12. Esen | La razón de los salvajes.

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12.
LA RAZÓN DE
LOS SALVAJES.

Mientras sus hermanos invertían en las empresas Karravarath, Cassiel en la rama farmacéutica y Constantino comenzaba también a decantar por la esfera política, Caín era dueño de varios clubes a lo largo del distrito, entre los que se encontraba el Inferno.

El club estaba abarrotado para el momento en que llegamos, el lugar era una enorme caja de cristal, con vidrios espejados y luces rojizas rebotando contra estos, en todas direcciones, formando un vaivén hipnótico que parecía tener a todos en trance.

Contrario al folclore de los libros antiguos, los vampiros sí se reflejaban en los espejos, y lucían bastante orgullosos de eso.

El humo artificial se enredaba en el aire, mezclándose con el sudor y calor denso de los cuerpos.

Si así estaba para mí, no quería pensar cómo sería el olor para sus olfatos agudos, por el rostro de Constantino, nada bueno.

Ocupamos uno de los sectores reservados, que se trataba de una de las plataformas flotantes, circulares, que estaban a distintas escalas de altura por toda la pista.
Solo la más alta llegaba a un verdadero nivel de intimidad.
Los de la camioneta anterior ya habían llegado, los encontramos reunidos frente a unos cuantos tragos de variados colores y tamaños.

El ánimo en el círculo no parecía el mejor, con Cas envolviendo a Raizel, formando un escudo entre ella y los demás, como si alguna mirada de más pudiera herirlo en el sentimiento.

Por otro lado, Cavale ya no se veía por ningún lado y Caín, de pie sobre la mesa de vidrio, agitaba una botella de champagne como si pudiera reanimar la fiesta solo con eso.

──Al fin estamos todos ──exclamó──, Cassiel, baila para nosotros para animar un poco esto ──Un gran chorro explotó para salpicar la mesa y sus manos.

──¿Y si mejor tú haces un striptease para nosotros? ──Hebatjerin curvó una sonrisa perezosa.

──Cassiel, tu esposa me está acosando otra vez.

Pero él no pareció molestarse, premiándola con un beso en la mejilla.

Constantino rodó los ojos con su fastidio habitual.

──Hace demasiado calor aquí ──Se quejó mi adorable novio falso.

──No seas aburrido.

Él me lanzó una mirada oscura, acercándose para susurrar a mi oído.

──Iré con Cassiel por algo hasta la barra.

Me acerqué hasta ellos, ganando una mirada rápida y evaluativa de Caín, antes de tirar de Raizel hacia la pista, lejos de las garras de su novio.

Decidí que ese era un buen momento para dejar las cosas en claro.

──Lo conocí en una fiesta, en la casa donde trabajo de limpieza ──le mentí, decantándome por el formato telenovela──. Él se ensució la camisa y tuve que buscarle otra, desde ahí empezó a ir cada vez más seguido, hasta... esto.

Para el promedio altísimo que poseía en la universidad, y el hecho de que se trataba del recinto académico más importante de Alta Relisia, la forma en la que se tragó mis palabras fue casi adorable.

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