Capitulo XVI

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Era un mar de emociones que me arrastraba a las orillas de la locura.

Estaba en una ciudad desconocida, en un mundo extraño. Estaba corriendo, apenas sintiendo el suelo. Estaban arrasándome los recuerdos, aquellos que me atormentaban día y noche.

Pero ahora estaba esa nota de locura en ellos.

Ese frenesí tormentoso que iba a llevar lejos mi cordura en cualquier momento.

Las sombras de la noche crecían y se mezclaban a mi alrededor. No estaba segura de si yo lo estaba provocando, no estaba segura de nada.

Solo que tenía que correr, solo podia hacer eso.

Quería sentir que mi pecho estallara por la exigencia, que mi corazón alcanzara aquel limite imposible, hasta destrozar cualquier barrera de lo imaginable.

Todo eso con la vaga esperanza de que el dolor físico consiguiera igualar al de mi alma destrozada.

Un paso después del otro, me repetía cuando a veces me era imposible levantarme de la cama, sintiendo el cuerpo tan pesado como el plomo.

Las calles dieron paso a la arena, y de un momento a otro me encontré frente al inigualable mar. Justo frente a mí.

Mi cuerpo vibraba en sí mismo, mi aura se retorcía fuera de mí. Todo mi juicio estaba en tela de duda cuando me detuve frente a las olas que azotaban la arena.

Cada azote hacía eco en mi sangre.

Mi furia fue la suya.

En algún resquicio de mi mente algo susurro que me fuera de allí, que todavía estaba a tiempo de retroceder.

Las olas se deshacían en espuma, una oleada tras otra, al mismo ritmo de mi respiración desigual. El mar se agitó y bramó todo lo que yo misma habia callado tanto tiempo.

Cada parte de mi cuerpo zumbaba de poder, podia sentir esa mano de hierro presionar mi corazón. Y también libertad.

Ya habia dado el primer paso y todo en mi gritaba por dar el siguiente.

Contuve el aliento, por primera vez ebria de mi propio alcance. Solo mío y de nadie más. Un poder que debería estar prohibido. El mar se congeló, como si alguien se lo hubiera ordenado.

Esto era lo que todos habían querido. Era aquello por lo que Iwan Sarsfield y Eric Goldman se habían lanzado, como un perro hambriento a un trozo de carne.

Entonces, solté el aliento.

El mar se encabritó, como un caballo salvaje que finalmente fue liberado. Las olas se alzaron y se deshicieron. El agua me salpicó, me empujó y me llegó a las piernas.

Sentía la picazón en la piel, en los dedos.

Podia oir la canción del mar, de la arena y del viento susurrar hacia mí. Hablándome sin palabras que se pudieran articular. Reconociéndome como algo que ni yo conocía.

Entonces, lo supe.

Podría hundir aquella ciudad. Podría hacer arder la arena que contenía a las furiosas olas.

¿Hasta dónde podría llegar realmente?

La ambición ronroneó como una víbora en mi oído.

Nunca me habia llevado al límite con mi aura después de despertar del sueño del valle. Me habia escondido de mi aura, me habia escondido de cada nueva sensación que ella me presentaba.

Nunca habia querido el poder, nunca habia querido aquello.

En el fondo, anhelaba una vida normal.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt