Destrucción (Los Morgan) [+18]

Epílogo

(Narrador Omnisciente)

Cuando Micaela Blossom cayó y se fracturo la espalda a la mitad, el mundo de Christopher Morgan se vino abajo, formando un abismo con los pocos pedazos que le quedaban del corazón. Alex no supo que decir, pero cuando la vio tirada con la mitad de su rostro deformado, y la espalda inestable, todo a su alrededor dejo de importar. A Thomas se le detuvo los latidos del corazón; estaba colapsando, y como la pelirroja sabía: él no iba a soportar estar sin ella. Reece cayó de rodillas frente a la escena de su sobrino llorando sin pudor con la mujer que más ha amado en todo el mundo entre sus brazos.

Los cuatros estaban rotos en miles de pedazos que ninguno sabía si iba a poder unir. Lo único que querían estaba, ahora, muerta. Sus ojos se habían mantenido abierto; esos azules yacían apagados; convirtiéndose en unos azules oscuros sin vida. El cabello rojo empapado de sangre. El cuerpo desnudo lleno de heridas abiertas sin haber sido tratadas medicamente. El olor nauseabundo del lugar los trajo, a los cuatro, de vuelta.

Ya se habían cumplido treinta minutos desde la huida de Antoni Mascherano e Ilenko Romanov. El ruso, quien no pudo decirle toda la verdad a Micaela, corría entre todo el bosque descalzo. Ya no había nada que hacer. Nada que arrepentirse. Él había matado a su hermana, le había inyectado hacoc a Micaela; una de las drogas más letales del mundo fabricada por mismo hermano de la pelirroja. La había traicionado, humillado y destrozado en pedazos. Y por último; la había matado, aun cuando meses antes se había casado. Cuando entre medio de la oscuridad de su habitación en Rusia, la había acariciado en besos ardientes y fogosos, demostrándole lo mucho que la quería. Se había ganado su confianza para luego destrozarla sin más.

Nadie iba a saber cuál había sido su plan. Ni ella, ni nadie, porque ahora la única persona que era la pieza final de su rompecabezas estaba sin vida.

No era venganza, era un plan que había fabricado para tenerla para él. Para arrebatarla de los brazos de aquellos hombres que él tanto despreciaba.

Por otro lado, en ese mismo momento. Regina estaba aterrizando en Londres, abrazando el frío que la recibió, y no tuvieron que decirle. Ella misma sintió el ambiente; tenso, frío, oscuro y sin vida. Las piernas le temblaron y cuando recibió un mensaje de su hijo, tuvo que retenerse para no caer al suelo.

Patrick Linguini, Simon Miller, Rachel James, Dominik Parker, Luisa Banner, Roger Gauna, Rick James, Luciana y Emma James, Ángela Klein, y todos aquellos que alguna vez conocieron la parte humana y tierna de Micaela Blossom se presentaron al funeral.

Después de que Christopher llegara para salvar a Micaela, y la vio morir entre sus brazos, hizo lo que tenía que hacer y por más que todos se interpusieron en su decisión; nadie podía sacar el cuerpo de la pelirroja de la habitación de Christopher. Habían pasado una semana antes de que el Coronel se diera cuenta que el cuerpo de Micaela se estaba volviendo fúnebre, y no podía dejar que eso pasara. Así que la tomo, nuevamente, entre sus brazos y preparo todo para su entierro.

Todo estaba mal. El ambiente. Las personas. Por una parte estaban los Morgan; quietos, sin derramar una lágrima aunque por dentro estuvieran hechos pedazos. Lo único que querían era estar solos para caerse al suelo y llorar por horas hasta que el mundo los hiciera olvidar que habían perdido a la mujer más maravillosa que les pudo dar el mundo.

Y si más, todo iba de mal en peor. Alex había dejado su puesto como Ministro General. Reece tenía que volver en tan solo unas cuatro horas a su puesto en el laboratorio. Christopher no quería ni pensar en lo que pasaría después, solo había estado respirando esa última semana; no ha comido y fumar se ha vuelto una adicción. Thomas no quería seguir viviendo. Regina... Regina se mantuvo frente al ataúd de su hija, de su pequeña niña, quien ahora estaba con los ojos cerrados encerrada en unos pedazos de madera.