Cristal

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Les voy a comentar algo gracioso y un poco sad: era elegible para los watys pero, estaba tan en mi volada personal que ni siquiera leí el mensaje. Que sad. Quizá haga el esfuerzo y pueda lograr algo en los watys de este año con alguna otra historia. Quizá la misma.

Sooo.

Manden temas tristes para seguir escribiendo, que se me acabaron :D

Pasen unas muy felices fiestas y esperemos estarpresentes ahora que hay tiempo.

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No solía ir al patio delantero de su casa, a menos que hubiese algo realmente interesante para él o todos los lugares privados de la casa estuviesen ocupados. Fuera de una buena cantidad de plantas que estaba seguro de que, su mamá, había plantado y del que se encargaba cada tarde, no había ni un asiento más que los escalones de la puerta. Porque nadie iba ahí. A sus cortos cuatro, Sasuke sabía que pasar mucho tiempo en la entrada era igual a que alguien le pisara o le empujara con el pie, lo que no era nada atractivo para él. Si su padre lo encontraba ahí, sólo lo regañaría por obstruir el paso, y su hermano se burlaría de él. Ninguna de estas dos posibilidades le había atraído nunca, por lo que siempre optaba por evitar la entrada y ya.

Pero la curiosidad había sido más grande.

Sasuke sólo había conocido otros niños de su edad a la pasada. Cuando su padre y su mamá iban a reuniones del cuerpo de policía, lo dejaban en una sala con niños de todas las edades y una señora que siempre les daba dulces. Él siempre se había ido a un rincón a leer o a intentar escribir con sus crayones, bastante reacio a conversar con ellos. ¿Y de que hablarían, si los niños de su edad con suerte podían dibujar? A Sasuke le gustaba leer con su mamá, le gustaba aprender palabras y jugar con la espada de juguete que su papá le había regalado. Entrenar como Itachi para ganarle alguna vez y su mamá le dijo que podía, que podía hacer cualquier cosa. ¿Pero hablar con otros niños?

Naa, eso no.

Las niñas eran horribles, lo miraban como si fuese una muñeca que tenían que comprar. Y los niños lo llamaban un pesado. Y a él tampoco le agradaban, dicho sea de paso, así que no le importaba demasiado.

Pero.

Siempre el pero.

Hace unas semanas había acompañado a su mamá a comprar tomate y les había visto. A esos niños jugando a la pelota. Su madre sólo se había detenido un momento con él, pero había sido suficiente para despertar su curiosidad. De los cuatro niños que jugaban, él sólo conocía a Shikamaru, pero su conversación había sido más bien poca –él lo tenía por vago–. Sin embargo, no pensó en que seguiría pensando en eso después.

Sin embargo, cuando Itachi llegó y empezó a practicar kendo en el patio de la casa, su cabeza se fue hacia esa dirección. Ganarle a su hermano en kendo era lo importante.

Sorpresa había sido la suya cuando días después se percató que jugaban bastante cerca. Técnicamente en su calle. Al principio sólo había salido a observar de la puerta unos minutos, como para que su madre no se percatara y que no hubiera preguntas.

¿Como podría explicarle que se había sentido curioso hacia lo que hacían esos niños? ¿Él, después de todo lo que había dicho? Que... ¿Qué había tenido la tentación de ir a jugar?

Sin embargo, los días pasaban, y Sasuke seguía yendo a mirar desde su puerta. Enojado por querer ir y técnicamente no poder hacerlo.

Pero su madre tenía un don para leerle la mente con el que no contaba.

Si quieres, puedes ir a jugar con ellos –mencionó ella, acercándose el día anterior con una bandeja con manzanas en forma de conejo. Sasuke, que le encantaban las manzanas en forma de conejo, se volteó un momento para mirarla con real curiosidad y porque no, vergüenza. ¿Cómo se había dado cuenta que estaba ahí, si lo había ocultado muy bien? Hasta había encontrado un sector en el antejardín donde cabía perfectamente y que estaba lejos de la puerta. Sólo había transportado un banco plástico que dejaba en el jardín trasero y adiós evidencia. –Está bien, no hay ningún problema... aunque esté... ya sabes –su mamá titubeó. Sasuke no entendió a que se refería, pero era descortés no hallarle la razón. Su mamá no era una mentirosa.

¡Es culpa de su aroma!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora