35. Esen.

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35.

Cuando salimos del restaurante, el chófer ya nos esperaba otra vez para regresar a la mansión, pensé en volver ahí, a sus paredes, al inevitable encierro, y la idea me supo tan deprimente como para ir rezagada.

En Val Trael tampoco había luz, ni sol, ni mucho para diferenciar un lunes de un martes, pero con Seth y Freya vivíamos el día a día, nunca nada era igual; y estaba empezando a notar que necesitaba esos cambios.
La cotidianidad empezaba a agriarse para mí como una olla con comida que dejas tapada mucho tiempo.

Constantino tardó un momento en notar que había permanecido en el rellano de las escaleras, luego miró más allá de mí, su gesto decayendo como si reconociera al mismo demonio.

Giré para encontrarme con un hombre de traje americano, cabello azabache con raya al medio, de pómulos afilados y ojos azules contra su piel pálida, era muy parecido a un sueño, pero Constantino lo miró como si fuera la reencarnación de una pesadilla.

──Renagás ──se presentó y estiró su mano hacia mí──. ¿Usted es?

──Esen Harseth ──respondí su apretón de manos con la misma firmeza y seguridad──, pero no me trates de usted, tienes como cien años más que yo, seguramente.

Su risa grave fue un seductor ronroneo.

──Claro, tienes razón, Constantino y yo fuimos compañeros en la facultad de medicina, en un mundo bastante diferente a este.

Miré a mi novio falso con recelo.

──Vi que te postularás como ministro ──cortó Constantino, se colocó un paso delante de mí, haciendo de barrera──. Supongo que te felicito.

──Gracias, entiendo que Alina te lo dijo, siempre te gustó ser cercano al rey.

──Me gusta elegir bien mis lealtades, incluso así puedo equivocarme a veces. Vamos, Esen.

Constantino colocó su mano en mi cadera para guiarnos hasta el auto, apenas alcancé a despedir al hombre con un leve asentimiento.

──¿Qué ocurre? ──quise saber.

──Renagás fingió ser mi amigo y por otro lado se metió con mi hermana, usó a Feriza para ganar influencias ──explicó con recelo──. Es un bastardo sin códigos, solo lo mueve la ambición, no tienes nada que hacer cerca de él.

Estaba claro que esperaba que el afilado oído de Renagás le permitiera escuchar los cumplidos.

──Ya veo.

La verdad era que en su familia ─y el mismo Constantino─ parecían bastante propensos a guiarse más por la ambición que por buenos deseos, pero decirlo en voz alta sería probar demasiado la paciencia de mi novio falso, y la mía para lidiar con él.

Por otro lado, él era demasiado receloso y protector con su círculo, lo corroboraba con lo poco que Raizel me había contado de los Karravarath, estaba claro que su odio hacia Renagás iba más por ese lado.

──¿Y él por qué te odia? ──intenté, ante su mirada tuve que agregar──. No es difícil deducir.

──Eso no importa, él sabe por qué.

Trono de Cuervos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora