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Enero, 1980

Liú Tian no siempre fue un experto en ocultarse. Escondido detrás de unos arbustos, comprobaba si la puerta del general Gautier se abría. Cansado por llevar demasiado tiempo en la misma postura, estiró las piernas que se le empezaban a dormir. Se golpeó los músculos para hacerlos reaccionar. Luan estaba sentado a su lado. No conversaban, el aire de tristeza los rodeaba como un manto pesado y helado.

—Todavía puedes arrepentirte —avisó Luan.

—Lo sé.

Luan tomó una inspiración temblorosa, le agarró las manos para que le prestase total atención.

—Nunca te he pedido nada.

—Dinero sí —intentó bromear Liú Tian.

—Por favor, necesito que te arrepientas. Puedes escapar solo.

—También haría esto por ti, Lu.

—Tian, por favor...

—No puedo vivir una vida repleta de arrepentimientos.

Pasó otra hora antes de que detectaran alguna actividad. Los portones de la vivienda se abrieron y salió un vehículo blindado. El general Gautier ya no estaba en casa.

—Son dos guardias que resguardan a Xiao Zhen cuando su padre se va —explicó Liú Tian como sino hubiese contado eso un millón de veces—. Uno resguarda el antejardín y el otro se mantiene por el costado, donde se ubica la oficina del general Gautier.

—Ya me lo explicaste, Tian.

Tomó aire.

—¿Estás listo, Lu?

Luan se colocó una boina cuadrillé que Liú Tian le había prestado, tenía un montón de periódicos bajo el brazo. Tian le tocó la mano una última vez antes de que Luan saliese de su escondite y comenzase a golpear con una rama las rejas de las casas.

—¡El periódico! —gritó.

Cuando llegó a la casa Gautier, tocó con más insistencia.

—¡El periódico! —repitió.

De manera disimulada, se agachó y miró por debajo de la puerta. Luego, lanzó el periódico por aquella rendija. Continuó entregando los periódicos en las viviendas del resto de la cuadra. Desapareció al doblar en la esquina. A los quince minutos, regresó donde se escondía Liú Tian. Se había quitado la boina y la chaqueta, cambiándose esta última por otra.

—Conté un guardia —explicó sin aliento—. El otro no se divisaba.

—¿Te fijaste bien? —preguntó nervioso.

El chico rompió una rama del arbusto y pasó el pie por la tierra para dejarla pareja. Hizo unos trazados rápidos, estaba confeccionando el plano de la vivienda.

—Uno estaba aquí, en una plataforma —contó—. Tiene un arma, vigila la puerta. El otro —apuntó un costado del plano donde se ubicaba la oficina del general— no estaba. Alcancé a comprobar de aquí hasta aquí —señaló los dos extremos frontales—, lo demás queda escondido por la posición de la casa.

Un guardia.

Eso era mejor de lo que habían planeado.

—Si solo hay un guardia, intentará no moverse de su posición —indicó Liú Tian.

Luan sacó una hoja amarilla que estaba en su bolsillo. Era un plano de la cuadra en la que estaban, en un círculo rojo se señalaba la casa Gautier.

—Por eso hay que ingresar por detrás —el dedo de Luan apuntó la casa vecina, justo la que se localizaba a los pies de la vivienda de Xiao Zhen—. Estuve estudiando todas estas casas para saber por cuál meternos, y esta es la mejor. Vive un ex funcionario de las fuerzas armadas, es un anciano. Una enfermera lo va a cuidar todos los días. Si nos metemos por su jardín, no se darán cuenta. Ya me colé el otro día y fue bastante fácil.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora