malo, niño.

—Lo dices porque estás en tus hermosos veintiocho años. En cambio, cumplir treinta y uno es un dolor de huevos que ni te imaginas.

Vuelvo a dejar un beso sobre su mejilla.

—Lo digo porque soy quien está envejeciendo junto a ti desde hace nueve años, y me encanta.

Él hace una mueca.

—Bueno, tienes un punto a favor. Lo único bueno de todo esto es que sigo envejeciendo junto a ti.

Vuelvo a sonreírle y junto nuestras bocas. Siento sus manos subiendo por mi espalda hasta que cierra sus brazos a mí alrededor.

—Date una ducha conmigo antes de que los niños despierten. –propone con su voz ronca y una mirada candente.

—Sé cómo terminan nuestras duchas, Rude.

Una sonrisa maliciosa se estira en sus labios.

—Yo también lo sé, por eso te invito, tonta.

Me echo a reír y luego presiono mi cuerpo contra el suyo, causándole un cerrar de ojos junto con un gruñido.

—Tengo que preparar a los niños para que mi madre venga a por ellos, y luego tengo que ir al supermercado... Y luego hacerte un pastel.

Tempest Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt