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Julio, 1979.

Liú Tian logró escuchar solo parte de la conversación, su mente divagando y regresando una y otra vez a ese momento en el pasillo de la universidad.

Maricón.

Se estremeció, el sudor frío recorrió su espalda ante la pura repulsión. La mirada de Xiao Zhen persistía en él. Le sonrió, las mejillas le dolieron. Luego desvió la mirada hacia Luan que también lo observaba con el entrecejo fruncido. Finalmente se centró en las chicas que se alistaban para marcharse junto a André, la conversación ya había terminado.

Cuando se largaron de las canchas dejándolo con la pelota a los pies de Xiao Zhen, Liú Tian fue hacia las bancas y se desplomó con las piernas débiles, las rodillas tan temblantes que no se creía capaz de soportar su propio peso. Xiao Zhen lo siguió de inmediato y se detuvo a un costado de él.

—Tian, ¿te sientes bien? —preguntó con voz preocupada.

Alzó la vista hacia él, el escalofrío le recorrió la piel. Debía verse como la mierda, porque Luan fruncía el ceño con el balón bajo la axila. Xiao Zhen estiró la mano y tocó su frente con cuidado, apartando esos mechones de cabello que se habían pegado a su piel por el sudor. Cerró los ojos unos instantes y recostó su mejilla caliente contra la palma helada.

—No dijiste nada en toda la reunión —reclamó Luan tras un rato.

—No me siento bien —admitió.

—¿Estás enfermo? —quiso saber Xiao Zhen tomando asiento a su lado. Su mano estaba apoyada en el muslo de Tian, se lo acariciaba con cuidado y cariño—. Estás sudando.

—Creo que me bajó la presión, no he comido en todo el día —mintió con demasiada facilidad.

¿Y no fue esa la cualidad por la que la organización lo invitó a unirse a ellos? Mentir. Liú Tian mentía mucho y con tanta naturalidad que algunas veces olvidaba si continuaba viviendo como Liú Tian o como ese otro Liú Tian que inventó para sobrevivir. Su calcomanía y su decalcomanía, ¿cuál era realmente su verdadero yo?

Con la caricia de Xiao Zhen llegando a su rodilla, se volteó hacia el chico.

—¿Podrías ir a comprarme algo para comer, Carlitos? No me siento bien.

Y Xiao Zhen quizás era demasiado manipulable.

Su novio se puso de pie de inmediato, agarró su billetera del bolso y se marchó.

Luan hizo rebotar la pelota una vez.

Y otra.

Y otra.

—¿Qué pasó? —inquirió de inmediato, el balón nuevamente en el piso en ese pum-pum-pum que parecía retumbar en su mente.

—Lu.

—¿Sí?

Estiró sus piernas entumecidas, el corazón yéndole tan rápido que le dolían las costillas.

—¿Crees que los chicos nos consigan los pasaportes?

Frunciendo el ceño, Luan se acercó a uno de los bolsos de Xiao Zhen para guardar la pelota.

—Ya los oíste, no harán nada hasta que Zhen entregue algo de información.

—¿Y crees que podamos confiar en ellos?

—¿Confiar en ellos? —cuestionó Luan con las manos en la cintura—. ¿A qué te refieres?

Bajó la mirada y se observó la punta de sus pies cubiertos por ese par de calcetines que realmente no eran aliados.

—¿Crees que ellos le hayan contado algo a alguien?

—¿Algo? ¿A alguien? ¿Puedes dar contexto, animal?

—Lu...

—¿Qué pasó?

Liú Tian tragó saliva.

—Creo que nos traicionaron.

—¿Por qué lo dices?

—Alguien sabe que soy gay —intentó sonreír para aligerar el ambiente—. Creo que estoy en peligro, Lu.

 Creo que estoy en peligro, Lu

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Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora