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Capítulo veintiséis.

Lukas Smith.

Cuando bajamos veo a Eduardo, el novio de mi madre que ya había visto un par de veces. Miel esta tensa, nerviosa, es obvio que esta así por el beso. Pero yo no notaba que no le gustara, es decir, de que le gusto eso está claro, pero ¿se arrepintió? Eso explicaría porque me alejo de la nada, o tal vez porque se acordó de que mi madre y su novio estaban aquí abajo.

Me siento a un lado de ella y veo a Eduardo sin alguna clase de expresión.

- ¿Cómo te encuentras? – me pregunta Eduardo.

- Bien. – miro a Miel. – Mucho mejor. – ella me sonríe nerviosa y tímida.

Eso me hace confirmar que no se arrepiente de nada de lo que paso hace unos minutos.

Mi madre nos sirve la comida que son unos fideos con salsa blanca con champiñones y pollo, la verdad es que esta es una de mis comidas favoritas.

La última vez que Miel estuvo sentada aquí se fue molesta y dolida por mi culpa. Esta vez tratare de no meter la pata. Nos miramos y ella para cortar el contacto visual toma un poco de jugo.

- ¿Cómo vas con las notas? – me pregunta mi madre.

- Bien... - dije comiendo.

- ¿Bien, bien? O ¿bien mal?

- Solo bien. – desde que comencé a estudiar con Miel mis notas han mejorado bastante, de hecho la otra vez me saque un ocho en un examen de química, jamás pensé sacarme un ocho.

- Se sacó un ocho en química la semana pasada. – dice Miel emocionada. – Le dije que podía. – me mira.

- ¿De verdad? – mi madre pregunto sorprendida.

- Te felicito, Lukas. – me dice Eduardo.

Nunca antes me había dicho eso, te felicito son dos palabras que no pegan con Lukas Smith.

- No es para tanto. – dije tomando jugo.

- ¿Me imagino que estuvieron durmiendo toda la tarde?

- Sí. – le responde Miel.

Veo a mi madre y ella toma el vaso, cuando bebe puedo notar que tiene un anillo de compromiso. La miro serio y ella nota que es porque vi su anillo, luego veo a Eduardo que parece notar la tensión al igual que Miel. Me molesta hacer esto en frente de ella pero ¿cómo es posible que mi madre se vaya a casar? Mi padre murió hace un año y medio y ya lo olvido con el primer hombre guapo que encuentra, no me lo puedo creer. Además de que es rico, trabaja en una disquera... bueno es dueño de una disquera.

- Lukas... - dice mi madre con una sonrisa, yo hago una sonrisa de molestia.

Miel me toca la pierna y la veo, me mira de una manera diciéndome que me calme, que no vale la pena decir ni hacer nada. Entonces solo me calmo, por ella.

- Mamá. – dije guardado la calma.

Hazlo por Miel. Por ella.

- Eduardo y yo nos comprometimos. – lo dice sin más, sabe que darle rodeo al asunto solo haría que me moleste más.

- Los felicito. – dije serio.

Si admito que mi padre era una mierda, literal mente. Y que Eduardo es un buen hombre que sé muy bien que la va a cuidar como ella lo merece, pero de todos modos no puedo evitar sentir desconfianza. Siempre hay un: Y sí...

- Gracias. – dice Eduardo.

- ¿Cuándo será la boda? – pregunto Miel haciendo que el aviente se calme.

- Todavía no lo sabemos. – le dice mi mamá con una sonrisa.

Está feliz, no la veía sonreír llena de ilusión hace mucho tiempo. Bueno... si ella es feliz yo también lo soy.

- Miel te puede ayudar a organizarlo. – comente. – Ella es muy buena planificando cosas. – la miro y ella se enrojece de vergüenza.

¿Por qué es tan vergonzosa?

- Ay, eso sería una buena idea. – dice Eduardo. – Bueno si no es mucha molestia.

- No... claro que no es molestia. – les dice Miel.

- Genial. – dice mi madre con ilusión.

- Organice la boda de mi prima hace un año creo.

- Genial, ya tenemos organizadora. – le dice Eduardo con una sonrisa.

Estuvieron toda la cena hablados de la boda, ya tiene fecha... sí, así de rápido. Será el trece de octubre, faltan dos meses para eso. Y falta un mes para el cumpleaños de Miel, el veintiocho de septiembre. Tengo que pensar que regalarle, quiero que sea algo lindo, algo especial.

Ahora estamos en mi cuarto, ella está a un lado de mí mientras lee el libro bajo la misma estrella, el que ella me dio. Yo estoy en mi celular mientras trato de pensar un buen regalo para ella, puede ser un collar. Sé que es algo muy común y típico, pero un collar puede ser la mejor opción, un collar con un dije de abeja... o una miel.

Como sea dejo mi celular en la mesa de noche y me acomodo a su lado, ella levanta un poco el libro y la abrazo de la cintura, apoya el libro en mi cabeza y se ríe.

- ¿Cómo te sientes? – me pregunta dejando el libro a un lado.

- Bien.

- Ya no toses tanto. – la verdad es que no lo note, pero si deje de toser tanto como hace unas horas, tal vez la sopa de pollo y dormir como un bebé si me ayudo. – Me alegra de que te sientas mejor.

- Lo del cuadro... - dije recordándolo.

- No importa, por lo menos ya te alejaste de ella.

- Es que...

- Luka, de verdad que no importa. – hace que la mire. – Puedo hacer otro incluso mucho mejor que ese, el sentimiento sigue estando ahí.

- Bien. – dije acurrucándome. - ¿Te quedaras conmigo a dormir? – dije sonando un poco suplicante.

- Claro... - dijo agarrando mi nariz y moviéndola un poco con delicadeza. – Lo malo es que mi madre me matara al llegar mañana.

- ¿Por qué lo doces?

- Porque antes de la cena me dijo que tenía que volver a casa solo porque le pintaba, le dije que no y le corte apagando mi celular. – dice encogiéndose de hombros.

- Wow, la Miel que conozco no haría eso.

- Bueno, la Miel que conoces cambio mucho tras conocer a un joven muy peculiar que llego tarde a su primera clase de matemáticas.

- No me jodas.

- ¡Dios quien llega tarde a su primera clase!

- Yo, pero así te gusto, si no, no seriamos amigos.

- Mmm... - dice ella y estallamos en risa.

Al día siguiente desperté con una chica muy peculiar abrasándome, me acomodo a su lado y la abrazo despertándola, la doy vuelta y se posa arriba de mí.

- ¿Qué? – pregunto ella adormilada.

- Nada. – dije contemplándola. – Te ves linda con mi camiseta. – se acomoda y sus pechos se aprestan con mi pecho, esta sin sujetador.

- Ya basta. – me dice mirándome.

- Por lo menos ya no usas alarmas los sábados.

- Si las uso, solo que la apague anoche para que no te molestara en la mañana. – dice tomando su reloj de la mesa de noche, con ese simple movimiento de estirarse hace que sus pechos se muevan y se aplastan contra mi cuando se acomoda de nuevo. – Son las once de la mañana. No puedo creer que yo me esté despertando a esta hora.

- Es la maravilla de mi mala influencia. – le dije con una sonrisa.

Lágrimas de miel. #1Where stories live. Discover now