capítulo 14

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Siempre hace falta un golpe de locura para desafiar un destino
Marguerite Yourcenar
- ¿En serio? - pregunté por tercera vez.
- Es lo que los rastreadores han descubierto – respondió mi hermano por tercera vez.
Normalmente cuando te dicen que quieren hablar contigo nunca es nada bueno. Esta no era la excepción. Mi padre, Melark y yo nos encontrábamos en la sala de estrategias que prácticamente consistía en una habitación vacía con techo abovedado y unas paredes cubiertas de mosaicos de hileras de tierra y arboles los cuales se iban cambiando dependiendo lo que se les pidiera ver.
- No son muy útiles- susurre.
La mano de mi padre se extendió como si fuera a tocar algo. Una columna de hielo se levantó en el centro de la sala a la altura de una mesa normal, con una única diferencia; que no era una mesa exactamente y que en el lugar de tener una superficie plana tenía en la parte superior una maqueta de todo el territorio que necesitábamos observar. El Carrison se alzó, siempre de una manera única dejando ver las dos Cortes y los cuatro pueblos. Los colores de las virtudes del verano resaltaron entre los tonos fríos de mi gente.
- Los vestigios - dijo mi padre- se encontraron en el bosque Velado – la imagen del bosque se elevó – los cazadores informaron que la zona estaba completamente deshabitada como si los humanos fueran consientes que el lugar era peligroso. – su expresión se volvió pensativa - Lo que es extraño es que los animales parecían huir de algo, pero no se encontró nada. No había marcas de nada tampoco se encontró indicios de alguna virtud. No había rastros de peligro. Como si todo estuviera bien… - sus hombros se tensaron - pero encontraron hilos de las ropas reales de Ethel – su mirada se dirigió a nosotros – la pregunta aquí es ¿Por qué la reina estaría en tierras de humanos? ¿Por qué los humanos parecen temer sino hay señal de peligro? ¿Por qué no hay rastros reales? - esas eran demasiadas interrogantes para responder.
El bosque Velado. Lo conocía, no era exactamente un lugar agradable para estar, pero tampoco era peligroso. Bueno, no era peligroso para una virtud de fuego y menos para una reina. Además, no tenía sentido que la reina (por voluntad) estuviera allí, pero… ¿Por qué la llevarían a ese bosque? Era tierra de humanos. Los de Darthe iban a cazar a ese lugar. Sí, era verdad que poseía magia, pero todos los bosques lo tenían. ¿Por qué pasarían por ese lugar si podrían haber salido del Carrison por otro lado? No tenía sentido. Y lo peor era que nos acusaban de en secuestro tan desorganizado. Era ofensivo.  
- Yo podría descubrir lo que ocurre- propuse por sexta vez.
La mirada cansada e irritada de mi padre se posó en mí.
- No – respondió por sexta vez.
No fue una respuesta severa. Mas bien se sentía como una negación pasiva.
- Si en ese bosque hay algo – mi voz resonaba en toda la habitación – yo lo encontrare. Sabes que soy el mejor rastreador – lance una mirada a Melark – incluso que todos sus hombres juntos.
- Oye… - empezó a decir.
- Yo puedo hallar más pistas. Encontrar soluciones que no requieran un enfrentamiento innecesario. Tú sabes que puedo hacerlo.
La expresión de mi padre se volvió seria. La misma seriedad que adoptaba con las demás personas.
- Tú mejor que nadie sabe la razón por la cual no puedes hacer nada peligroso…
- Entiendo, pero… - me interrumpió.
-    Si te permití que participaras en la búsqueda y captura de Hard Langstrove, fue porque sabía que no sería peligroso y porque estabas protegido en todo momento, pero no pienses que permitiré que te arriesgues por una insensatez de encontrar a la reina. Porque no es tu Reina y no es tu responsabilidad. – la última parte la dijo prácticamente gritando.
Sabía de lo que estaba hablando. La profecía. Después de todo parecía que no podía escapar de esa maldición.
- Te entiendo, pero no quiero vivir encerrado en un palacio sin hacer nada, viendo como mi gente lucha para defenderse de algo que no es su culpa. Quiero ayudar.
Mis palabras parecían no hacerle efecto.
- Ayudas – dijo – quedándote aquí. – el enojo que estaba conteniendo exploto - ¡A salvo!
- No pienso vivir así. - trate de mantener la calma- y no pretendo dejar de luchar.
- El destino no se puede cambiar. – el dolor tiño sus palabras.
- Habrá que intentarlo. 
La preocupación era justificada. Después de perder a mi madre se había vuelto más protector respecto a mi increíble profecía. No ha a cualquiera le ofrecen la gloria y la muerte. Pero no importaba si tenía miedo, no importaba si iba a morir por intentarlo.  Morir defendiendo algo en lo que crees es mejor que vivir sin propósito.
El ambiente se había vuelto tenso con mis últimas palabras resonando en la habitación. Abrí la boca para hablar, pero Melark, el cual había estado en segundo plano durante toda la conversación me interrumpió.
- No será necesario que te involucres llamare a los refuerzos. - siempre mi hermano quitándole lo divertido a la vida.
- ¿estás seguro que no me necesitas? -  no pude ocultar mi duda
Melark, puso los ojos en blanco.
- Sorft, entiendo tus deseos de ayudar, pero… también soy consciente de la situación – parecía incomodo al decirme lo que ya sabía.  – padre tiene razón haces más quedándote al margen – se movió hasta quedar frente a mi – además… si la guerra estalla y todos morimos tu estarás a salvo.
- Como un cobarde – masculle.
- Como un sobreviviente – afirmo poniendo su mano en mi hombro en un gesto reconfortante – y único heredero al trono.
Esas palabras no tenían ningún efecto en mí. No era tan idiota como para creer que gobernaría el Carrison. Mi destino no era ese.
- Como tu dijiste, entiendo tus deseos de querer hacerme sentir mejor, pero los tres sabemos que eso nunca pasara – mire a mi padre tratando de sonar desinteresado como si no fuera de mi de que hablaba – el pueblo nunca aceptara a alguien como yo…
- Sorft… – trato de interrumpir mi padre.
- No lo aceptarían. Y creo que no lo merecen – me recordé de la profecía y de lo que implicaría convertirme en rey solo para morir – ni siquiera es justo que tengan un príncipe maldito.
No dijeron nada porque no había nada que decir. Me solté de Melark, y me dirigí hacia una repisa de libros que había ha parecido ante mis deseos de información. Tomé un tomo y lo volví a poner al recordarme de Hard.
- ¿a los prisioneros de Marfil les dejan las esposas? – adopté el tono más desinteresado que pude mientras hojeaba otro libro.
Los dos se giraron para verme. Melark frunciendo el entre cejo y mi padre con evidente curiosidad ante mi repentina muestra de interés por temas tan ajenos a mi personalidad.
- ¿Por qué la pregunta? – pregunto mi padre.
Me encogí de hombros al tiempo que miraba la portada del libro que tenia en las manos. Skliros.
- Simple curiosidad – dije.
Melark, me lanzo una mirada de desaprobación.
Todos saben que la cárcel de Marfil es la que tiene la mejor seguridad de toda la Corte. Pero resultaba raro que le hayan dejado las esposas de Akasha. Al menos desde mi punto de vista es innecesario, aunque se trate de Hard.
- Los prisioneros de Marfil no se encadenan – respondió mi padre -   además seria innecesario esposarlos.
- ¬¬¿Por qué Hard? – que sutil.
- ¿Hard? – mi padre parecía sorprendido - ¿el repudiado?
Asentí.
- ¿Qué paso con él?
No tenía la mínima idea de la explicación que debía darle. Que se suponía que iba decirle. Bueno, podría haber una probabilidad de que haya liberado al prisionero que ayude a encarcelar, al mismo que tu querías utilizar para matar al rey Bastian. Pero no le puedo utilizar para encontrar a la reina porque tiene unas esposas que me lo vuelven un poco defectuoso. Si, tal vez no era una buena idea que le dijera eso.
- Nada. – conteste – pero escuche que lo habían encarcelado con esposas de Akasha. – agregue deprisa antes de poder arrepentirme.
Las facciones de mi padre se contrajeron en una mueca de disgusto y desaprobación.
- Por mas que hubiera disfrutado saber que el estaría en esa situación. Yo no ordene eso.
- Pero… - empecé a decir con incredulidad – lo necesitamos para la de Caden.
El rey alzo la mano para que me silenciara.
- Ese plan quedo olvidado cuando… - parecía que no iba decirme con Hard en la sala – cuando descubrimos que ya no pertenece al Carrison. Su sangre ya no es reclamada. – se movió por la sala hacia una pared que se contrajo hasta formar un ventanal que dada la vista hacia el castillo de las virtudes de aire – por lo tanto, su presencia es innecesaria.
Le lance una mirada preocupada a Melark, el cual solo se encogió de hombros.
- Entonces – me aclare la garganta - ¿Qué planeas hacer con él?
La mirada del rey seguía en la ventana. La cúpula de oro blanco nos devolvía la mirada.
- padre – dijo Melark - ¿Qué harás con él?
Antes que tuviéramos tiempo de hacer algo el sonido del aire rompiéndose llamo la atención. El golpe de material solido chocando con la barrera de protección hiso temblar todo el lugar.
- ¿Qué? – empecé a decir, pero el ataque se repitió.
El rey extendió las manos haciendo que toda la pared se volviera trasparente. la barrera estaba siendo atacada por piedras del tamaño de un carruaje. Agudice la vista para distinguir las sombras que venían avanzando hacia nosotros. Conforme se iban acercando distinguí que eran gigantes de piedra. Avanzaban pesadamente, pero con paso constante mientras que seguían arrojando rocas en nuestra dirección.
- Esos son…- dijo Melark, con un tono de fastidio – de verano.
Era una observación inútil.
La ropa del rey se transformo en la armadura de guerra. Se giro hacia mi dirección.
- Tu – me señalo con la espada que le había aparecido en la mano – te quedas aquí.
Desapareció dejando una neblina en donde antes estaba parado. Me gire hacia Melark.
- voy… - empecé a decir, pero ya se había marchado -   contigo. – dije a la nada.
Me acerque a la pared transparente para ver a los guerreros que salían a luchar. El rey estaba dando órdenes.  Busqué a Melark, pero no lo encontré tal vez estaba preparándose para contraatacar. Transforme mi ropa en la armadura de guerra. Retrocedí varios pasos para agarrar impulso. Antes de poder razonar en lo que iba hacer hice una seña para que se rompiera una parte de la pared y salte.


La única razón por la cual salte por la ventana en lugar de abrir un portal o aparecer directamente a donde quería es porque no podía utilizar los poderes para desobedecer una orden directa del rey. Al menos cuando lo intentaba nunca daba resultado. Pero nada me impedía saltar de la ventana. Aterrice en cuclillas a pocos metros de donde se encontraba mi padre. Que suerte. Me erguí lo más rápido que pude. Apareciendo una capa con capucha para que no me viera. Estaba tan ocupado manteniendo una conversación con Lissandro.  Empecé a caminar hacia la barrera para poder tener una mejor vista de lo que estaba pasando cuando vi por el rabillo del ojo como caía una figura humanoide del techo. Aterrizó con una rodilla tocando el suelo y la otra flexionada. Sus manos las tenía apoyadas en la superficie para mantener el equilibrio. El golpe hiso que todos los presentes se giraran para mirar cuando Hard alzaba la cabeza para ver directamente en mi dirección.
El ruido de miles de cristales rompiéndose se extendió por todo el lugar. Al otro lado donde antes estaba la barrera empezaron a aparecer criaturas. Mas bien era como si salieran de las sombras que producían los gigantes de piedras. Contuve el aliento al darme cuenta de lo que se trataba. Las criaturas corrían hacia nosotros produciendo un siseo que resonaba con gran estruendo en todo el lugar. Me prepare para atacar cuando la primera criatura se abalanzo hacia mí.
- ¡Sorft! – grito Hard.
Su cuerpo choco con el mío provocando nos derrumbáramos sobre el suelo. Alce la mirada a tiempo para ver como una sombra se alzaba sobre nosotros y nos engullía.  



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