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Octubre, 1979.

Todavía escondidos en el rincón de aquella biblioteca vacía, Tian esperó que Irina comenzase a hablar. La chica, sentada a su lado con las piernas dobladas, esperaba a que un estudiante dejase de examinar un libro. Cuando finalmente estuvieron solos, Irina habló.

—No me sirve la información que me diste.

Liú Tian apretó los puños.

—Te di su residencia y cómo está compuesta su guardia.

—No me sirve —insistió Irina.

—Es el general Gautier.

—Tian —dijo Irina mirándolo con los ojos sorprendidos, no pestañeaba—, somos una organización estudiantil. No somos asesinos, somos una revolución que busca un cambio.

—Irina...

Ella negó con la cabeza y se puso de pie limpiándose el jean.

—Sus pasaportes están listos. Dame algo que me sirva y te los entregaré, antes no.

Tian apoyó la cabeza en la muralla. Cerró los ojos con fuerza y se masajeó el tabique.

Información.

¿Qué información podía darle?

Había guardado sus lentes de lectura en el bolso, para dirigirse a su clase cuando divisó a alguien avanzando por el pasillo. Un par de botines oscuros se detuvieron a unos pasos de donde estaba sentado.

Era Xiao Zhen.

—¿Qué hacías con mi padre anoche?

Su pecho estaba acelerado y su rostro congestionado, una gota de sudor le caía por la sien. Parecía llevar horas corriendo.

Quizás así lo fuera.

—Me mandó a llamar —le contó colocándose de pie.

—¿Por qué? —cuestionó mientras caminaba a su lado.

Iba a bajar al primer nivel de la biblioteca, Charles lo sujetó del brazo.

—Tian, ¿por qué estabas con mi padre anoche?

—Por ti.

Xiao Zhen lo soltó por la sorpresa.

—¿Por mí?

—Tu padre no te quiere, Charles.

Alcanzó a bajar hasta la mitad de la escalera antes de que Xiao Zhen lo alcanzara.

—Tian...

—No me dijo nada que no supiésemos antes. Quiere meterte a la oposición, no le importa si sales vivo o no.

Llegó al primer nivel, avanzó entre las mesas vacías.

—¿Solo eso hablaron?

—Sí —mintió.

—¿Por qué siento que no estás siendo sincero?

Porque no lo era.

Liú Tian sacudió la cabeza, luego tocó el hombro de Charles con suavidad.

—No te preocupes por cosas que todavía no tienen solución.

Gege...

—Debo ir a terminar un proyecto.

Se despidió de Xiao Zhen con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

El pasillo se llenó de estudiantes que se dirigían a almorzar.

Alguien lo golpeó por la espalda. Entonces, lo oyó.

Maricón.

Liú Tian bajó la barbilla y caminó más deprisa.

Los días empezaban a estar contados.

Los días empezaban a estar contados

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Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora