53. Esen.

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53.

Estaba junto a Seth cuando Constantino captó mi atención al otro lado de la sala, me disculpé un momento con él y el pelirrojo me despidió con una venia.

Dejé de lado sus excentricidades para seguir a mi novio falso.

Me guió hasta afuera, lejos del tumulto, a resguardo de las galerías de piedra, más allá de las columnas solo veía el profundo y oscuro jardín de la mansión.

Sonreí cuando estuvimos solos, contuve las ansias.

──¿Qué es?

Constantino vestía una camisa blanca y pantalones oscuros, lo que me hacía pensar que no tuvo tiempo de cambiarse después de la oficina, no más que para deshacerse del saco y corbata.

Quizás ocupó buena parte del tiempo en la fiesta.

──¿Qué esperas, amor?

Ya me lo dijo muchas veces y no debería emocionarme tanto como lo hacía, pero no pude evitar que el cosquilleo subiera por mi piel, no podía evitar sentirme atraída por su voz grave susurrandome en la oscuridad.
Me mordí los labios, esperando que mi rostro no me delatara.

Él retiró una pequeña cajita de terciopelo rojo de su bolsillo.

──¿Qué es? ──Mi voz salió en un hilo.

──Dame un beso y te lo daré.

Acepté el intercambio, disfrutando de sus labios suaves contra los míos, acalorada cuando deslizó su lengua dentro de mi boca.

Jadeé cuando nos separamos, sentí mis mejillas acaloradas y quise ocultarlo, pero él alzó mi mentón como si estuviera fascinado.

──Cierra los ojos.

Lo hice un momento, al abrirlos observé una delicada pulsera de oro a juego con mi collar.

Dudé en tomarla.

──Yo... me siento mal de que me regales estas cosas cuando yo no puedo darte nada.

──No lo hagas, te los doy porque quiero.

Asentí y él me abrazó mientras me ayudaba a colocarme la pulsera, besó el pulso en mi cuello al terminar.

No recordaba la última vez que había tenido un regalo de cumpleaños, en el Internado Raizel solía regalarme dibujos, pero éramos unas niñas entonces.

──Muchas gracias, por esto, y por haberte acordado o intentado... Es decir, por preguntar e importarte, gracias.

Pareció divertido por mi verborragia.

──De nada, Esen.

──Eres el mejor novio que tuve ──me burlé para relajar el ambiente──. Sea eso bueno o malo.

Le sonreí con mi encantadora ironía de siempre, pero él no respondió, quise darle un beso, pero Constantino alejó su rostro un momento.

──¿Qué ocurre?

──Esen, nosotros, sabes que no somos una pareja real, ¿cierto?

Trono de Cuervos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora