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Un mal día.

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¿Sabes? Creo que, como toda persona normal y estudiante de universidad, también soy propensa a tener ese típico mal día que te obliga a mandar todo al carajo sin importarme nada hasta el día siguiente, donde podría ver los errores que cometí bajo los efectos del estrés y la frustración que provocó todo lo que no me salió para nada bien.

Comencemos en la típica mañana en la que te preparas para ir a la universidad en horario matutino... sabía que tenía una maldita prueba que determinaría el estado en que terminaría a universidad, o bien si lograría terminarla con honores o al menos sin deudas con la institución; para eso debía levantarme temprano, alistar todas mis cosas para irme sin problemas y llegar puntual al examen que para colmo lo aplicaba uno de esos profesores que parece estar peleado con la vida y que al más mínimo error se la agarraba contra ti, como si tú fueras el culpable de todo lo que le sucedía.

Para variar la maldita alarma no sonó y no fue porque mi teléfono estuviera descargado, por que fuera una maldita sorda que inventaba esa habitual excusa o simplemente la pospuse hasta que sonara de nuevo... hubiera preferido todo eso. Pero en su lugar, cuando desperté creyendo que algo andaba mal porque la maldita no sonaba, verifiqué la hora llevándome la sorpresa de que solo me restaban veinte minutos para llegar a clases. Unos jodidos veinte minutos en que toda mi mañana se volvió un desastre y una carrera contra el tiempo para salvar lo poco que me quedaba de mi vida universitaria.

«Tengo un problema», recuerdo que me dije.

Después de eso, salí como alma que llevaba el diablo de mi pequeño departamento rentado por un monto que no era más que un robo pero que aun así tuve que aceptar... con la esperanza de encontrar el maldito transporte público a tiempo para poder, al menos, llegar unos dos minutos tarde si mis cálculos no fallaban. Pero recordé que mi maldito día iba para peor cuando tras hacerle una señal al transporte este no hizo el intento de detenerse y hacerme un espacio entre los demás pasajeros para subirme y parecer una sardina en medio de todos esos desconocidos que seguro deseaban que no abordara para quitarles el poco espacio personal que ya tenían. No les miento que pensaría lo mismo en su lugar, pero al verme en la necesidad de llegar a tiempo en mi mente los mande al carajo por usar un lugar que me correspondía. Aunque claro, al casi ser la mera hora de entrada a sus trabajos o la escuela, siempre, siempre, esas cosas llamadas transporte publico pasaban a convertirse en latas de sardinas.

«Tengo dos problemas» me lamenté cuando me resigné a esperar el siguiente transporte. Creí que nada podría empeorar luego de eso, porque si no lo tomaba llegaría demasiado tarde a salón de clases. Eso sin contar que aun así debía emprender otra jodida carrera universitaria hasta el edificio que, por obras del maldito ingeniero que decidió construir esa universidad, se encontraba hasta el otro lado. Lo siento, pero no puedo evitar soltar insultos o maldecir a la gente cuando me enfado.

Pero ¡hey! el destino aun no tenía suficiente con eso. Si van a instituciones en las que sus integrantes se preocupan por sus alumnos, seguramente antes de ingresar debe mostrar una identificación que los haga parte de su escuela, de lo contrario no pueden pasar... y ese fue mi maldito caso. Casualmente, entre todas las cosas que debía portar cuando salí disparada de mi departamento, la más importante se quedó tomando vacaciones sobre la mesita de noche al lado de mi cama, seguro que disfrutando de ese sueño que yo no al esperar impaciente a que sonara mi alarma; lo que significaba para mí no poder ingresar, no llegara mi salón de clases, no presenta mi examen y lo peor: poner en riesgo lo último que me quedaba de vida universitaria.

«Okey, tengo muchos problemas» concluía cuando mi firma estuvo en un pedazo de papel en donde aceptaba un compromiso que no me molesté en leer, seguro que se trataba de una labor social o algo parecido con la universidad, ya preguntaría más tarde. El caso es que al fin logré entrar y emprender esa maldita carrera universitaria que ya me tenía hasta la madre, al igual que mi vida en ese momento.

Mundos diferentes (RE 6) |Piers Nivans|Where stories live. Discover now