Capítulo XXXIII

598 46 26
                                    

Scarlette sacudió su mano con gesto despectivo, desechando por completo la idea. Con el movimiento, su brazalete de cuentas de oro se agitó. Y en una sucesión agonizante, cada cuenta, de las treinta y cinco, chocaron entre si y tintinearon.

Tomé un profundo respiro. Como una vieja costumbre, miré alrededor de la mesa de reuniones, pero nadie parecía haberlo notado. Era obvio. Ellos eran personas normales, con auras normales.

Solo mi aura me estaba volviendo loca.

Quizás no debería haber dormido la noche anterior.

Quizás no debería haber probado el pastel de arándanos que encargó Edgard para la reunión.

Pero había hecho todo eso, y ahora sin esos restos de obsidiana en la sangre, mi aura se recuperaba con cada minuto que pasaba. Ociosa y juguetona, haciendo que hasta el enérgico movimiento de dedos de Poppet al plegar el papel se escuchara como olas golpeando una gran muralla.

—Una fiesta temática. —decidió Scarlette. —Eso es.

Edgard estuvo de acuerdo, junto con el resto del grupo.

Finalmente, deje que mi aura rondara por la sala, rizándose alrededor de cada mesa y silla para pegarse en la piel de cada uno de los presentes. Buscando, captando apenas sensaciones y emociones comunes en cada uno de ellos. Cuando algo me hacia sospechar, dejaba a mi poder avanzar un poco más, rompiendo esa pequeña barrera entre el aura de ellos y la mía. Un trabajo delicado y fino, que requería de la destreza necesaria para no ser detectada por la otra persona y no provocar una reacción exagerada. Cuando encontraba una imagen más clara, una emoción más nítida que se quedaba impregnada en mi propia piel, me retiraba.

Aburridos, tristes, incomodos. Frio, fuego, electricidad. Auras normales que brillaban con más intensidad que las de otros, algunas eran más aburridas y silenciosas.

Pero nada me hacía sospechar demasiado.

Deje que mi aura pasar solo rozando la piel de Axel Blaze. Me hubiera gustado admitir que era porque confiaba en él, pero no. Su aura era siempre la primera que escuchaba y que encontraba un eco dentro de mí. Extrañamente familiar y al mismo tiempo totalmente extraña para mí.

Sin embargo, a pesar de ser apenas un ligero toque algo incapaz de detectar incluso para aquellos más experimentados, los ojos de Axel se movieron hacia mí. Levantó una ceja como si preguntara algo.

Me sonrojé, como una niña que encontraran haciendo una travesura.

Erguí mi cuello, fingiendo no haber notado nada. Pero fue algo más que me hizo mirarlo por el borde de mi visión. Noté el brillo de diversión de sus ojos, su leve inclinación de cuello.

Lo ignoré.

Entonces, sentí el brío de su aura al extenderse por la sala hasta chocar con la mía, dando un golpe juguetón como si diera un codazo amistoso debajo de la mesa. Sin pretenderlo, mi aura se desenvolvió como si abriera las alas.

Presioné mis labios, incomoda al sentir la sensación de su fuego en mi piel, el sabor a humo en mi lengua y sus emociones como si fueran las mías.

Axel a lo largo de los años había practicado su propio control del aura fuera de una cancha. Yo sabia lo que buscaba, sabia como hacerlo y mi aura estaba hecha para adaptarse a cualquiera de mis deseos.

Pero el era fuego y era el único idioma que conocía del aura. Axel solo la liberó a ciegas hasta que chocara con la mía.

Eso era tan peligroso como derramar combustible en la habitación. Solo que Axel era el único capaz de encender el fuego. Le costaría apenas medio pensamiento para hacernos arder a todos. O un segundo de descuido.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Where stories live. Discover now