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Junio, 1979.

Mientras Liú Tian fingía escuchar a su mejor amigo hablar y hablar, y asentía de vez en cuando al notar que Luan tomaba aire para continuar con otra hilera de ideas inconexas, pensó en Xiao Zhen y en su rostro preocupado y angustiado al dejarlo esa mañana en la entrada de la universidad. El corazón volvió a encogérsele y comenzó a jugar con las cartas, haciéndolas girar en sus manos. La culpa le pesaba en el fondo del estómago y no lo dejaba concentrarse en su amigo ni en las fichas. Le estaba enseñando las reglas de gorrión a Luan, un juego de fichas chino que en la última década se había vuelto muy popular en la ciudad.

Al tomar una bocanada grande de aire y sacudir la cabeza para intentar continuar con su vida, Luan le habló con molestia.

—¿Me vas a decir de una buena vez qué mierda te sucede?

En respuesta, se sentó recto de inmediato.

—¿Qué dices? No me pasa nada.

Comprobó que la esclerótica de Luan estaba muy saludable cuando le pidió paciencia al cielo.

—¿Quién te entiende, Tian? Primero eras don drama porque ese idiota había terminado contigo, luego vuelven ¿y ahora solo suspiras? Estás tan tenso que yo me pongo tenso y eso no es bueno para mi gastritis. ¿Recuerdas cuando reprobé Anatomía I por segunda vez y tuve que ir a urgencia porque pensamos que me estaba muriendo, pero resultó ser mi colon irritable por el estrés? Así que dilo de una buena vez, ¿quieres? Porque mi estómago ya está burbujeando.

Tragó saliva, dejó las fichas en la mesa. Analizó el comedor, que estaba prácticamente vacío a esa hora.

—Él no lo entiende —susurró con tristeza.

—Sabes que no practico la clarividencia, ¿cierto?

Tomó aliento.

—Hoy Xiao Zhen me tomó de la mano, ¿sabes?

—¿Eso debería emocionarme?

—Y le dije lo lindo que sería que pudiésemos hacer eso siempre —continuó ignorando a su amigo.

—Sigo sin entender nada, ¿no te gustó que te tomase de la mano? ¿Le traspira o algo así?

—¡No es eso! —perdió algo de paciencia.

Luan lo miró un único instante y luego Tian había sido agarrado por el cuello. Su amigo le había hecho una llave por encima de la mesa y ahora su cabeza estaba siendo masacrada por un coscorrón.

—¡Me duele, Lu!

—¿Se te ordenaron ahora las ideas? —le preguntó soltándolo.

Cayó en su asiento con la nariz fruncida y tocándose el cabello.

—¿Por qué tienes que ser tan bruto?

—Me hiciste perder la paciencia.

—¿Tú tienes paciencia? Pensé que no habías llegado a la repartición de esa virtud.

—Tengo, tú te la llevas toda.

—Eso debería decirlo yo —musitó rencoroso, recogiendo las fichas del juego que habían caído al suelo.

Luan golpeó la mesa con impaciencia.

—¿Te vas a explicar de una buena vez? Solo entendí que él te tomó de la mano y tú le reclamaste.

—No le reclamé —refunfuñó Liú Tian—, no estás entendiendo. 

Su amigo se masajeó el puente de la nariz.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora