Un único libro

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—¿De verdad te vas a quedar aquí tu sola? —Andrea me habla haciendo pucheros—. A mis padres les encantaría que vinieras, lo pasaríamos genial.

Andrea entra en mi habitación abanicándose con una mano y tumbándose en mi cama, mientras contempla como limpio cuidadosamente las hojas de mi Anthurium. La planta ha sido un obsequio suyo, tenía pensado regalarme un perro, pero a nuestro casero no le hacía mucha gracia, así que optó por algo que pudiera cuidar y que no tuviera que sacar a pasear.

Ella es así, alocada, impulsiva y durante el último año mi mejor amiga. No puedo evitar pensar en Ruby y en la llamada que la debo, hablamos al menos un par de veces a la semana a pesar de la diferencia horaria, da igual la distancia, nunca ha dejado de estar a mi lado.

Dejo el pulverizador sobre la mesa y me acuesto a su lado, las dos con la vista fija en el techo, mirando las pegatinas de estrellas que se iluminan cuando no hay luz.

—Tengo que terminar el proyecto de la Universidad y un trabajo en el restaurante del puerto, pero prometo ir a verte en el momento que me den unos días libres.

El sonido del timbre hace que salga disparada a contestar al telefonillo, sus padres ya han llegado a buscarla.

—Te voy a echar de menos, mucho —me dice dándome un abrazo de oso al que yo respondo con la misma intensidad—. Disfruta un poco y dale una oportunidad a alguno de esos chicos a los que no les haces ni caso —sonríe ante mi cara de disgusto, nunca ha entendido por qué no he salido con nadie —,  llámame ¿vale?

La acompaño a ella y a sus tres maletas al ascensor y la veo desaparecer cuando las puertas se cierran. Tengo todo el piso para mi sola hasta septiembre, Bea ya se fue a casa la semana pasada. Vuelvo a la habitación y saco del fondo del armario una caja de zapatos, dentro un libro que pedí imprimir, uno solo, no está a la venta, va dirigido a una única persona. Huele a nuevo, con ese olor característico del papel recién sacado de la imprenta, paso con cuidado las hojas y vuelvo a meditar si es correcto lo que voy a hacer. Al fin y al cabo, no pierdo nada, existe incluso la posibilidad de que no lo lea. No encontré otra manera de poder explicar todo lo que había ocurrido y por qué hice las cosas que hice. No es que quiera su perdón, ni siquiera espero que contacte conmigo, tan solo que lea mis palabras. Nada más íntimo que esa especie de diario en el que he escupido, vomitado y llorado las vivencias que desde un principio le tenía que haber confiado.

Inspiro con fuerza y me concentró en escribir con mi mejor letra la dedicatoria.

Lo siento si te hice daño, no fue sin quererte, sino sin querer.

Olivia

Lo empaqueto con cuidado y anoto la dirección que Ruby me ha conseguido, dejó para el final su nombre, porque tan solo escribirlo me duele. Cuelgo el bolso sobre mi hombro y salgo precipitada hacia la oficina de correos, no quiero arrepentirme. Con el resguardo en la mano salgo al sol del mediodía que entibia mi piel, me pongo las gafas para protegerme de mis propias lágrimas, que parecen que no se van a detener nunca, y vuelvo a la rutina intentando no pensar en lo que acabo de hacer.

¿Y si después es nunca? Where stories live. Discover now