Capítulo XL

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Regrese a la habitación de Axel, determinada a recuperar mi ropa y ducharme. Sin importar nada, dispuesta a evitar cualquier otra distracción. Tragándome la vergüenza con mucha dificultad, logré encontrar mi remera de tirantes amarilla y los pantalones blancos en suelo.

—Ay. —solté al ver que uno de los tirantes de la remera se había rasgado hasta el escote. Eran telas finas, claro que no estaban hechas para resistir ciertas circunstancias. Mucho menos iban a aguantar la fuerza de dos brutos enceguecidos por el momento.

Mordí la punta de mi lengua, viendo y no creyendo lo que tenía entre mis manos. ¿Realmente mi juicio había estado tan comprometido como para no pensar en aquellas consecuencias? ¿Qué diablos usaría ahora?

Sentí más que oi la presencia de Axel entrar. Miró por sobre mi hombro para ver lo que tenia en las manos y enarcó sus cejas al ver el problema.

—Tendré que ir a buscar nueva ropa. —afirme. —Tenemos una hora. Al menos la comida esta lista. Creo que llegare un poco tarde, Nelly de seguro solo me odiara más, pero no veo otra solución.

Axel no respondió, su rostro estaba en blanco. Lo miré ceñuda, al ver que caminaba en silencio hasta su closet de ropa. Rebusco un momento tras abrirlo y después volvió con una caja grande envuelta en papel de regalo polvoriento y raído rojo.

Me lo ofreció con gesto de gravedad, sin mirarme a la cara.

—Quizás tenga algo que pueda ayudarte.

— ¿Tienes ropa de mujer ahí? —pregunte con desconfianza, observando el papel maltrecho y descuidado. Lo recibí a regañadientes. —¿Por qué tienes ropa de mujer? ¿De quién es?

Lo ví respirar hondo. Se sentó a los píes de su cama medio desecha. Me miro con tranquilidad.

—Tuya de alguna forma, supongo.

—Yo no bromearía. —le advertí, con un tono peligrosamente celoso. Por todo lo sagrado, quería ir a dar una vuelta y dejar que el aire me aclara las ideas. Estaba peligrosamente sensible y posesiva con Axel. No me agradaba. No me sentía del todo yo. Eran emociones desconcertantemente nuevas y abrumadoras.

Él siguió con actitud tranquila, pero percibió mis pensamientos. Me ofreció una sonrisa conciliadora.

—No es broma. Hace años, Tess, me hice una promesa absurda. Me prometí que cuando creciera y fuera mayor, con un sueldo lo bastante grande como para desenvolverme con tranquilidad, iría a buscarte y te recuperaría de algún modo. Paso el tiempo, los años terminaban y comenzaban muy rápido. Cambie muchas veces de equipo y todo estaba en cámara rápida, como si hubiese puesto el pie a fondo en el acelerador. Entonces vi ese vestido en Nueva York, después de un partido con el equipo local. Lo vi en el escaparate y de algún modo, supe que a ti te gustaría. Que se te vería genial, como si se hubiese hecho para ti. Casi al mismo tiempo se escuchaba por todas partes que estabas a punto de cumplir veinte años y sería un gran evento en Inglaterra. Se me ocurrió que el momento había llegado. Ya tenía un nombre, una carrera y la libertad de ir a buscarte. Así que entre la tienda y lo compré, con la absurda idea de ir a buscarte en esa fiesta y recuperarte.

Cada palabra me caló hondo. Apoyé mi espalda contra la pared y me dejé estar ahí, asimilando esas palabras y esa historia. ¿Qué podría decir? ¿Pedir disculpas? Sentía mi corazón derrumbarse por completo.

—No te vi allí, ¿No estuviste ahí, verdad? —dije en un hilo de voz. —No estuviste presente, ¿Verdad? No te vi.

¿Hubiese cambiado algo verlo allí? Lo peor es que sabia la respuesta. No, no hubiese cambiado nada.

—Dos días antes de viajar anunciaste tu compromiso oficial con Iwan. Tu fiesta de cumpleaños en realidad seria tu fiesta de compromiso. Y me di cuenta de lo absurdo de mi plan. Pero no pude botar ese vestido y lo he cargado en todas mis mudanzas. Tal vez en el fondo tenía la esperanza de volverte a ver.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Where stories live. Discover now