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La primera vez que te vi supe que íbamos a terminar así.



Siempre aprecio la vista que regala la azotea de este lugar, es realmente hermoso. Ver los árboles, el cielo, las familias, los niños corriendo y riendo, oir a los pajaritos, sentir el aire golpear suavemente mi cara y correr por todo mi cuerpo, todo es relajante en este panorama y tengo que decir que soy afortunada por estar en este lugar, a pesar de las condiciones. Perdí la vista en unos pájaros que pasaron volando frente a mi llevando con ellos una maravillosa melodía que parecía haber sido ensayada antes de que alzaran el vuelo, por lo coordinada que era por lo armonizada que se escuchaba.

Aspire el aire fresco de abril mientras movía mis pies en el aire y tarareaba la melodía que habían traído los pajaritos hace apenas unos minutos. Escuché un grito y giré mi cabeza solo para encontrar a un chico a unos cuantos metros de mi, parado en la gruesa baranda de cemento en la que estoy sentada.

—Aiden por favor, baja de ahí —sollozó una mujer con las manos extendidas, alterada.
El chico no dio señales de haberla escuchado a pesar de la forma en que la miraba, la punta de sus talones estaban fuera de la baranda. Se iba a tirar.

Justo cuando encuentro la melodía correcta pasa esto. Me levante con cuidado, sintiendo la mirada de alguien comencé a caminar hacia el joven que estaba muy concentrado en aquella mujer y gracias a eso no me vio, me detuve a menos de un metro de el volviendo a sentarme como hace unos minutos. Muchas personas en situaciones similares suelen alterarse antes de hacerlo, no dejan que nadie se acerque y solo piensan en el descanso que tendrán, en lo feliz que serán, en lo libres que se volverán después de eso. Vaya error.

—¿Por que no te sientas? —vi como se movió un poco volteando su cabeza con rapidez hacia mi.

—Aiden por favor —repitió la mujer dando pequeños pasos, avanzando.

—S-si te vuelves a a-acercar....juro que me lanzare y la única responsable serás tú —su voz salio temblorosa por no decir que muy estrangulada. —¿Quién eres tu? ¿también planeas lanzarte? Venga, puedo darte una mano.

Me reí sin ganas. —¿No crees que es muy bonita? —le pregunté ignorando todos sus comentarios.

—La vida es una mierda, nada sale como deseas, nada funciona de la forma que esperas. Una jodida mierda, eso es.

—La vista es agradable, ¿no te gusta el paisaje?

—¿Estas loca o es que tu cerebro ya no funciona?

Volví a reírme con más ganas esta vez. Sentí un frío recorrer desde las plantas de pies hasta mi cabeza, no pude seguir sonriendo y me permití observarlo. Tenía unas grandes ojeras y su mirada carecía del brillo de la vida, estaba pálido y muy delgado. Me levante de un golpe tomando con fuerza su antebrazo.

—Hoy hay red velvet de postre, estoy segura que no quieres desaprovechar la oportunidad de probarlo. Es muy bueno —le guiñe un ojo y lo empujé con todas las fuerzas que mi cuerpo me pudo ofrecer para que cayera cerca de la mujer, varios enfermeros y un par de doctoras ya estaban cerca de el.

Baje con cuidado regresando donde me encontraba en un inicio, tome mis cuadernos y los guarde en el bolso café que suelo llevar siempre, me dirigí a las escaleras del lugar para salir de ahí cuando escuche mi nombre.

—Pollet —di media vuelta exhalando.

—Hola doctora Ormon —le ofrecí una sonrisa. Claro que ella debía estar ahí.

—Lo que acabas de hacer es algo muy peligroso y arriesgado, incluso para ti —se acerco hasta quedar frente a mi y arropó mis manos con las suyas, su calor se sentía agradable como siempre. —No puedes exponerte así, tampoco puedes interferir en estas situaciones y lo sabes. Esto pudo convertirse en una desgracia y no solo para el, también para ti.

Me quede pensando sin poder evitarlo, tal vez ella tenía razón o tal vez no, había intentado salvarlo de alguna manera porque al ver que la mirada de ese chico cargaba con determinación supe que lo haría, incluso lo esperaban, y lo hubiera hecho si yo no hubiera estado ahí. Comprenderlo me tomo un segundo el mismo que me tomo darme cuenta que estaba cerca. Otra vez me había encontrado.

—Lo siento —y de verdad lo hacía. Su mano subió hasta mi mejilla.

—No te preocupes. Ahora puedes continuar con tu camino —con su barbilla señalo la salida de la azotea. Asentí dando la vuelta para bajar las escaleras. —Pollet.

Giré mi cabeza. —¿Si?

—Gracias por ayudarlo. —volví a asentir y retomé mi bajada por las escaleras para luego tomar el ascensor. Me adentre y pique el número tres.

¿Aquel chico estará bien? ¿Que estaría pasando con él para haber tomado tal decisión? ¿Por que esta en este lugar? ¿Habrá estado mal interferir? No, estoy segura que no lo estaba, salvar una vida nunca es un infortunio pero ¿si al salvar esta vida otra era reclamada?

Negué, es mejor si olvido la escena de hace unos minutos, me irá mejor así. Tengo que ser precavida con esto.

—¿Vas a salir o dejo que cierre el elevador? —pestañee confundida, un señor que tenía su cabello blanquecino junto a el chico que supuse había hecho la pregunta esperaban que respondiera o bajara. Ese es mi piso, claro que tengo que bajar.

—Lo siento —susurré saliendo deprisa, mirando por un segundo a el chico que paso a mi lado. Puedo jurar que se parece al chico de la azotea, salvo que él no esta tan delgado y sus ojos son marrones, no azules.

De seguro el cansancio me esta afectando. Llegue a la habitación donde había permanecido los ultimos cuatro meses sintiéndome débil, los pies los comencé a arrastrar porque el dolor no me estaba dejando avanzar, y me tire boca abajo en la cama tratando de respirar con calma.

—Vamos, solo fue una coincidencia, mejor toma conciencia de esto Pollet —me gire y levante los pies dejándolos en el aire por varios segundos.

Generalmente eso me ayuda con el dolor y el hormigueo de los pies de lo contrario tengo que llamar a la doctora Ormon para que autorice una inyección contra el dolor, para luego terminar con exámenes que siempre dicen lo mismo, los resultados no cambian y no pueden decir con seguridad que es lo que me mantiene enferma a pesar de los agotadores análisis. Es complicado.

Después de varios minutos en los que pase en la misma posición el dolor cesó, no por completo, pero se volvio tolerable, tome el bolso y saque el cuaderno donde plasmo todo lo que veo y tal vez no quiera olvidar. No puedo recordar todo lo que he visto o tal vez mi cerebro bloquea rápido cualquier imagen, no me importa, busque un lápiz y comencé a trazar líneas sobre la blanca hoja, uniéndolas, dándoles forma. Lo que paso en la azotea no será fácil de olvidar pero se que lo haré, lo olvidaré, y dibujar a aquel chico sobre el papel me hará recordar por lo menos su expresión, lo que carga en él.

Una hora después termine, levante el cuaderno observando los ojos que estaban plasmados en el, al chico en si, no es que me considere la mejor en cuanto al arte pero lo hago de una forma moderada, según yo claro.

Mire el reloj que esta en la pared, encima de un armario de madera, las cinco y quince. Me levante de golpe, si llego tarde no alcanzaré ni una porción de el delicioso pastel que preparan hoy y es uno de mis favoritos.

Destinados a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora