Si me ves separada es porque todo se junta

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Junio – Bitácora de tierra

A veces me gusta tener razón. Si esas veces implican que me sienta mejor, me alegro aún más. Ha pasado casi una semana desde que Kyle se fue. Tal y como vaticiné, el traslado, el nuevo instituto y el estar rodeado de su gente, han hecho que se calme. Solo he recibido un par de llamadas, mensajes a diario, aunque cortos y llenos de fotos. Quizás una relación a distancia es lo que necesito para mantenerla.

Estoy ojeando mi móvil, otra vez, mientras escribo. Lo único nuevo, el reloj marcando cinco minutos más desde la última vez que lo miré. Después de intentar combatir mi ansiedad con hierbas no legales, me he esforzado en recordar lo que declaré en esa llamada impulsiva. Liam me escribió esa misma noche, desea quedar conmigo para que le explique que quería decir. «Ya hablamos» respondí de manera escueta, porque no tengo ni puñetera idea de qué fue lo que le solté. No debe ser nada bueno si quiere hablarlo en persona. Ninguno ha vuelto a dar señales de vida. Aquí lo puedo admitir, esperaba que insistiera. Estuve tentada en ser yo la que escribiera, pero no se me ocurría nada. Tengo miedo que me deje en visto y comerme la cabeza preguntándome por qué no responde. Decido abandonar y engullir las ganas que tengo de oír su voz.

☼ No pensar en Liam, ni en su cuerpo, ni en su cara, ni en sus labios.

¿Qué te dije, Olivia? No pensar en Liam.

Ruby se ha pasado toda la semana riéndose de mí, al parecer he perdido facultades como chica mala por tener un amarillo. Puede que tenga razón, ya no recuerdo la última vez que me fumé un canuto. En mi defensa, que es también un ataque, ninguno de los tres hemos recurrido a un porro en más de un año, y mira que estuvimos sometidos a presión. Será que nos estamos haciendo mayores. Grant es un hombre casado, al que por fin han dejado entrar en casa de su mujer. Las gracias se las tiene que dar a Gabriela. La hermana de Ruby allanó el camino y después del disgusto inicial, pueden comer perdices en la minúscula cama de la habitación. No me hago a la idea de que ahora sean el señor y la señora Brown y que a final de mes se vayan a vivir juntos.

Sola. Ridícula. Sin amigos. Lejos.

No pienso. Intentó ocupar todas las horas. No pensar se ha convertido en mi nuevo mantra. Si tuviera que describir mi cabeza, sería un gran salón rodeado de puertas. Hay una claraboya donde se filtra la luz (sobre todo si estoy con Liam), pero la mayor parte del tiempo es de noche. Cada una de las puertas está perfectamente etiquetada, si las abres hay un montón de estanterías en impecable orden. Ruby y Grant tienen sus propios accesos, mi madre también. Hay otra para los recuerdos en la que Luke ocupa un lugar especial, esa la abro a menudo. La que tengo cerrada con un candado es la de las cosas que no puedo solucionar/ que me agobian/ o que no entiendo. Esa es la que se resquebraja, dejando caer la suma de mis preocupaciones en mi aséptico salón, llevándose el aire de mis pulmones. Todo está desordenado y caótico cuando la cerradura cede, cada vez pasa más a menudo y no sé cómo arreglar o deshacerme de esa sala que sin descanso ocupa más espacio.

—¡Olivia!

La voz de mi madre llega hasta mi cuarto. Cierro el cuaderno, porque eso es lo que es, un cuaderno, no un diario. No hay fechas salvo el mes y no todos escribo algo. Es una bitácora de tierra donde voy anotando lo que se me pasa por la cabeza, incluidos los problemas de resistencia de materiales. Lo guardo tras la cómoda y me dejo llevar por el olor a beicon que proviene de la cocina. Mamá está preparando tortitas y cantando una canción que suena en nuestra vieja radio. Me sonríe como cuando era pequeña, brota de ella una carcajada ligera al verme quieta en la puerta con los ojos abiertos de par en par. No es para menos. Viste unos vaqueros con una blusa salpicada de pequeñas flores violetas. Se ha cortado el pelo que ahora descansa bajo su mentón. El amarillo pollo ha desparecido de su cabello y lo ha sustituido por un rubio castaño. Luce más joven y caigo en la cuenta de que lo es, tan solo tiene treinta y cuatro años.

¿Y si después es nunca? Where stories live. Discover now