A un solo error de acertar

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Me despierto desorientada. Abro los ojos y no soy capaz de reconocer el lugar. La cama es grande, la habitación luminosa y las sábanas suaves. Enfoco mi mirada al frente, hacia el trozo de pared pintada de pizarra. Reconozco mi letra, un problema a medio borrar, el número de vuelo a San Francisco y una frase: «No te creo». Es entonces cuando me doy cuenta de que ya no estoy en Watts y que mi nueva vida no es un sueño. Giro la cabeza y veo la foto enmarcada, la de la graduación de Ruby en la que estamos todos, incluida mi madre y Bill. Bueno, eso no es del todo cierto, Liam no aparece en el momento feliz porque no asistió. Hace dos semanas de la ceremonia, un evento al que no faltamos. Ruby estaba radiante con la ropa que le regalé por su cumpleaños y Grant acaparó todas las miradas con el traje que Liam le había prestado para la ocasión, hasta yo me atreví con un vestido y unas sandalias de tacón. Bree se encargó de retransmitir el acto, en riguroso directo, para que la familia de Ruby no se perdiera nada. Me sentí orgullosa al ver a mis mejores amigos recoger los diplomas, enfundados en las togas y birretes, sin ningún tipo de resquemor por no estar con ellos. Todo pasa por algo y lo que no pasa tampoco es una casualidad, el hecho de no ir todavía a la universidad me va a permitir vivir con mi madre de una forma diferente a lo que estábamos acostumbradas, es bueno para las dos.

Ese día tuve un día rojo, como Holly en Desayuno con diamantes, cuando tienes miedo y no sabes por qué. Mi miedo es la indiferencia y la falta de contacto con Liam. Cumplió su amenaza y no he tenido noticias de él. Hizo una videoconferencia, yo estaba en el restaurante cuando llamó desde Nueva York, fuera del encuadre de la pantalla, viendo su imagen de refilón y dejando que su voz grave se clavara como pequeñas agujas en mi persona. No estaba deprimida porque hubiera engordado, o porque lloviera mucho, por eso mi día iba más allá del negro. Estaba triste porque me había encargado de estropearlo todo, por haberlo alejado y no tener ni siquiera un lugar como Tiffany's al que ir, ni un gato al que poner nombre. Me imagino A George Peppard diciéndome, «Nena, tú estás metida en una jaula. Tú misma la construiste. Y tus límites. No importa a dónde huyas, te enjaularás en tu propio ser». Se ha ido a pasar el verano a su casa, o eso es lo que he entendido, mi orgullo me prohibió preguntar, el mismo que ha hecho que no llame o no escriba, a pesar de que me levanto y me acuesto pensando en él, castigándome por lo mal que me comporté. Intento persuadirme de que ha sido lo mejor, pero no resulto muy convincente.

Bajo con mi camiseta amarilla de Jose Junk Cars, sigo sin acostumbrarme a los pijamas, y me pongo un pantalón de chándal para no incomodar a Bill que está desayunando con mi madre en la cocina. Los oigo reírse y dedicarse palabras cariñosas, a veces es como estar en un anuncio de detergente, donde todo es perfecto y las manchas de café se van solas. Me recorre un escalofrío al pensar que los comerciales no duran para siempre y me sacudo el desasosiego, sintiéndome desleal con la felicidad de mi madre.

—Buenos días, cariño —la nueva Nora, a la que estoy descubriendo y que está encantada con su estrenado papel, me recibe con un beso y  un zumo de naranja en la mano.

—Buenos días, Olivia —me saluda Bill con una sonrisa amable.

—No puedo pedir la mañana en el trabajo para llevarte al aeropuerto, pero Bill puede ajustar algunas reuniones.

—No es necesario, de verdad. Cogeré el autobús y aprovecharé para leer durante el camino.

Mi madre asiente con la cabeza sabiendo que no voy a cambiar de opinión y le dirige una mirada cómplice a su novio para que no insista.

—¿Sabes cuánto tiempo te vas a quedar?

—Un par de días, tres como mucho. Depende como se tome Luke las malas noticias.

—Mejor será que estés preparada, va a sacar todo el arsenal que tiene. Aunque vayas de dura, en el fondo eres una blandengue.

Pongo los ojos en blanco, se supone que soy una tía fría y malhumorada, ¿por qué se empeñan todos en prever que no voy a ser capaz de terminar con la relación?

¿Y si después es nunca? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora