El miedo no es más que un deseo al revés

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No sé dónde se ha ido mi fuerza de voluntad, solo sé que ha desaparecido. Un único culpable, Liam Clayton. Me había hecho el firme propósito de no contestar y que pasara de amigo a conocido. Es evidente que no ha funcionado.
«Quiero más», esas palabras son las que quebraron mi determinación. Nos enviamos mensajes a diario, incluso me ha llamado un par de veces, conversaciones que no son muy profundas, por mucho que él lo intente.

No he solucionado lo de Kyle, tuvimos una discusión descomunal por lo del billete de avión. A veces creo que este chaval necesita un psicólogo, sobre todo después de recibir una llamada de su madre. ¡Su madre!, la señora que no me soporta, ahora le debo parecer mejor persona tras conocer mi cambio de residencia. Según ella, Kyle no sale de su habitación y se pasa el día llorando. Me ha pedido, por favor, que lo llame y que acepte ir de visita a su casa. Me siento culpable, aunque no debería. ¿Cuántas parejas de mi edad han roto y seguido con su vida? No tengo datos, pero tampoco dudas, de que son un montón.

Arrincono el tema de mí "no novio" para otro momento, ocupa demasiado espacio en mi cabeza y lo necesito para cuestiones más urgentes. La primera, ir a ver a mi madre. Ha empezado a trabajar, antes de lo que esperaba, en una empresa de armarios, en el mismo polígono donde se encuentra la central de Bill. En un primer momento quiso renunciar, no se lo permití, por supuesto, a pesar de lo mucho que protestó. No quería dejarme sola en Watts mientras ella vive en Santa Mónica. Prometí que la mayoría de los días me quedaría en casa de Ruby, una mentira piadosa para que se quede tranquila. Con Grant viviendo allí, espacio no sobra.

Estamos a una semana de finalizar las clases y ya hemos empezado con la mudanza de los señores Brown. Sigo sin asimilar que sean una pareja casada. Mi madre y yo poco tenemos que trasladar, libros y algún que otro recuerdo, el resto quedará en esta casa que ya huele a olvido. Aviso a Ruby de que estoy en camino. Iremos juntas en mi coche, seguidos por la furgoneta que el jefe de Grant le ha prestado, y así mover los muebles que han dejado los padres de Ruby. Otro cambio más. Se han ido a Oregón con Gabriela y no van a asistir a la graduación, si su hija pequeña ya no va a vivir con ellos prefieren quedarse cerca de sus nietos. Mi amiga no lo lleva demasiado bien y su marido pasa las noches consolándola, espero que ver amueblado el piso consiga animarla.

—¡Ya estoy aquí! —Grant saca la cabeza de la camioneta y me envía una mirada de auxilio.

—Tienes que entrar y hacer que pare de llorar o sino no vamos a terminar nunca.

La casa está desmontada casi en tu totalidad, desnuda, sin cortinas, con marcas en las paredes donde se sujetaban los estantes con fotos. Entiendo que Ruby esté desconsolada. Su hogar aparece hecho jirones, como si lentamente le hubieran arrancado la piel a tiras. Deslizo mis dedos por las puertas, entro en la cocina, si cierro los ojos, puedo el oír el eco de nuestras risas. Hace un año teníamos muchos proyectos, pero no imaginábamos que en cuestión de un mes la vida nos precipitara por un barranco de futuros. Las cajas se apilan en pequeñas montañas coronadas con la pulcra letra de Ruby, cocina, comedor, baño... a la espera de ser ordenadas en un nuevo lugar. Subo a la habitación, solo queda el colchón en el suelo y una maleta abierta. Está sentada en el quicio de la ventana, la misma que nos ha visto salir y entrar a lo largo de los años, guardiana de innumerables secretos que desvelamos en ese cuarto.

—¡Ey! —saludo acariciando su espalda.

—No me habría casado si hubiera sabido que se irían después.

—Sabes que no es cierto, no abandonarías a Grant ni por todo el oro del mundo —Se abraza a mí y dejo que moje mi camiseta.

—Podríamos habernos ido a Portland con ellos.

—Dime, por favor, que no te has quedado aquí por mi culpa —Estoy asustada ante la posibilidad de que sea la causa de sus elecciones.

—No te creas tan importante —me dice golpeándome el hombro— el clima de Oregón es un asco. ¿Cuándo nos hicimos mayores, Olivia?

¿Y si después es nunca? Where stories live. Discover now