capítulo 18

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Que cómodo se encuentra uno entre asesinos.
Emil Ciorom

Tal vez no había sido la mejor manera de decirlo, lo supe por las miradas que me lanzaron diciendo; explícate si no quieres que te mate en este instante.
- ¿Qué es lo que insinúas-  exclamó Kieran – porque si piensas que vas a seguir utilizando a Hard, estas equivocado.
Mi mirada volvió a centrarse en Hard. Sus ojos estaban fijos en mi, esperando una explicación. Muy a mi pesar tuve que dejar el helado para otra ocasión. 
- Hardy, lo dijo – empecé a defenderme – tenemos un trato, y si el cumple – gire mi mano apareciendo una daga  para tener algo con que distraerme– yo encontrare lo que el quiere.
No sabía a quien buscaba Hard, con tanta desesperación como para aceptar. Todas las personas importantes para él, ya estaban muertas. Tampoco era algo que me inquietara, yo no le había dicho que podía regresar al Carrison así que estabas casi iguales, ignorando el hecho de que tampoco tenía opciones. Intentaba animarme a mi mismo diciéndome que era mejor que me ayudara porque de lo contrario serviría como diversión para las Cortes. Maldecí internamente y me arrepentí de haber pensado que sería mejor que el Carrison reclamara su sangre, así esto lio estaría resuelto. 
Espere para ver si decían algo, pero al ver su silencio continué.
- MI Corte tiene los mejores brujos y rastreadores. Encontramos todo aquello que este vivo. – soy uno de ellos estuve tentado a decirle - Por eso es que no encontramos a  Ethel, pero debe estar viva porque esta en una especie de trance, ella y los demás desaparecidos eso dijeron nuestros brujos   – pensé un momento antes de continuar – pero Hard, es el único linaje que queda de un Langstrove. Su sangre nos servirá.
Era consciente de que ellos contaban con que no supiéramos eso, pero… todos lo sabían. No era un secreto para nadie la terrible muerte que habían tenido su familia. Y yo estaba ante su asesino.
Sonreí ante la tensión que se creo. 
- Explícate – exigió Kieran viendo de soslayo a Hard, que se movió incómodamente. 
No sabía que tanto sabía él, pero el hecho que preguntara lo hacía mas entretenido. Por lo tanto no tuve reparos en hablar sobre el tema.
- Iniciemos por lo importante – observe como Hard, se tensaba, era como si no quisiera recordar – el día que Hardy, decidió jugar a los… - lo pensé antes de terminar esa frase – bueno ese día… el mato a la hija de Loreta, (muy triste por cierto)  por lo tanto el reinado paso a su segunda hermana, la cual tuvo un hijo que tuvo una hija, que es Ethel. La última Langstrove con nombre – miré a Hard, el cual seguía en silencio -   Al menos en el Carrison.

Había escuchado la historia. Todos lo hicieron, Hard era el tipo de personas que había dejado mas preguntas que respuestas, empezando por el asesinato de sus padres. Nadie sabe que es lo que ocurrió en realidad, no quedo ningún sobreviviente de aquella noche. Por eso nadie lo defendió cuando Loreta lo culpo de haber matado a su hija.
- ¿Desde cuando lo sabes? – preguntó Hard.
No pude evitar que se formara una sonrisa en mis labios ante el tono de voz con que lo dijo. Su expresión daba a entender que tenía miedo de lo que pudiera responder.
- Han pasado tres generaciones desde que   te exiliaron – respondí –  las historias no mueren. Y menos una como la tuya.
Se quedo en silencio por un momento antes de volver a hablar.
- Así que tu plan consiste en rastrearla con mi sangre – no era una pregunta, pero se escuchaba un poco molesto ante esa opción. - ¿qué pasa si esta muerta? – cuestionó.
- EL trato se mantiene – dije seriamente –  no me importa si lo que hallamos es un cadáver, no romperé mi palabra.  
Era entendible su preocupación, yo tampoco me arriesgaría por algo así. La única razón por la cual negocie con él es porque no necesito que este viva, sino una excusa para detener una guerra absurda como esta.
-   ¿Por qué te arriesgas con alguien como él? – preguntó, Kieran el cual había permanecido en silencio todo este tiempo – sabes lo que hiso, el Carrison lo exilio ¿por qué le pides ayuda? Podrías tomar su sangre y resolverlo. ¿ por qué no le tienes miedo, si todos los demás lo hacen ?  
-opciones – dije sin pensarlo y desaparecí la daga.
- ¿Qué? – el rostro de Kieran, adopto una mirada indescifrable, mientras que Hard, permanecía inexpresivo.
- Las personas deberían poder elegir – mi voz sonaba un poco distante – o al menos intentarlo.
Los dos permanecieron callados haciendo que se creara un silencio sepulcral.
- Eres demasiado bueno para ser uno de ellos – dijo con una sonrisa de burla -  Los buenos no viven.
- Nacemos para morir. No te pongas sentimental por eso – dije.
Hipócrita. Así era como me sentía. No mentí cuando dije que las personas deberían poder elegir, sabía que Hard, no era el cementerio del que mi hermano hablaba, pero no le dije que él no tenía opciones.
Era su tranquilidad o la de mi pueblo. Y aunque sabía que iba a morir, no quería que ellos fueran víctimas de un conflicto tan absurdo como lo que estaba sucediendo. Las Virtudes, no somos indiscutiblemente buenas, pero mantenemos un orden. Y yo… bueno solo quería hacer algo en vida que fuera bueno para todos.
Las dos Cortes no tenían fundamentos para atacarse, por eso siempre buscaban excusas para destruirse entre sí. No era algo nuevo. La última vez que había ocurrido un enfrentamiento terminó en una masacre. Hasta los celestiales temblaron.
Me moví para tomar un frasco y observar el contenido.
- ¿Qué es esto?- dije oliendo el frasco con polvo cafés  granulado – huele bien.
- Eso es café – dijo Hard, aceptando cambiar el tema – y no se come así – me reprendió cuando me eche un poco en la boca.
Huele bien pero no sabe tan rico. Es mejor el helado.
- Tú responsabilidad – dijo Kieran señalando a Hard – que no destruya mi casa.
Suspire aliviado de que Kieran  no siguiera insistiendo en el tema.
Me moví para decirle que todo estaba bien, pero no me di cuenta que cuando deje al bote en su lugar, quedo en la orilla, haciendo que se cayera y se  hiciera añicos.
- Eso no fue mi culpa – intente excusarme, pero Kieran solo suspiró con abatimiento.
- Le hace honor a su nombre – fue lo último que dijo mientras caminaba fuera de la cabaña.
Miré a Hard, perplejo esperando una explicación.
- En Fotía, Sorft significa; el que rompe.
- Siempre tan carismáticos – dije sin poder evitar reírme.
Su rostro se relajo por un instante antes de volver adoptar su expresión seria.
- Tienes que limpiar eso – su voz tenía un poco de preocupación.
Me moví para agarrar un trapo y limpiar el desastre. Estaba apunto de inclinarme, pero una mano me detuvo.
- Eso no – dijo con irritación – la herida, idiota.
- Ahhhh -  no pude evitar mi desconcierto - ¿por qué?
- ¿Por qué hay que limpiarla? – sus cejas se fruncieron.
- ¿Por qué te importa?
Dio un paso a tras antes de volver a hablar.
- Se que puedes curarte, pero eso no evitara que duela. Así que deja de preguntar idioteces y límpiate eso.
Tal vez estaba tan acostumbrado en que a las demás no les importara si dolía o no, todos estaban esperando el día de mi muerte. Tal vez por eso me sorprendía un acto tan simple como el preocuparse por un rasguño.
- Para mañana debería estar bien. – decidí hacer lo que decía – si fuera en rasguño de un animal, sanaría mas fácil.
Asintió con aire pensativo y empezó a caminar hacia las escaleras que conducían al segundo nivel. Me pregunté si debía seguirlo, pero deseche rápidamente la idea. Un pinchazo de dolor atravesó  mi cuerpo cuando pase un trapo que había encontrado en la mesa.
El interior de la cabaña no era la gran cosa. La cocina era simple sin mármol ni jade, no había ningún símbolo tachado en oro negro, ni nada por el estilo. La habitación en la que estaba tenía una mesa la cual separaba la sala. Giré sobre mis talones para obtener una vista completa de todo. Había una pequeña caja de metal en uno de los muebles de la cocina. Me acerqué lo suficiente como para ver que la parte de enfrente tenía una  pequeña puerta que se abría cuando presionaba un botón que estaba al lado. También había un surco de números y dibujos, apache un botón y el aparato se encendió con una luz cálida, metí la mano y definitivamente el interior era más caliente. Una idea cruzó mi mente al hacer el descubrimiento. Si puede calentar, de seguro también enfría, ¿verdad? Saqué mi mano porque no iba a sentir la diferencia de la temperatura y agarre lo primero que vi, lo cual fue un radio viejo que estaba sobre el aparato. Era mas que obvio que el botón que tenía dibujado el copo de nieve era el que congelaba. Me incline lo suficiente  para ver como daba vuelta el radio.
Después de unos minutos sin ver un cambio, la caja explota haciendo moverme tan rápido que ni siquiera me di cuenta  que me había  teletransportado arriba del refrigerador. Que raro la caja estaba prendida en llamas.
Hardy, bajo a toda prisa con cara de pánico, pero su rostro cambio de horror a disgusto cuando vio lo que estaba en llamas, alzo la mirada hasta encontrarse con la mía. Estaba a punto de disculparme en el momento que alzó la mano derecha deteniendo el pedazo de metal en llamas que había salido volando directo hacia su cabeza.
- ¿Qué haces? – dijo en un tono que indicaba disgusto.
- Nada. – respondí rápidamente.
- ¿Por qué estas ahí? – su voz cambio cuando volvió a hablar - ¿por qué incendiaste el microondas? 
Me baje de un salto del refrigerador, pero volví a retroceder cuando volvieron a salir pedazos volando. Hardy, hiso una mueca de cansancio y levanto una mano haciéndola girar apagando el fuego en el acto.
- Gracias – mi voz tenía mas entusiasmo del que debería – nos vemos – puse una mano en su hombro y lo vi a los ojos – adiós.  
Empecé a caminar hacia la salida, pero la voz de Hardy, me detuvo.
- Espera.
Me giré para ver lo que quería.
- La herida – dijo alzando una caja que tenía en la otra mano en la cual no había reparado – y tenemos que hablar.
                                     ***
Estaba sentados en el sofá de la sala. En un intento cómico de limpiarme las heridas con los antisépticos que traía en la cajita. Hard, estaba recostado en la pared de la  chimenea. La sala estaba sumergida en silencio, pero su rostro indicaba que quería respuestas.
Había llegado la hora de explicar como iba a rastrear a la reina con su sangre.
- ¿ por qué lo haces? – no entendí su pregunta, pero tenía una mirada capaz de incendiar . Le hacia honor a la marca que llevaba en el cuello.
- ¿hacer qué? – pregunté con cautela.
Su rostro adopto una mueca de disgusto y simplemente dijo;
- El rastreo – definitivamente cambio de opinión -  lo elegiste porque no matas o porque ayudas a matar.
Que directo .
- Por que no entiendo como puedes vivir en un mundo como ese – sus palabras estaban cargadas de odio y dolor – un mundo con la tierra teñida de sangre.
- ¿Es mejor este? – dije alzando una ceja en señal de desafío. - ¿aquí no debes matar?
- No – su respuesta era rotunda. – al menos no para sobrevivir.
- Por eso lo hiciste – estaba convencido que por fin diría algo sobre el accidente - ¿intentabas salvarte?
Su rostro se torno oscuro y podría jurar que escuche un suspiro de sorpresa. Tenso los músculos del cuerpo como si se estuviera preparando para atacar y en su mirada daba a entender que ese era un tema que estaba bajo llave. Sus ojos verdes se inundaron con pequeños remolinos rojos.  Fue tan fugaz que parecía que nunca hubiera pasado. 
- Solace, debes entender que la  salvación no existe – siguió diciendo, Hard – la salvación no es real, es un engaño, una mentira bien elaborada para brindar un poco de esperanza. Entre mas rápido lo entiendas, menos dolerá.
- ¿y si no quiero entenderlo? -  sabía que no debía sonreír, pero no pude evitarlo.
Me miró fijamente por unos segundos que parecieron eternos.
- Eres imposible – dijo finalmente dándose por vencido conmigo  – háblame de la reina.
Agradecí internamente que haya cambiado tema.
- ¿Qué mas quieres saber?  - mi sonrisa se amplio ante su curiosidad.

Por primera vez después de haber abandonado el Carrison me sentí bien. Tal vez era porque por una vez alguien necesitaba algo de mí y no fuera mi muerte, no importaba que se tratara de información.   Tal vez era porque no tenía que estar escondido esperando morir. No sabía porque pero, una oleada de tranquilidad  me invadió. Era como si el tema de la reina ya no fuera un problema propio si no algo que le estaba pasando a alguien ajeno a mi persona.
- ¿por qué insistes en ayudarlos?
- Si estuvieras en mi posición – contraataque - ¿no intentarías hacerlo.
Sus ojos centellaron en un rápido color rojo.
- No puedo ayudar nadie – respondió secamente. – y creo que tu tampoco. Lo que veo es  un niño que intenta autoconvencerse que puede mejorar las cosas.
Suspire con aire teatral y vi como Hard cambiaba la expresión. La oleada de tranquilidad se esfumo.
- Tienes razón – sus cejas se alzaron con sorpresa
- ¿En serio?
- Sí. Las personas están convencidas que tienen algo especial ¿no?  - Me incline hasta apoyar los codos sobre las rodillas – yo estoy  convencido de lo contrario. No tengo nada, ni una pizca de magnificencia. – intenté que mi mirada no fuera culpable - Así que intento ayudar todo lo que pueda.
Sus ojos estaban fijos en los míos como si fueran flechas apuntando a su diana.
- ¿cómo puedes decir eso? – preguntó  Hard – eres el príncipe del Carrison. Se que estoy un poco oxidado con sus costumbres, pero ese título a de significar algo.
- Esto se pone interesante– la intención era decirlo con dramatismo, pero una risa amenazaba con aparecer – o triste, tómalo como quieras.  No me importa el título. Quiero hacer algo por mi mismo.
La sorpresa atravesó a Hard, era como si le hubieran dado un golpe en el estomago arrebatándole todo el aire.
- Un príncipe que renuncia a su trono.
El trono me rechaza quise decirle.
- Es raro que alguien como tú piense a sí – su voz abandono la sorpresa y paso a tener un tono mordaz.
- ¿en serio? Piensas que voy a creer que un niño con la vida resuelta como tú, renunciara a todo.
- No quiero hablar de eso – dije apartando la mirada.
Pero a Hard, pareció no entender.
- ¿Por qué? – preguntó con evidente curiosidad - ¿ es tu sueño frustrado?
No entendí porque me había enojado, pero cuando fui consciente  ya estaba de pie. Las tuberías habían explotado y el agua estaba saliendo por borbollones, las paredes se cubrieron de escarcha haciendo crujir a la madera. Y en las manos me apareció una daga de hielo macizo. A mis espaldas se formaba una pequeña tormenta como si estuviera saliendo de mi cuerpo. No me había dado cuenta que estaba en posición de combate. La daga en la mano izquierda y la derecha estaba extendida creando un bloque de hielo en el suelo, listo para atacar. La única razón por la que Hard, no había sido golpeado con el hielo que salía de mi cuerpo era porque estaba rodeado por un halo de luz roja que lo cubría.
La puerta se abrió antes de que pudiera disculparme. Kieran entro a media transformación, todavía tenía los ojos y los colmillos de lobo, pero cuando hablo su voz estaba cargada de precaución humana.
- Tenemos problemas- dijo con palabras apresuradas. Y por segunda vez en el día las cosas estaban mal.

      
        
 







  

    

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⏰ Last updated: May 14 ⏰

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