capítulo 8

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Tengo una enfermedad: pienso demasiado.

Fiodor Dostoyevski

Estaba apoyado en la puerta de la sala de hechicería viendo distraídamente a todas las personas que caminaban gustosamente por el pasillo, se movían con tranquilidad como si no estuviera a punto de colapsar todo nuestro sistema. Lo piensas demasiado- me dijo Agatha en una ocasión- pensar demasiado no creo que se pueda considerar una cualidad pero aún no he descubierto como dejar de hacerlo. Desvié mis ojos hacia un grupo de personas que estaban hablando en el jardín que se encontraba a poca distancia del pasillo. Cerré los ojos y me concentre. Estaban hablando sobre cosas banales ''vistes lo que llevan puesto'' me irrite al escuchar sus cotilleos, habían cosas más importantes que un par de joyas. Me separe de la puerta y empecé a caminar de un lado para otro, no podía evitarlo. Por mi culpa, Hard estaba en prisión. Si no lo hubiera involucrado en todo esto el estaría perfectamente feliz en cualquier otro lugar lejos de una posible masacre. Lo peor era que lo seguía involucrando en mis problemas. Él no tenía la obligación de ayudarme, no tenía la responsabilidad de encontrar a la reina. Era mi responsabilidad. Aunque para ser exactos era la responsabilidad de mi padre, pero yo sabía que él quería matar a Bastian. ¿Cómo puede ser tan egoísta? No tiene sentido sacrificar al pueblo por salvar el orgullo. Tal vez nunca sea rey. Es mejor así porque si ser un asesino es gobernar no lo quiero.

La puerta se abrió. Agatha llevaba  un simple vestido de color violeta suave con una espesa capa negra que cubría sus hombros. Hondas de pelo negro se deslizaban por su mejilla y caían hasta la altura de su cintura.

- Lo encontré- dijo cuándo me vio.

Estaba buscando un Tarrè que es una llave mágica que abre prácticamente todo, no importa el material o el hechizo que lo proteja. Me extendió la mano, girándolo para que pudiera ver el objeto que escondía en su palma. Arrugue la frente al verlo.

- Un pasador- no pude evitar sonar decepcionado.

- No es cualquier pasador, idiota.

Me le quede mirando con más atención para ver si encontraba algo que lo hiciera extraordinario. Tal vez no era un experto en accesorios de damas pero eso lucia como cualquier otro que haya visto.

- ¿segura que es mágico?

La mirada de Agatha no permitía tregua. Extendí la mano para tocarlo pero lo aparto antes que llegara a hacerlo. 

- Es posiblemente uno de los objetos más poderosos que poseo y tú te atreves a dudar de el.- me miro indignada- no puedo creerlo.

- Solo digo que muy mágico no se ve.

Se giró hacia la puerta que había cerrado al salir. Con un suave toque en el cerrojo la puerta se abrió violentamente. El golpe fue tan ruidoso que las personas que estaban en el jardín abandonaron su interesante conversación para averiguar de donde era el sonido. Agatha me miro con una sonrisa victoriosa.

- Dije que no se miraba mágico- levante las manos para defenderme- no que no era mágico.

Me dedico una mirada furiosa a la que yo correspondí con una sonrisa inocente.

- Vamos a rescatar a tú Carther.

***

El plan era fácil. Tan fácil que incluso yo lo había entendido. Por eso no entendía como se habían empezado a torcer las cosas desde un principio. Lo único que teníamos que hacer era ir a rescatar a Hard,  después el encontraría a Ethel y la devolvería sana como una manzana. No era difícil. Tal vez exigente,  pero no era imposible. Íbamos a abrir la celda y sus grilletes con el pasador luego Agatha abriría un portal para que Hard escapara y mañana estaría lejos de todo esto. Existía la posibilidad de que no cumpliría su palabra pero la realidad es que no me importaba si el no encontraba a la reina, tendría que ingeniar otra estrategia para no darle la oportunidad al rey de iniciar una guerra. Era consciente que mi lealtad tendría que estar con mi reino, pero desde pequeño había entendido que la lealtad esta con el pueblo. Y no permitiría que convirtiera sus tierras en un carnicero. No mientras estuviera vivo. Después de muerto al menos dejaría su corazón. Entiendo que no todos piensen lo mismo, pero todos deberían pensar en las consecuencias que sus actos producen.

En una guerra no existen vencedores. Solo quedan sobrevivientes y cadáveres. No podría decir que es lo peor.

Volviendo al plan; todo se fue al mismísimo infierno cuando, Tarick, cruzo la puerta para entrar a la sala de reuniones. Mi sonrisa se esfumo. Tarick, era el consejero de mi padre y no es que me cayera mal, pero agradecería verlo como una linda estatua. No es odio es arte. Intercambie una mirada con Agatha, sus ojos decían lo mismo que pensaba. Algo iba mal. Bueno para ser especifico obvio que estaban mal las cosas, pero si él estaba reunido con el rey, significaba que estaban peor.  Fruncí el ceño, en mi mente ya lo había solucionado todo. No era momento de dudar. Seguimos caminando hasta que una voz no detuvo.

- ¿Solace? ¿Qué haces aquí?

Reconocí quien era, antes de darme la vuelta para verlo de frente.

- Aunque no lo creas esta sigue siendo mi casa.

La sonrisa de mi hermano se expandió hasta formar arruguitas en sus ojos. Se acercó para darme un abrazo que se sentía como ser arrollado por toda la historia que teníamos entre nosotros.  

- Te extrañe.

Fruncí el ceño en desaprobación.

- ¿Qué? ¿no tengo el derecho de extrañarte?

- No. No tienes derecho de sufrir por mí. Peor por mi ausencia.

- No sufrí. Solo experimente intervalos de locura en los cuales te recordaba. Nada importante.

Esta vez fue mi turno de sonreír.

- Idiota.

Melark, era el mayor entre los dos. Es decir tenía más hermanos por parte de mi padre pero eran fuera del matrimonio sagrado. Así que esos no contaban. Cuando empezaron las desapariciones las Cortes enviaron a sus mejores rastreadores y cazadores, pero ellos tampoco regresaron así que mi queridísimo hermano se ofreció a investigar sobre la desaparición de nuestros hombres. Durante el tiempo que estuvo fuera no me permití pensar en él, pero ahora él estaba aquí, de regreso no quería ser pesimista pero dudaba que tuviera buenas noticias.

- ¿desde cuándo te interesa la política?

Su sorpresa tenia buenos fundamentos, nunca me había interesado la política ni nada que tuviera que ver con los horrores que implicara gobernar.
Me encogí de hombros, evitando la mirada de Agatha que se había puesto en segundo plano desde que Melark había llegado.

- Llámalo simple curiosidad.

Entrecerró los ojos analizando mis palabras pero le restó importancia con un encogimiento de hombros.

- Me han informado que las cosas siguen mal.

- Eso es falso.

- ¿enserio?- su voz tenía esperanza.

- Sí. Ahora están peores.

Se me quedo mirando.

- No estoy bromeando.

Suspire.

- Yo tampoco.

Su rostro adopto una expresión de disgusto y sorpresa cuando me escucho decir esas palabras.

- Padre tenía razón.- lo dijo en tono amenazador.

- ¿Qué quieres decir?

Lo pregunté con miedo porque ya sabía a lo que se refería.

- Tendremos que atacar.

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