prólogo

442 22 0
                                    

Un ruido en la ventana lo hizo despertarse, aturdido y sobresaltado se despertó. Un poco desorientado  fijando su mirada a cualquier dirección hasta que reparo en una libélula negra con escarcha dorada en sus alas. Estaba tratando de entrar por la ventana la cual seguía cerrada, al entender de lo que se trataba se levantó de golpe y corrió hacia la puerta.

El pomo estaba frío.

Abrió  la puerta, bajo corriendo las escaleras y se detuvo en la sala para confirmar que estaba vacía. Un escalofrío  le recorrió la columna vertebral haciéndolo consciente que iba sin camiseta, no contemplo la opción de regresar a su habitación por una. Su dorso y manos se llenaron de hilos negros que se iban trenzando entre ellos, adhiriéndose a una piel blanca que empezaba a reflejar el miedo que se había arremolinado en su pecho. El miedo tenía la apariencia de llamas y maldiciones que estaban apunto de liberarse.

No sabía que iba  hacer con lo que había pasado en la noche, pero eso carecía de importancia en este momento. Después lo resolvería, si llegaba un mañana.
Trataba de recordarme lo que me había dicho antes de irse, sabía lo que iba a suceder si regresaba, lo más probable era que lo castigaran por dejar libre a un repudiado. Un dolor se extendió en mi pecho al pensar que podría ser herido por mi culpa, pero ya era demasiado tarde para retenerlo, debí haberlo esperado, debí haber sabido que no se quedaría sin hacer nada. Es demasiado bueno como para no hacer nada, pero creí que… creí que podría salvarlo. Salvarlo a él. Pero no soy un héroe, Agatha tenía razón no puedo salvar a las personas que me importan porque no soy alguien que merece hacerlo.

Debería haberlo entendido desde el primer momento, pero quería creer que podría hacerlo feliz, creí… que podría hacer las cosas bien por primera vez en mi vida. Idiota de mi parte creer que algo sería diferente.
Empecé a correr como alma endemoniada hacia el bosque, tropezándome con las piedras y los palos que estaban en el suelo. Las espinas rasgaban mi ropa y piel, pero no sentía nada, mi pecho ardía y la cabeza me daba vueltas tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. Se había ido.

Tal vez no regresaría.

Mi piel ardía y mis ojos empezaron anublarse. Me pase la mano para limpiarme los ojos con la esperanza de aclarar mi visión, pero no funciono. Mi mente seguía intentando encontrar una solución. Un dolor  me apuñalo en el pecho obligándome a detenerme. Me lleve las manos al pecho en un absurdo intento por detener lo que sentía. Mi sangre ardía, mi cabeza daba vueltas y mi pecho parecía que le hundían un cuchillo.

No es real.

Me obligué a ponerme de pie. Tal vez si lo deseaba lo suficiente podría llegar a tiempo. Mi respiración se volvió más gruesa, intente seguir pero una luz se abrió delante de mí. Con miedo pero decidido corrí hacia ella.    

Hard Where stories live. Discover now