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Una compra extraña

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Fin de semana. Quien diría que apenas habían pasado un par de días desde lo que sucedió con Adam. Tan tranquilo, aunque por mi lado ha sido difícil continuar con la rutina si a cada rato me acuerdo del maldito momento que pasé por culpa de ese chico del que por mala suerte me enamoré... o simplemente me atrajo demasiado al punto de querer escribirle una carta, no estoy segura. La cosa es que quiero odiarlo, pero no puedo.

Algo que si me ayuda a no pensar demasiado en ello es mi empleo de medio tiempo, soy camarera en una pequeña cafetería que encontré por casualidad un día que salía de la universidad cuando recién comenzaba a estudiar aquí. Tardé un poco en abrirme y hacer amigos que ahora ya no trabajan ahí por sus sueños de hacer mucho más, como yo podría hacerlo cuando termine mis estudios, claro. Pero hay una chica que ha permanecido aquí, incluso llevaba más tiempo antes de que llegara, tal vez porque realmente ama este empleo y le gusta repartir sabores dulces y a veces amargos a cada persona nueva todos los días. Socializar creo que le llaman, algo que a mí me cuesta montones lograr, sin embargo, eso no quita el hecho de que me he relacionado muy bien con ella.

Su nombre des Ness, una chica al menos unos cinco años mayor que yo, de cabello castaño y liso que me provoca envidia porque no tiene la necesidad de peinarse todas las mañanas, solo le basta acomodarse su cabello con un moño alto y pareciera que pasó horas toda la mañana tratando de conseguir ese buen peinado. Creo que algunas no fuimos elegidas por el señor. Su personalidad es muy amable, te gesta esa confianza para hablar de lo que sea y es muy buena para dar consejos de casi todo, aunque aún no me he dado la tarea de hablar sobre chicos con ella, es muy vergonzoso para mí, lo confieso. Fuera de ello, me ha ayudado bastante en lo que respecta a atender clientes de todo tipo o incluso ella misma se ocupa de aquellos que son problemáticos y me evita la pena de no poder responderles como es debido si me faltan al respeto, porque no es algo que pueda hacer, más bien no me sale el coraje para ello.

Su gusto por la cocina también me lo ha contagiado, tanto que me ha pasado un par de recetas para hacer los deliciosos postres que luego le piden con apremio, aunque ha sido para apoyarle cuando el cocinero oficial se ausenta algunos días. Y los cafés ni se digan, la mayor parte de las mañanas —en aquellas que tengo tiempo para todo antes de irme a clases— me preparo un delicioso café que disfruto a más no poder antes de llegar al estrés total de la escuela, o bien para poder permanecer despierta en días cargados de trabajos. Me ha ayudado bastante y le debo tanto que por ello he permanecido en este trabajo para apoyarle en todo lo que pueda, aunque a veces sea al revés.

Como todos los días, o la mayoría de ellos, mi hora de salida llegó. Seis treinta de la tarde. Y como siempre, terminaba por limpiar las mesas y acomodar las sillas mientras ella se ocupaba de lavar trastes y acomodarlos en las alacenas. Había sido una semana cargada de trabajo y con ello de mayores propinas que vendrían junto a la paga que recibiría esta semana, lo suficiente para completar el monto aproximado de lo que costaría mi siguiente videojuego.

—Ha sido un largo día ¿No lo crees? —me preguntó terminando de apilar los últimos platos en una de las tantas alacenas de la cocina. Su rostro se veía cansado, pero sus ojos color chocolate no dejaban de brillar como todos los demás, lista para trabajar.

—Si, lo creo —asentí recargándome en la barra divisora de la cocina y el salón principal para los clientes—. Aunque el lado positivo es que ya ha terminado —sonreí con gracia al notar la arruga de su nariz ante mi comentario.

—Habla por ti —se quejó enseñándome la lengua—. Al menos tú ya puedes irte. Yo debo quedarme un poco más.

—Pero te agrada estar aquí —puntualicé—. Estar aquí es tu vida, lo he visto. Siempre de desvives por preparar los mejores postres y atender a los clientes.

Mundos diferentes (RE 6) |Piers Nivans|Where stories live. Discover now