🕰 21 🕰

14 7 1
                                    

Mi mamá solía decir que después de la tempestad siempre llega la calma.

«Después de la tempestad siempre llega la calma.»

¿Qué tan real puede ser eso?

Y si después de la tempestad no queda nada porque te lleva, te arrastra con ella y no te queda más que dejarte llevar porque si tratas de quedarte terminaras lastimada.

Y si después de la lluvia no queda más que dejarte mojar y ahogarte en la profundidad.

Y si después de los vientos te das cuenta que estas volando por los cielos porque no te supiste proteger.

¿Qué sucede cuando te das cuenta que no sobreviviste a la tormenta?

Porque me siento justo en medio de todo esto y sé que no sobreviviré porque al final de la tormenta, aquella tempestad me llevará sin piedad. Eso pasará. Terminará mi vida y sabré que desde antes que no pude hacer nada para evitar el fin.

¿Cómo es eso de que el final siempre es inevitable?

El fin no se puede evitar ni atrasar, siempre llega y a mi me llegará.

Que gran manera de iniciar un día más. Es lunes, el sol aún no se abre paso por el este; son las cuatro de la mañana y desperté de una pesadilla gritando y sudada. En aquel sueño alguien me ahorcaba con manos heladas y uñas afiladas, cuando desperté me cerciore de no quedar con marcas pero no sirvió de nada porque tengo las señas de las manos alrededor de mi cuello.

Así que luego de bañarme con lentitud decidí ponerme un suéter blanco de cuello alto y un calentador café y volví a la cama a pensar sobre mi realidad.

Esa realidad que me aplasta.

Tomé un cuaderno y un par de lápices más, los puse sobre la cama y empecé a trazar línea tras línea. No me gusta dibujarme a mi misma en estas hojas de papel porque siento que también desapareceré, siento que quedaré plasmada como una mala pesadilla que será desechada.

Por eso mismo solo elijo dibujar un largo cuello y luego me concentro en dibujar, sin permitirme olvidar los detalles, las manos delgadas y dedos alargados de aquella persona que me atormentó ahí. No sé cuanto tiempo pasa pero cuando terminé por completo el sol ya se esta asomando y los rayos amenazan con filtrarse por la ventana.

Mi ojos cayeron en el reloj que esta frente a mi pegado a la pared; las siete y veinte. El tiempo nunca se detiene ni espera por ti para avanzar, el sigue sin importarle si estas bien o mal. Que confuso es el tiempo se apresura en las buenas y se detiene en las malas y aún así avanza, contradictorio porque es loco pero en el reloj las manijas solo marcha hacia adelante ¿eso dice algo? Si, pero no lo entendí.

A las ocho y media ingresó una enferma para entregar mi desayuno y varias pastillas ordenadas dependiendo de la hora en la que debía tomarlas. Después del desayuno debía tomar varias y fue justo en ese momento cuando la doctora Ormon hizo su aparición.

—Buenos días Pollet ¿cómo te sientes hoy? —me sonrió abriendo por completo las cortinas. —¿Lista para ir a tu habitación?

No pude evitar dejar la cuchara en el plato y sonreírle también.

—¿Ya puedo regresar?

No me quiero hacer ilusiones pero mi habitación se siente más familiar que todas estas.

—Si, tus exámenes no han demostrado nada fuera de lo normal, bueno ya sabes. No hay cambios y todo parece seguir igual, sin avanzar para mal.

Volví a retomar mi desayuno asintiendo.

Destinados a serWhere stories live. Discover now