➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟎 ᘒ ꒦ 🜸

275 48 28
                                    

Estamos casi llegando a casa cuando mi madre anuncia con solemnidad: -Me marcho mañana. - Yo me quedo aturdido un momento, pensando que, a lo mejor, en realidad quiere decir que nos marchamos mañana. Pero luego caigo en la cuenta: va a vender una piedra preciosa. El refulgente ámbar; fuego congelado. Me inclino hacia delante, intentando comprobar si habla en serio. ¿Cómo puede hacerlo? ¿Cómo puede fingir que no está llevándose una parte de mí, arrancando un pedazo de mi corazón para vendérselo a alguien que cree que se trata tan solo de un trozo de roca? Valioso pero inerte. Muerto.

-Me voy a primera hora. Ustedes tendrán que tomar el autobús. Pienso estar de regreso a tiempo de recogerlos el viernes por la tarde. Ya se lo he dicho a la señora Chungha, y ella vigilará que estén bien.

Empiezo a sentir algo en el estómago, que se me retuerce de miedo; lo mismo que sentí hace años, cuando Sehun llamó a la puerta de nuestra casa para decirnos que mi padre había desaparecido. -¿La señora Chungha? - Repite Haechan, arrugando la nariz. Como no le ha preguntado a mamá por qué se marcha, está claro que ya lo sabe. Y le tiene sin cuidado. Solo me preocupa a mí. Solo yo me pongo enfermo de pensarlo... -¿Adónde vas? - Le pregunto, pues necesito saberlo. Como si importara de algún modo. Como si, tal vez, algún día, pudiera encontrar la piedra y salvarla de vivir perdida a perpetuidad. Mi madre guarda silencio. -¿Dónde vas a venderla? - Insisto. -¡Es fantástico! - Exclama Haechan rebuscando algo en su mochila, y luego pregunta con una indolencia que me da dentera: -¿Podemos cambiar de casa? Pero quedándonos en la misma zona escolar, claro. ¿Y qué me dices de teléfonos móviles? Me parece que nosotros dos somos las únicas personas de todo el instituto que no...

Lo interrumpen. -Pisa el freno, Haechan, no te precipites. - Mamá le da unas palmaditas en la rodilla. -Esto es sólo para aliviar un poco nuestras estrecheces. Todavía no vamos a mudarnos. Servirá para compraros algo de ropa... Y el equipamiento de animador si entras en el grupo. Y quizá yo pueda bajar un poco el ritmo de trabajo, quedarme en casa un par de noches. Los echo de menos, chicos. Y quizá... - Añade, dirigiéndonos una mirada cálida, con ojos brillantes y relucientes de promesas. -Quizá incluso considere lo de comprarles un coche. - Haechan suelta un gritito y se atraviesa en el asiento para abrazar a mamá mientras conduce. ¿Un coche? ¿Una gema familiar por un coche? ¿Un montón de maquinaria que tal vez, como mucho, dure una década? No es un intercambio equitativo. Yo me pongo a mirar por la ventanilla, demasiado indignado. Una intensa emoción me aprieta la garganta, dejándome sin habla.

El coche será para Haechan, por supuesto. Haechan no bromeaba sobre lo de no dejarme conducir. No se me da bien. El mundo sería más seguro con un crío de guardería al volante. Parpadeo, contemplando con ojos ardientes los jardines que pasan ante mí. Son todos rocas y pedruscos estratégicamente dispuestos. Cactus, buganvillas y salvia del desierto. Fluidas cintas de calor danzan sobre el asfalto blanqueado por el sol. -Chicos, necesito que me prometan que se portarán bien, y que avisarán a la señora Chungha de sus entradas y salidas. Si les hace falta algo, díganselo. Yo llamaré todos los días. - Finaliza. -¡Sí! ¡Lo que sea! - Exclama mi hermano, cuyos saltitos hacen que los muelles del asiento del copiloto protesten.

-¿Jaemin? - Dice mi madre como si estuviese esperando algo de mí. -Lo que tú digas. - Respondo con voz ahogada, lo bastante vagamente para satisfacerla, y durante un momento siento como si me hubiera quedado sin aliento, como si un puñetazo me hubiera sacado el aire del pecho. Una vez mi padre nos llevó a un parque de atracciones de Oregón. Fue en una de esas breves escapadas lejos de la manada que mamá siempre se empeñaba en organizar, antes de que yo me manifestara. Bajé en picado en una caída libre de veinte pisos de altura, absolutamente indefenso contra la gravedad. Incapaz de volar, de salvarme... Ahora mismo siento idéntico terror, idéntica indefensión, porque nada de lo que yo diga desviará a mi madre de su actual camino. Nada logrará que se dé cuenta de lo que está haciéndome. Estoy cayendo. Y en esta ocasión, nada me salvará. Ningún dispositivo mecánico se activará para detenerme justo en el último minuto. «Pero ella se da cuenta», susurra una vocecilla en mi interior. Por eso lo está haciendo. Por eso me ha traído aquí. Mi madre quiere que yo me estrelle contra el suelo.

!  ׅ࣪  alma de fuego ׅ ࣪ nomin ✶ drakis [1] ~  ࣪ ׅOnde histórias criam vida. Descubra agora