A veces caer también nos enseña cosas

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La conversación que he tenido con Ruby, en la que le he asegurado al menos diez veces que Grant está bien, la he mantenido dentro del coche de Liam. He montado como un autómata sin saber muy bien hacia donde nos dirigimos. No me he atrevido a hablar y él tampoco ha hecho ningún intento, se ha dedicado a tararear todas las canciones de la radio, hasta las malas. Tras media hora de viaje, que me parece excesivo para buscar un sitio para comer, decido preguntar.

—¿Dónde vamos?

—¡Vaya! Pensé que después de hablar tanto por teléfono te habías quedado muda.

Gira su rostro hacia mí con esa sonrisa perfecta que me desarma, para continuar con la vista al frente dando golpes al volante al son de la música.

—¿Si no hubiera dicho nada, no me hubieras dirigido la palabra? —pregunto con cara de sorpresa.

—Quería saber si eras capaz de pasarte todo el viaje sin hablar, como una especie de medidor de lo mal que te caigo.

—Le caes bien a Grant, eso es suficiente.

—¿Y te gustan todos sus amigos?

—La mayoría no.

—Me lo tomaré como un cumplido —responde sonriendo.

Giro mi cabeza hacia la ventanilla, intentando deducir por el paisaje hacia donde vamos, esperando que él continúe con la conversación. No sé si es una táctica o si le gusta cabrearme, pero el silencio amortiguado con canciones horrendas, me pone tensa, hasta tal punto que mi pierna no deja de temblar. Su mano se posa sobre ella deteniendo el movimiento, un gesto que ya empieza a ser habitual y que funciona como un tranquilizante.

— Grant me ha dicho que tu novio se traslada.

—¿Has estado haciendo preguntas sobre mí?

—Sí, y también se las he hecho a Bree. No obstante, prefiero que tú me des la información, es más fiable.

Dudo si contestar. El asunto de Kyle me tiene muy agobiada y no he podido hablar con nadie. Si Grant ha sido capaz de confiarle un tema tan personal, como es lo que pasó con su hermano, quizás yo deba probar.

— Se va a vivir a San Francisco. Su padre ha encontrado trabajo allí y a él le han dado una beca.

—¿Es eso lo que te tiene tan gruñona?

—Entre otras cosas, o a lo mejor soy así, gruñona y borde —contesto con ironía—. ¿Soy una mala persona por sentirme aliviada de que se vaya?

Mi pregunta le pilla desprevenido y por un momento no sabe que decir.

—No sé que clase de relación tenéis, pero no debe ser muy buena si alivio es lo que sientes.

— Llevamos dos años saliendo, eso le decimos a todo el mundo, aunque no estoy segura de que el primero cuente. Cortamos tantas veces, que no sé si llegamos a salir tres meses en todo ese año —cojo aire y sigo reflexionando en voz alta—. Le quiero, pero no de la misma manera que él me quiere a mí, desde que dijo que se iba, solo hago que pensar que lo nuestro era más una amistad que otra cosa.

—¿No te habías dado cuenta en todo este tiempo?

—Salir con Kyle es cómodo. Soy una persona muy difícil de querer, y él lo ha hecho a pesar de todo, se lo debía.

—Estar con alguien porque creas que se lo debes, no me parece muy sano.

—No lo es, sin embargo, los dos hemos sido muy tóxicos. Él con sus chantajes emocionales, cada vez que intentaba dejarlo, y yo aceptándolos porque nunca tuve claro si estaría mejor sin él. Quería terminar y a la vez quería seguir. ¿Tiene alguna lógica?

¿Y si después es nunca? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora