capítulo 1

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Lo peor de vivir en pueblo no era la falta de servicios, tampoco era el mediocre sistema de drogas. ¿Quién no tiene porros de mariguana hoy en día? No entiendo cómo  era posible. En fin, no era eso. Lo peor de vivir en un pueblo que ni siquiera tiene Starbucks  ¿puedes creerlo?, lo peor son las personas. Esas que creen que pueden hablarte solo por ser vecinos, o por verse todos los días en la calle. Odio esas personas, aunque también eran detestables los pijos, que pasaban a tu lado fingiendo que no existías.
Aun no sabía cuál me caía peor.
El ruido de la máquina registradora me saco de mis pensamientos.

-Aquí está tu cambio – dijo la señora que no había parado de hablar desde que entre en la tienda.

Otra cosa que odiaba de este hoyo de mierda era que  nunca había la suficiente gente como para fingir que no era a ti.

-Adiós – dije al recibir el cambio.

Trate de irme lo más rápido posible, pero para mí desgracia esa mujer no quería dejarme en paz.

-¿Has visto a zoe?- pregunto.
Entorne los ojos y medí la vuelta para responderle.

-¿Por qué tendría que haberla visto?- respondí. Me miró como si le hubiera dicho que estaba muerta.

-Creí que era tu amiga- respondió en tono ofendió.

Entrecerré los ojos como si con eso pudiera recordarme de quien era ella.
Moví la cabeza de la derecha a la izquierda, para decirle que no tenía idea de quien hablaba.

-creí haberte visto en la fiesta del Conmemorado con ella.- dijo en un tono que parecía más bien una acusación. Pensé en ese día, un recuerdo me asalto. Ah… era la chica del pintalabios. Oh…

-No. No era yo- dije en tono tajante y me fui antes que siguiera preguntándome.

-Te veo después – escuche que gritaba la señora para que la pudiera escuchar.

Me puse los auriculares antes de que alguien más se sintiera con la libertad de hablarme. Me había levantado decidido a pasar desapercibido, lo que menos necesitaba era que alguien quisiera ser bondadoso y amigable con el pobre chico solitario del pueblo. Me dirigí hacia el único lugar seguro de este asqueroso pueblo.

La iglesia estaba vacía con una única excepción de las almas que estaban atrapadas en ella, pero esas no contaban, me senté en la segunda banca por si alguien entraba yo podría  salir porque estaba cerca de la puerta de emergencia que estaba oculta a un lado de la figura que no sabía que era. Me quite los auriculares y agudice el oído, estaba esperando que llegara.
Siempre desde hace dos años esperaba que llegara. Saque un cigarrillo los cuales eran los culpables de mi tortuosa conversación con la de la tienda, los encendí y di una profunda calada para matar los nervios que estaban empezando a crecer. Ya sé que pensaran ¿cómo puedo fumar en una iglesia?, pero véanlo así. Aquí queman incienso como su ritual de adoración, para mi quemar un cigarro es mi señal de adoración todo bien ¿no?.

El aire empezó a mover las hojas de los árboles que estaban atrás de la iglesia, el sonido del roce de hojas secas me hacían tranquilizarme, mientras esperaba. Me levanté y camine hacia frente para quedar frente a frente con su santo, era raro ver en las cosas que creían los Giles, me percine porque aunque no fuera mi dios, era el dios de alguien. Le di una última calada al cigarrillo y lo deje en el cenicero para ver como las llamas comenzaban a arder sobre el. El campanario dio el aviso que la hora había cambiado, así que resignado a que hoy tampoco llegaría me dirigí a la salida.

Nunca llegaba.

No sabía ni porque esperaba que eso cambiara.

El camino de regreso fue tan aburrido como siempre estaba tan aburrido que incluso quería que me digieran algo para darles un puñetazo, o aunque sea que me asaltaran. Otro regalo de vivir en pueblo es que incluso carecen de criminales, la primera y última vez que entraron a robar a mi casa fue cuando recién me mude, eso termino mal, tipo con dos idiotas en el hospital con quemaduras nivel tres, no dijeron lo que les paso porque si no tendrían que haber dicho que hacían a media noche en mi casa. El caso se cerró sin mayores problemas, pero creo que fue suficiente para que esos idiotas entendieran que no tenía ganas de lidiar con ellos.
El primer año fue el peor los vecinos me hablaban y preguntaban si necesitaba algo, pero después de un tiempo entendieron que no valía la pena intentar ser amable conmigo.
Una chica que solo el Crisol sabe quién es paso junto a mí y me sonrió con esa sonrisa que las hace parecer aún más ridículas de lo que ya eran, le fruncí el ceño y seguí caminando si hubiera sido otro día me hubiera importado pero hoy no tenía tiempo para perderlo. Hoy no podía distraerme.

Hard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora