27. Esen | La ambrosía de los malditos.

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27.

LA AMBROSÍA
DE LOS MALDITOS.

Caín Karravarath era, a sorpresa de nadie, dueño de uno de los clubes más grandes y exclusivos de la ciudad.

El Olimpo quedaba en el corazón de Senylia, donde cada metro cuadrado valía una fortuna, los gigantes de fachadas negras brillaban en estruendosos tonos de violeta y lila, con la música zumbando en una fiesta infinita.

Ese era el lugar que había elegido también para celebrar su cumpleaños, uno pensaría que con la cantidad de siglos que vivían los vampiros, no encontrarían real afición en festejarlo cada año.

Pues pensaría mal, porque el club se encontraba a reventar por la celebración del tercer hijo de los Karravarath.

Caín tampoco había sido reservado a la hora del festejo, un buen tumulto de paparazzis esperaba en la improvisada alfombra violeta del club, listos para retratar a los invitados como si hubieran sido convocados para recibir un premio, y no para perderse de borrachos y terminar devolviendo el contenido de su estómago en una esquina.

Bueno, si ellos pudieran emborracharse.

Constantino se rehusó a detenerse para más fotos, quizás su tolerancia para el ojo público se había agotado por las siguientes tres décadas.

Nos guió directo a la entrada del club, sin detenerse con ningún flash.

Lo que era una lástima, porque yo tenía un vestido corto de malla metalizada, de escote recto y tiras, que bien merecía algunas buenas fotos.

Al entrar, dos tipos de seguridad nos guiaron a través de las alfombras moradas y luces bajas, el entorno íntimo como un choque contra lo apabullante de las cámaras.

──¿Y en qué inviertes además de la compañía de seguridad? ──le pregunté entonces.

Tenía sentido que Caín hubiera elegido un negocio como ese, no me sorprendería verlo manejar un casino.
Quizás el de Constantino se acoplaba a su personalidad de igual forma.

──Además de la compañía, tengo un negocio inmobiliario ──respondió──. Son torres en un nuevo asentamiento, nada tan extravagante… o atractivo como esto, supongo.

──¿En Senylia?

──Es un nuevo proyecto que estoy empezando, una ciudad por completo segura, una nueva Senylia, protegida de los furias y con mayores recursos ──se explayó un poco más.

──¿Tu ciudad? ──me burlé.

──Algo así, es un proyecto a largo plazo, igualmente.

Asentí, Constantino me sonrió con la cantidad justa de encantadora malicia, al parecer guardaba sus negocios con tanto recelo como Cancerbero.

Evité mirarlo, porque todavía no habíamos saldado nuestro percance, o porque el olor de su colonia me tenía a un pensamiento no racional de cerrar los ojos y marcar todo un camino de besos por su cuello.

Llevaba unos pantalones de vestir y camisa, ambos negros, como si fueran un conjunto nunca antes visto, él los lucía con la elegancia y estoica soberbia del mejor modelo.

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