10. Constantino.

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10.

En la época antigua, campesinos y plebeyos se arrodillaban frente a reyes como si fueran enviados divinos, pero los tiempos habían cambiado, y un nuevo culto exigía nuevas tácticas.

Era por eso que no iba a encadenarme a una alianza con un rey que ni siquiera podía enfrentar a su propio parlamento.

Claro que mi padre, fiel a su ideal de aprovecharse de cuanto emblema encontrara para doblegar, no estaba conforme con esto, y entendí que así me lo haría saber cuando entró tras de mí al despacho.

──Padre, qué alegría que hayas vuelto tan pronto de tu viaje.

Giré para encontrarme con un par de fríos ojos lilas, y un revés con anillos de plata que cortó una línea en mi pómulo.

Hombre viejo, costumbres viejas.

──El rey Pristán estaba esperando que recobraras la sensatez para pedir la mano de su hija, mientras tú te paseas con esa salvaje por la habitación.

──Quizás nuestro querido rey olvidó la parte donde su hija dio por terminada la relación ──Enarqué una ceja──. Y viendo que tengo una nueva pareja, un matrimonio entre nosotros podría ser un problema.

Mi padre ignoró mi comentario, tampoco se sentó, por lo que decidí tampoco tomar asiento, no le dejaría creerse más superior de lo que ya lo hacía.

──No quieras pasarte de listo, Constantino.

Ahí estaba, obsesionado con aferrarse a líneas sanguíneas y tradiciones antiguas, ¿para qué quería yo ostentar de su apellido? Los Karravarath ya manejaban los laboratorios más grandes de la ciudad.

──¿De dónde la sacaste? ──La frialdad ardió en la mirada del viejo Eliseo Karravarath──. Apesta a humana.

──Porque lo es, decidí pasarla como mestiza para que veas que te tengo algo de consideración ──determiné──. Pero puedes ir ahí afuera y decirlo, mamá lo encontrará encantador.

Su rostro fue un espejo del mío, mis hermanos tenían el mismo cabello y ojos de mi familia materna, pero Feriza y yo compartíamos todos los rasgos de nuestro padre.

Piel mediterránea, cabello oscuro y ojos de un extraño lila, una mutación genética que nos señalaba como productos de laboratorio.

──Escucha, no me interesa cuántos tengas, sigues siendo mi hijo y respondes a mí, a mi apellido. Revisa la línea por la que caminas ──Inspiró con fuerza antes de acercarse, sostuvo mi rostro en sus manos, obligándome a mirarlo──. Sabes que eres mi heredero, Constantino.

No pude sostenerle la mirada por más tiempo.

──Padre.

Me escabullí de la frialdad de su toque, como si así pudiera huir de su discurso.

──Sabes que es así ──me persiguió con su necedad típica──, no puedo confiar en Cassiel porque sabes que siempre ha estado por su cuenta, Caín quemaría todo lo que construí solo por diversión y Cassio, él ni siquiera puede cuidar de sí mismo.

──Ni siquiera la mencionas.

Enarcó una ceja en mi dirección, como si no supiera de quien hablaba, como si no nombrarla pudiera borrarla de nuestra familia.

Daba igual, me fregué los ojos con cansancio.

──Tu hermano peleó con un salvaje en la universidad, el señor Lessar intervino para librar la situación, pero quiero que te asegures de que esto se mantenga en silencio.

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