➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟗 ᘒ ꒦ 🜸

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Sigo a la multitud de chicas y chicos que se dirigen al gimnasio, procurando mantener una distancia sana de la presión de los cuerpos. Todo es abrumador. Los olores extraños, los sonidos chirriantes, la falta de espacio abierto y aire fresco... Un ruido de pelotas sacude el aire vacío, rebotando en el suelo de madera, aumentando de volumen conforme nos acercamos a las puertas dobles del gimnasio. -Parece que hoy vamos a entrenar con los chicos. - Dice Ryujin cuando atravesamos las puertas para internarnos en un ambiente acre y saturado de sudor. Esa sensación me acomete de nuevo, y de inmediato sé que él está aquí.

Descubro a Jeno en el otro extremo del gimnasio y veo cómo lanza una canasta de tres puntos, balanceándose levemente sobre los talones. Antes incluso de que la pelota descienda por la red, me está mirando. Un calor familiar me sube por el pecho hasta la cara. -¡Los chicos a este lado, y las chicas y donceles, a este! - Exclama un entrenador, que luego toca el silbato y hace gestos para dividir los lados de la cancha. -Puf, la horrorosa unidad de baloncesto. - Masculla Ryujin arrastrando las palabras. -Preferiría correr por la pista. - Nos colocamos en fila para lanzar tiros libres. En mitad de la cancha, el final de la cola de los chicos choca con el final de las de las chicas y donceles. Aquí es un poco caótico; las líneas convergen y unos y otras se mezclan para insultarse en tono amistoso.

Por el rabillo del ojo, veo que Jeno deja su puesto y retrocede hasta donde estamos Ryujin y yo, al final de nuestra fila. -Hola. - Me saluda él. -Hola. - Ryujin nos mira a ambos y saluda secamente. Luego se aparta el flequillo de los ojos, se coloca delante de mí y nos da la espalda. -Bueno. - Empieza Jeno. -¿Juegas al baloncesto tan bien como corres? - Me río un poco. No puedo evitarlo. Jeno es dulce y encantador, y yo tengo los nervios a flor de piel. -Para nada. - La conversación no pasa de ahí mientras avanzamos en nuestras respectivas filas.

Ryujin me observa por encima del hombro, evaluándome con sus grandes ojos marinos. Como si no alcanzara a comprenderme. Se me borra la sonrisa y desvío la mirada. Jamás podrá entenderme. Yo nunca podré dejar que lo haga. Nunca, ni ella ni nadie de aquí. Ryujin se me encara con los brazos cruzados. -Haces amigos rápidamente. Desde el primer curso yo he hablado con unas... - Hace una pausa y mira hacia arriba mientras cuenta mentalmente. -Tres, no... Cuatro personas. Y tú eres el número cuatro. - Yo me encojo de hombros. -No es más que un chico. - Ryujin se cuadra ante la línea de tiros libres, regatea unas cuantas veces y lanza. La pelota atraviesa limpiamente la red. Ryujin la atrapa y me la tira a mí. Yo intento copiar sus movimientos, pero mi lanzamiento se queda bajo y la pelota se cuela por debajo del tablero.

Vuelvo al final de la cola. Jeno ya está esperando en la mitad de la cancha, dejando que otros pasen delante de él. Me arde la cara al ver el descaro con que se queda rezagado. -No hablas en broma. - Se burla por encima del estruendo de las pelotas de baloncesto. -¿A ti te ha salido bien? - Le pregunto, deseando haber mirado mientras lanzaba. -Sí. - Contesta. -Por supuesto. - Replico con sorna.

Jeno deja pasar otro estudiante. Yo hago lo mismo. Ahora Ryujin está varias chicas por delante de mí. Los ojos de Jeno me examinan, deslizándose por mi pelo y mi cara con profunda intensidad. Como si estuviera memorizando mis rasgos. -Sí, bueno. - Dice. -Pero yo no puedo correr como tú. - Avanzo en mi hilera, pero al volver la vista atrás, descubro que él sigue mirándome. -Guau. - Murmura Ryujin con su voz ronca, poniéndose a mi lado. -No tenía ni idea de que pasara así. - Me giro hacia ella. -¿Qué? - Pregunto. -Ya sabes. Las historias en el plan Romeo y Julieta. El amor a primera vista y todo eso. - Dice. -No hay nada de eso. - Me apresuro a decir. -Casi te creo. - Ya hemos llegado de nuevo. Ryujin lanza su turo, que entra perfectamente en la red. Cuando lanzo yo, la pelota choca contra el tablero, vuela de forma incontrolable y golpea a una entrenadora en la cabeza. Yo me tapo la boca con una mano y la entrenadora consigue no caer al suelo por los pelos.

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