VEINTITRÉS

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La tarde del domingo, mientras Toru y Kaede estaban tomando una siesta, Satoru decidió salir a dar una vuelta por el pueblo, con la intención de despejar su cabeza y estar de un humor más amigable para cuando los ancianos despertaran.

Apenas unos minutos atrás, Satoru había mantenido una llamada telefónica con su padre, quien no esperó ni dos segundos antes de gritarle y advertirle que debía comportarse. Si dijera que no estaba esperando eso, sería una terrible mentira.

Sabía qué Geto les contaría su verdad a sus padres, quiénes no iban a dudar en ir a quejarse con los Gojo, después de todo, no era un hecho desconocido que nunca les cayó bien, pero no le importaba. Sin embargo, lo que sí le molestaba era que su ex siguiera enlodando su nombre.

Satoru estuvo a punto de contarle a que fue Nanami quien envió a Geto con aquel hombre que lo estafó, tenía, en realidad, toda una historia que había estado maquinando durante la noche, preparándose para la temible llamada, pero al final, las palabras se atascaron en su garganta.

No podía hacerle eso a Nanami.

No jugaría de la misma manera en que Geto lo hacía. Y, de todas formas, no era como si su amigo le hubiera pedido a ese tal Toji que estafara a un adolescente molesto, según las palabras del mismo Nanami, los envió con él porque el tipo daba miedo. Lo que sea que su antiguos amigos hicieron para molestar al hombre, fue nada más que culpa suya.

Mientras caminaba, Satoru se fijó con un grupo de niños sin ningún tipo de vigilancia que jugaban con unos enormes perros en el pequeño jardín comunitario que funcionaba como una especie de parque, había tres columpios, una caja de arena y toda la imaginación que los niños tuvieran. El único defecto del lugar es que estaba junto a la avenida. Continuó su camino, dispuesto a seguir en lo suyo, sin preocuparse por un montón de infantes desconocidos, pero entonces los ladridos y gruñidos lo hicieron voltear.

Había un auto estacionado frente al jardín, un hombre de apariencia extraña se bajó, mientras que las puertas del coche permanecieron abiertas. Satoru se percató de que el tipo no iba solo. Los niños se escondían detrás de los perros, pero él sabía que no sería suficiente.

Sin pensarlo demasiado, se acercó a los niños, uno de los perros se giró para gruñirle, Satoru fingió que no le daba miedo y le acarició la cabeza, después de todo, estaban del mismo lado.

—¡Hermano! —dijo una de las niñas, levantando los brazos, Satoru la levantó sin problema.

—¿Pasa algo? —preguntó al hombre.

—Me enviaron por ese niño, de ahí —dijo el tipo señalando a un pequeño de cabello negro.

En automático, Satoru extendió su mano y el niño la tomó, no sin antes lanzarle una mirada sospechosa.

—Escucha, amigo —comenzó a decir, esperando que su lengua fuera lo bastante buena para engañar a este tipo como lo hacía con los policías de los centros comerciales que se ponían pesados—. Acabó de comenzar a trabajar para los padres de estos chicos, no puedo dejar que se vayan con cualquier finísimo sujeto que diga: "Me enviaron por ese niño" ¿Comprendes?

El hombre le dio una larga mirada, luego se subió a su auto, sin embargo, Satoru notó que planeaban quedarse ahí y no había forma de que se fuera con los cuatro niños sin ponerlos a peligro.

—¿Qué hacemos, hermano? —dijo la niña a la que estaba cargando.

—¿Alguno puede llamar a sus padres?

Los niños asintieron y Satoru le dio su teléfono a uno de ellos, pero entonces apareció un hombre que, a juzgar por su ojo hinchado y la sangre en su labio, parecía que acababa de salir de una terrible pelea.

—¿Qué haces con mis hijos? —preguntó.

Cuando abrió la boca para responder, fue la niña a la que cargaba la que le habló.

—¡Papá! ¡Los hombres en el auto intentaron llevarse a Megumi!

El hombre no dudó ni un segundo en ir hasta el auto y romper uno de los cristales de una sola patada, tres hombres más bajaron del vehículo y Satoru decidió que era buen momento para correr.

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—¡Satoru! ¡¿qué carajos haces con los niños de Toji! —gritó Kento, mientras veía al aludido cambiar el letrero de la panadería a cerrado y bajar las persianas y las cortinas.

—Estaba ocupándome de mis asuntos cuando tres hombres intentaron llevarse a ese mocoso.

—¡Me llamó Megumi!

—¡Satoru!

—Toji sabe que estamos con el hermano mayor —dijo una de las gemelas, Kento no estaba seguro de si se trataba de Maki, o de Mai.

—Perdón, no sabía qué hacer con cuatro niños —admitió Satoru—. Y estábamos cerca de aquí.

Kento suspiró pensando en que Satoru tenía una suerte de mierda, luego llamó a su madre para conseguir el número de la señora Fushiguro y poder avisarle que sus niños estaban en la panadería con ellos.

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Falling for U #1: Días de Enero [NanaGo] [Jujutsu Kaisen]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora