➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟏 ᘒ ꒦ 🜸

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Esta noche llueve por primera vez desde que estoy aquí. Había empezado a pensar que no volvería a ver la lluvia ni a notarla sobre la piel. Que me había instalado en algún olvidado rincón del mundo sin lluvia, sin vegetación, donde la tierra no susurra ninguna canción. Pero esta noche el cielo se abre... Y derrama copiosas lágrimas.

Justo el día en el que mi madre me ha desvelado la última verdad desagradable que me ocultaba. Resulta muy apropiado. De algún modo, parece lógico que llueva. Mientras las gotas de lluvia lamen las ventanas, pienso en Jeno, atrapado en su espantosa familia. Un prisionero, como yo.

Me toco los agrietados labios, sintiendo a Jeno en el roce de la yema de mis dedos resecos. Ociosamente, me pregunto qué habría sentido si Johnny me hubiera besado. Si me hubiera besado otro Draki. ¿Habría reaccionado mi Draki? ¿Habría tenido el beso la misma magia? ¿Podría Johnny haberme besado y, aun así, haberme mentido a la cara? ¿Se habría mantenido al margen, presenciando cómo me cortaban las alas? Ruedo de lado y escucho con atención. Escucho la lluvia como si jamás hubiera oído llover. Mi piel saborea el tamborileante sonido. Sus suaves golpes contra el sendero empedrado, el repiqueteo sobre el techo metálico del cobertizo del jardín. Sonrío un poco. Siento esperanza en la queda y firme pauta que llena el silencio de la noche. Entusiasmo. Expectación. Igual que me sentí cuando los labios de Jeno tocaron los míos.

Mi padre no querría que me culpara por su muerte y no querría que me diera por vencido. Adoro a mi madre, pero ella se equivoca. Mi Draki es una parte demasiado grande de mi personalidad. No puedo regresar con la manada y no puedo quedarme aquí, evitando a Jeno y esperando que aparezca Johnny. Tiene que haber otra manera. Mi padre querría que luchara, que encontrase un modo de mantener vivo mi Draki. Él murió intentando hallar otra opción para nosotros. Tomó una decisión, y no fue enterrarnos en el mundo humano. Aunque no logró su objetivo, él creía que era posible.

Su voz flota a través de mi cabeza, casi como si estuviera a mi lado: «Busca una nueva manada, Jaemin». Flexiono los dedos, abriéndolos y cerrándolos contra el borde de la colcha. Ahí está: esa es la respuesta, lo que tengo que hacer. Puede que no sepa la localización exacta de ninguna otra manada, pero conozco a alguien que sí lo sabe. Puedo preguntárselo a Jeno. Yo vi el mapa con mis propios ojos. Si tuviera la ocasión de examinarlo un poquito más, podría memorizar los puntos exactos. Es algo. Un punto de partida. Claro, que está por ver si puedo obtener la información de Jeno y entrar de nuevo en esa habitación sin levantar sospechas. Es evidente que tendré que pasar mucho más tiempo con él... Siento un escalofrío en la nuca al pensar cómo podría hacer todo eso sin que Jeno se extrañara por mi repentino cambio de actitud.

Oigo la llamada de un pájaro en el exterior. El sonido parece desconcertado, desesperado. Es un estridente «ca-caa-ca-caa». Y me maravilla esa estúpida criatura. Me la imagino subida a una rama mientras la lluvia golpea su frágil y pequeño cuerpo. Me pregunto por qué no se cobija, por qué no busca un refugio. A lo mejor ese pájaro está perdido, como yo... Fuera de su elemento. A lo mejor no puede volver a casa. A lo mejor no tiene casa. Mi sonrisa de satisfacción se diluye. Me estremezco, sintiendo un frío repentino en la habitación. Tiro de la colcha hacia arriba, tapándome hasta la barbilla, e intento entrar en calor. Me encorvo hasta formar un ovillo lo más prieto posible, cierro los ojos con fuerza, e intento aislarme de ese sonido.

Noto que mi madre me da un beso en la mejilla y me retira el pelo de la frente, como solía hacer cuando yo era pequeño. La habitación está a oscuras. Aún no es por la mañana. Hay una levísima luz procedente de la cocina. Debe de haber venido a casa al finalizar su turno para recoger sus cosas. «El ámbar», pienso, y se me contrae el corazón al recordarlo. Respiro hondo y detecto el almendrado aroma del café en el aire. Mamá lo necesitará para mantenerse despierta en la carretera. Vaya a donde vaya, no será cerca, y lleva levantada toda la noche.

-Pórtate bien. - Me susurra, como si volviera a tener seis años. Lo decía cada vez que Haechan y yo cruzábamos la puerta de camino a la escuela. -Te quiero. - Añade. Sí, eso también lo decía. Con los ojos semicerrados, veo cómo su sombra se desplaza hasta Haechan, que sigue dormido. Oigo cómo los labios de mi madre rozan la mejilla de mi hermano: otra despedida silenciosa. Luego sale de la habitación. Se va a vender nuestra herencia familiar, un trozo de mi alma que quizá no vuelva a recuperar jamás.

La luz de la cocina desaparece. Se apaga como una cerilla consumida. La puerta principal se cierra a sus espaldas. Resisto el impulso de levantarme, correr hasta la puerta, agarrar a mi madre, detenerla, interponerme en su camino y suplicarle que me vea, que ame esa parte de mí que nunca ha podido amar en lo más profundo de su ser. Haechan se mueve en la cama contigua, acomodándose en el sueño y en un pacífico olvido. Y después, quietud. Un silencio sepulcral. Sólo yo estoy despierto. Consciente.

Con el corazón sangrando.

➶ ໑ 𝐇𝐨𝐥𝐚 𝐂𝐡𝐮𝐥𝐱𝐬 ᘒ ꒦ 🜸

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↬ Hi, Hello, Annyeong!! Espero disfruten los capítulos que he preparado para ustedes, para que terminemos el año con toda la actitud jsjs. 1/12.

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