➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒 ᘒ ꒦ 🜸

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Renjun está esperándonos en casa, paseándose por el porche delantero, con unos vaqueros deshilachados y una camiseta azul que no compite ni por asomo con las lustrosas mechas azules de su pelo oscuro. Se le ilumina el rostro al vernos.

Mi madre aparca y Renjun corre a través de la niebla perpetua que cubre nuestro pueblo, cortesía de Sunmi. La niebla es crucial para nuestra supervivencia. Ningún avión que pase fortuitamente por nuestro espacio aéreo podrá detectarnos debajo de ella. Renjun me estrecha en un fuerte abrazo en cuento salgo del coche. Yo suelto un quejido y Renjun retrocede, preocupado. -¿Qué? ¿Estás herido? ¿Qué ha pasado? - Me cuestiona. -Nada. - Murmuro, mirando de reojo a mi madre; ella sabe que estoy herido, y no hace falta recordárselo. -¿Y tú? ¿Tú estás bien? - Le pregunto. -Sí. - Responde Renjun, asintiendo con la cabeza. -Hice lo que me dijiste y me quedé sumergido hasta que noté que se habían marchado, y entonces volví volando a casa para pedir ayuda. - No recuerdo haberle dicho que buscara ayuda. Ojalá no lo hubiera hecho, pero no puedo culparlo por haber intentado salvarme.

-Adentro, chicos. - Con un ademán, pero sin mirarnos, mi madre nos indica que entremos. Está mirado por encima del hombro al otro lado de la calle, a una de nuestras vecinas. Joy, tía de Johnny, está plantada en su porche, observándonos muy atenta con los brazos cruzados sobre el pecho. Últimamente nos observa mucho. Mi madre está convencida de que informa a Sehun de todo lo que hacemos. Con un tenso movimiento de cabeza, mi madre nos insta a entrar. Ella y Joy eran las mejores amigas del mundo. Cuando yo era un niño, antes de que mi padre muriese. Antes de todo. Ahora apenas se dirigen la palabra.

Cuando entramos en casa, Haechan levanta la vista desde el sofá, donde está sentado con las piernas cruzadas y un cuenco de cereales en el regazo. El televisor truena con unos viejos dibujos animados. Mi hermano no parece «muerto de preocupación», como aseguraba mi madre... Mamá va hacia el televisor y baja el volumen. -¿De verdad necesitas tenerlo tan alto, Haechan? - Haechan se encoge de hombros y hurga entre los cojines del sofá en busca del mando a distancia. -Como no podía volver a dormirme, he decidido intentar ahogar el sonido de la alarma. -Siento que se me revuelven las tripas. -¿Han activado la alarma? - Pregunto. La última vez que lo hicieron fue cuando mi padre desapareció y formaron un grupo de búsqueda. -Oh, sí. - Afirma Renjun, poniendo los ojos como platos. -A Sehun casi le da un ataque. - Haechan sube el volumen del televisor tras encontrar el mando a distancia. Luego lo deja caer en el sofá y se lleva a la boca una cuchara chorreante. -¿Es que te sorprende que hayan reunido al pelotón por ti? - Dice, mirándome de soslayo con expresión cansada. -Piénsalo. - Siento una creciente necesidad de defender mis acciones, aunque la dejo marchar respirando profundamente.

He intentado explicarle un montón de veces, pero Haechan no lo capta. Él no puede entender el impulso Draki. ¿Cómo podría? Mi madre apaga el televisor y, ajena a cualquier tensión, agita las manos en el aire y pregunta: -Bueno, ¿qué ha sucedido? ¿Cómo has escapado? Estaban por todas partes. ¿Has visto esos lanzadores de redes? - Mi madre parece ponerse enferma, pero Renjun continúa. -Estaba casi seguro de que no lo conseguirías. Ya sé que eres rápido, y puedes echar fuego y todo lo demás, pero... - Menciona. -Como si pudiéramos olvidar eso. - Masculla Haechan con la boca llena de cereales, poniendo los ojos en blanco exageradamente. Haechan no se ha manifestado nunca. Es una tendencia creciente entre los Drakis, lo cual alarma a los mayores, que están desesperados por preservar nuestra especie. Mi hermano gemelo, que sólo es unos minutos menor que yo, es un humano común y corriente, y no puede hacer nada por evitarlo. Eso lo mata. Y me mata a mí.

Antes de que yo me manifestara, estábamos muy unidos y lo hacíamos todo juntos. Ahora no compartimos nada más que la misma casa. Entonces reparo en mi madre, que se mueve por el salón cerrando todas las contraventanas de madera y sumiendo la estancia en la penumbra. -Renjun. - Dice. -Ya es hora de que te despidas. - Menciona. -¿Cómo? - Replica mi amigo, pestañeando. -Que te despidas. - Repite mi madre con voz más firme. -Oh. - Renjun frunce el entrecejo y me mira. -¿Quieres que mañana vayamos andando a clase? - Sus ojos relucen significativamente, dando a entender que entonces podré contárselo todo. -Me levantaré temprano. - Renjun y yo vivimos en extremos opuestos del pueblo. Nuestra comunidad tiene la forma de una rueda gigantesca con ocho radios. Cada radio sirve como calle. El centro, el eje, funciona como el corazón del pueblo. El colegio y el salón de actos se encuentran allí. Yo vivo en la Primera Calle Occidental, y Renjun en la Tercera Oriental. Prácticamente estamos tan alejados como es posible. Un muro cubierto de hiedra rodea la población, de modo que no podemos tomar el borde exterior para llegar antes a nuestras casas. -Claro. Si estás dispuesto a levantarte temprano y venir hasta aquí...

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