CAPITULO 1. El día que llegó el futuro amante

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Meses atrás...

En la pulcra y ordenada habitación, una mujer de largo cabello blanco se encontraba de frente a una chica de cabello negro.

La primera limpiaba cuidadosamente una herida en la piel de la otra, mientras que la chica (apenas mayor de una adolescente) simplemente hacía gestos y veía trabajar a la médico Lee Seolhwa sin una sola queja a pesar del ardor causado por los productos del tratamiento.

-Hacia mucho tiempo que no tenía que curarte por esta clase de cosas, Jihye – comentó la mujer de pelo blanco –. No es propio de ti distraerte de ese modo durante los entrenamientos.

-Ya lo sé – se quejó la adolescente – ¡pero es que no pude evitarlo! ¡Soy la aprendiz del maestro y no la sirvienta de nadie! No puedo decirle nada a la emperatriz pero sus palabras estaban totalmente fuera de lugar.

-A decir verdad es extraño pensar en la emperatriz comportándose así con alguien, y más con alguien que tan evidentemente es un esclavo fugado...

-¿Esclavo figado? ¿Pasó algo que deba saber?

Quien interrumpía las palabras de la mujer era hombre de gran atractivo, porte imponente y un físico que delataba un entrenamiento riguroso.

Desde que iba entrando a la habitación resultaba evidente que regresaba de un largo entrenamiento físico a juzgar por el sudor que perlaba su cuerpo y por su respiración agitada. No obstante miraba a ambas mujeres con ojos agudos y aunque ellas trataron de disimular, el emperador Yoo Jonghyuk las conocía a ambas demasiado bien como para dejarse engañar.

-Pregunté si pasó algo – repitió cubriéndose con un abrigo negro de forma casual.

Y como si sólo hubiera estado esperando a que alguien le hiciera esa pregunta, la casi adolescente comenzó a hablar sin que nadie la pudiera parar.

-Pasa algo muy grave, maestro. ¡La emperatriz trajo a un chico mugriento al palacio!

-¿Un chico mugriento?

-¡Sí! Parece que le cayó en gracia porque lo hizo bañar, le dio un recorrido por los jardines del palacio y hasta por los campos de entrenamiento. Yo estaba practicando con mi espada en ese momento así que no es mi culpa que él se asustará de verme blandirla para despedazar a un maniquí, pero en lugar de decirle eso la emperatriz lo calmó diciéndole que la próxima vez yo sería más cuidadosa que además como yo formaría pronto parte de la guardia del palacio él no debía preocuparse porque pronto también lo protegería a él. ¿¡Puede creerlo, maestro!? ¿¡A él!? Yo sólo entreno para poder pelear a lado de usted pero...

-Jihye – interrumpió el hombre.

-¿Sí maestro?

-Cálmate.

-... Perdone.

-Ese sujeto era un hombre ciertamente atractivo – comentó Lee Seolhwa de forma distraída – su aspecto es bastante exótico sin ser desagradable y siendo sincera hasta podría decirse que es lindo. Por supuesto en nada se compara a usted, su majestad – añadió de último momento.

-¡Por supuesto que no se compara con el maestro! – Declaró Lee Jihye apasionadamente – El maestro podría romper montañas con sus manos si así lo quisiera mientras que ese sujeto es una ramita seca.

-Sin embargo, eso no evitó que la emperatriz se sintiera interesada por él ¿no? – insistió una vez más Seolhwa.

-Hablamos de la emperatriz – dijo el emperador con un tono que dejaba ver que estaba sorprendido, pero que tampoco era algo que le importara demasiado – cuando se trata de ella siempre es muy difícil adivinar por qué es que hace las cosas.

-¡Sí! Le preguntaba si estaba lastimado o si necesitaba comer algo. ¿Entienden? ¡La emperatriz preguntando a alguien si se encuentra bien! Pareciera que realmente le gustaba...

Lee Jihye cerró la boca y la cubrió con las manos tan pronto como se dio cuenta lo que había dicho, pero aunque el emperador Yoo Jonghyuk se mostró sorprendido por un momento, no tardó en recomponer su expresión.

-La vida afectuosa de la emperatriz no es mi problema – declaró finalmente con un tono cansado que dejaba en claro que no quería seguir hablando del tema.

-Sí... como usted diga, maestro.

-Iré a continuar con el entrenamiento. Jihye, si tus lesiones no son de gravedad espero que me alcances dentro de la próxima hora.

-¡Sí! Sí... así lo haré, maestro.

Mientras la adolescente hacía una reverencia exagerada Yoo Jonghyuk salió del lugar y aunque en su rostro no había ni un asomo de cualquier emoción sus manos estaban apretadas en puños.

Entonces, esa mujer fría que era Anna Croft finalmente había llegado a enamorarse de alguien ¿eh?

Si así había sido ese no era su problema, y tampoco tenía por qué sentirse mal al respecto. El suyo había sido un matrimonio arreglado y ninguno de los dos se había enamorado del otro aún a pesar de los años de convivencia; resultaba obvio entonces que algo como esto pasaría tarde o temprano... y sin embargo, ¿de entre todas las personas la emperatriz decidía fijar sus ojos en un simple "chico mugriento"?

A diferencia de otros nobles, a Yoo Jonghyuk un origen humilde no le parecía algo realmente trascendental o definitorio (su otro aprendiz Kim Namwoon era un huérfano recogido por una de las sirvientas del palacio) pero Anna Croft siempre había sido fanática de respetar las etiquetas y escuchar que había alguien por quien estaba dispuesta a dejarlas de lado era algo lo bastante impresionante en sí cuando el mismo Jonghyuk jamás había obtenido el visto bueno para permitir que Namwoon obtuviera el ascenso social que su destreza en combate le había merecido desde hacía mucho.

Así las cosas, el emperador regresó a los campos de entrenamiento convencido que el fuego que lo quemaba desde el interior era producto sólo de su orgullo herido y no de alguna clase de sentimiento de traición...

Después de todo, no tenía motivos para sentirse traicionado.

No podía sentirse traicionado cuando no albergaba por Anna Croft ninguna clase de sentimiento romántico y si en todos esos años de reinar juntos y de pasar sus noches en vela buscando siempre lo mejor para el reino él había llegado a pensar en ella como una compañera que nunca le daría la espalda ese había sido sólo su propio error.

****

Cuando más tarde ese día comenzó a correrse en el palacio el rumor de que el chico que había llegado con la emperatriz era en realidad un Dokkaebi fugitivo (y aclaremos en este punto que "Dokkaebi" es el término con el que en el reino se llamaba a las personas que por algún crimen son condenados a la esclavitud hasta que paguen su deuda), ni Lee Jihye ni Lee Seolhwa se sorprendieron de que los maniquís de entrenamiento terminaran reducidos a pedazos de astilla por la espada de Yoo Jonghyuk.

EMPERADOR SUPREMO DIVORCIADOWhere stories live. Discover now