Epílogo.

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Recomendación: leer este capítulo oyendo "Still On My Mind" de Sala & The Strange Sounds.

Y disfruten...

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Cuatro meses después.
Rude:

Su piel es perfecta, sus pestañas son largas, sus mejillas están un tanto enrojecidas aun. No puedo evitar sentirme emocionado. Es la tercera vez en mi vida en la que algo así me ocurre, la tercera vez que me siento locamente enamorado.

La primera vez fue con Eider cuando yo tenía veintiún años y la vi detrás de un cristal al otro lado de una calle. La segunda vez fue hace dos años, con nuestra hija. Me sentí feliz y pleno al conocerla, al verla en los brazos del doctor que la había traído al mundo.

La tercera vez es ahora, justo ahora, con nuestro segundo hijo: Kale Vincenauth.
Mis labios se extienden en una sonrisa que no controlo y mis ojos se sienten hechos de cristal al mirarlo con atención, repasando cada rasgo. Y estoy encantado.

Tomo su pequeña manito y él cierra sus diminutos dedos alrededor de mi pulgar. Lo tengo en mi brazo, protegiéndolo de todo, de todo el mal, y de toda la familia que está loca por conocerlo. Soy el único afortunado que puede tenerlo en sus brazos.
—Debería darle el pecho ya. –oigo, y levanto la mirada hacia mi esposa.

Ella sonríe desde la cama de la habitación del hospital. Ha dormido las últimas dos horas luego de un largo parto. Y joder, se ve perfecta bajo los rayos de sol que entran por la ventana.

Yo le sonrío y vuelvo a mirar a Kale.

—Lo veo muy cómodo conmigo aquí. Lleva un rato dormido.

Ella suspira y nos mira a ambos. Ahora tendrá más dolores de cabeza por tener que soportar a dos hombres. Pero supongo que ella y Geneviève nos patearán el trasero en algún momento.

—¿Y Gen?

—Afuera, junto a todos. Puedo hacerla entrar, si quieres.

Ella asiente con la cabeza y yo me pongo de pie con cuidado, me acerco a la cama y Kale sufre un intercambio desde mis brazos a los brazos de Eider. La ayudo a ella a sentarse y acomodo la almohada en su espalda para que pueda estar cómoda con nuestro hijo.

Me dirijo a la puerta y le sonrío a mi pequeña cuando la veo en el pasillo junto a toda nuestra familia y amigos. Ella toma mi mano y juntos volvemos a entrar en la habitación. Geneviève se ve impaciente, y cuando la subo a la cama con cuidado, se queda emocionada al ver a su hermano pequeño.

—Hola, Pequeña Fresa. –dice mi mujer con una sonrisa hacia nuestra hija. —Él es Kale, tu hermano Kale.

Geneviève mira a su hermano como si fuera uno de aquellos muñecos que tiene en su habitación. Toca su mejilla y luego nos mira a nosotros sonriendo.

Aquella sonrisa de inocencia pura nos llena el alma de felicidad a Eider y a mí.

Eider levanta la mirada hacia mí, hasta que nuestras miradas se quedan fijas, la una a la otra. Y juro por el infierno en el que alguna vez estuve, que ella puede trasmitirme lo que piensa, lo que siente.

Sé que en este momento está recordando a aquellos jovenes de diecinueve y veintidós años que alguna vez se volvieron dos locos enamorados, que pasaron varias torturas para poder estar juntos en paz. Y que luego de eso siguieron luchando juntos.

Eider ha sido mi salvavidas, más veces de las que puedo contar en este momento. Me ha enamorado, me ha hechizado para siempre. Me ha dado dos hijos, y me da su amor cada día. ¿Qué otra cosa puedo pedirle al mundo? Si ya lo tengo todo con esta mujer.

Sin apartar mi mirada de la suya, muevo la cabeza en señal de asentimiento. Si..., Eider, puedo ver nuestra historia, puedo verlo todo en tus ojos, y espero poder verlo durante el resto de mi vida. Si he creído en algo durante todos estos años, es en nosotros. Creeré en nosotros siempre.

Ella sonríe y yo también. Me inclino y sus labios suaves besan los míos con dulzura y amor, y también espero poder disfrutar esto para siempre.

Mi Eider. Mi amor. Mi todo.

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