No puedes fotografiar algo que ya ha acabado

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—¡Aj! ¡No puede ser! —me digo a mi misma al ver el nombre de Kyle en el teléfono. Lo sostengo en la mano y decido no contestar, lo que origina un aluvión de mensajes.

Mi novio ha hecho de esta semana un infierno. Solo faltan un par de días para que se mude y lo tengo pegado a mí como un mal catarro. Me busca a todas horas, me llama sin cesar, escribe desde clase, provocando que mi ansiedad suba como los grados de un termómetro.

Intento olvidarme de él ordenando los trabajos que tengo que entregar. Las últimas semanas de curso son muy lucrativas, todo el mundo me busca para que le haga uno, previo pago, claro está. El móvil vuelve a sonar, enfurecida contesto sin mirar la pantalla.

—¡¿No te estás pasando un poco?!

—No recordaba que tuvieras tan mal despertar —la voz de Ruby me calma por un momento y me asusta a la vez. Ella apura hasta el último segundo antes de levantarse y aún faltan dos horas para que comiencen las clases.

—¿Estás bien? ¿Ha ocurrido algo malo?

—Tranquila —su voz suena apagada—. ¿Podemos vernos antes de entrar?

—Por supuesto, quedamos en las gradas del campo, a esta hora no habrá nadie.

—Vale, en media hora.

—¿Va todo bien? —pregunto preocupada.

—Sí, solo quiero comentarte algo. Te veo allí.

Está claro que algo pasa, mi mente piensa a toda velocidad. ¿Estará embarazada?, no sé si podría digerir una noticia como esa, a lo mejor ha discutido con Grant, o con sus padres por lo de la boda. Imaginando mil y una posibilidades, recojo a toda prisa y salgo sin desayunar. Aparezco antes que ella, espero sentada en el banco de piedra que está muy frío a esas horas de la mañana, mirando agitada a lo lejos, hasta que la veo llegar. Mi nerviosismo va en aumento, intentando averiguar que es eso tan importante que ha hecho que Ruby Morales madrugue. Se sienta a mi lado, aunque se ha maquillado, el corrector no puede esconder las señales de una buena llantina.

—Si no me lo cuentas ya, me va a dar un ataque. ¿Qué ha ocurrido?

—Grant ha tenido una pelea, una muy grande. Se ha presentado en mi casa a las dos de la mañana —comienza a llorar e intenta limpiarse con un pañuelo arrugado al que ya le ha dado demasiado uso—. Tenía la cara hecha un cuadro y la camiseta llena de sangre, ya sabes... como antes.

Esa referencia al pasado hace que un escalofrío me recorra entera. Abrazo a Ruby intentando ser paciente para que me cuente todo con más detalle.

—¿Con quién se ha pegado?

—Primero con su padre y luego con su hermano. Hoy hace cuatro años de aquello, sigue sin llevarlo demasiado bien.

"Aquello", menudo eufemismo para enmascarar un asesinato, porque por muchas veces que repitan que fue un accidente, para nosotros siempre fue un crimen.

—No entiendo — respondo confusa —Grant nunca ha tenido broncas con su familia por este tema, si ni siquiera hablan de ello, como si no hubiera pasado.

—Pues al parecer ayer lo hicieron por primera vez —me mira angustiada—. No sé muy bien que pasó, estaba muy alterado, no entendí ni la mitad de las cosas que dijo. Solo me visitó para avisarme que se iba al piso de Venice.

Un silencio tenso se acomoda entre nosotras, interrumpido por algunos alumnos que llegan para fumar antes de que toque el timbre.

—Estoy muy preocupada —le paso un pañuelo limpio y la oigo sonarse, el rimel cae de sus pestañas dejando surcos negros en su cara.

¿Y si después es nunca? Where stories live. Discover now