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Luego de pasar los siguientes tres días encerrada en mi habitación con medicación y descanso obligatorio decido que es suficiente, el encerramiento acabará conmigo. Todo por un maldito comentario que hice sobre todas estas enfermedades y que la doctora Ormon se tomó de manera muy real por lo que me hicieron mas análisis y exámenes para descartar una y otras cosas más.

Todo un calvario para mi, mis brazos piden ayuda de tantos pinchazos que han recibido y mi cuerpo se niega a recibir un medicamento más que este fuera de los que tomo diariamente. 

En estos días no he visto a ninguna de las dos personas que han hecho mis días mas llevaderos, y no hablo precisamente de mi papá y de mi hermana ya que de ellos no se más de lo que la doctora Ormon me cuenta cuando dice que habla con ellos y bueno no los culpo de nada pues sé que tienen una vida muy aparte de mi y también sé que no es nada fácil encerrarse en un hospital, hablo de Aleix y Ava. Debido a mi situación no he podido recibir visitas y bueno no me he sentido apta para recibirlas.

Una vez que llego al baño tomo una ducha y cepillo mis dientes a conciencia y con esmero, escojo ropa abrigada así que me visto con mucho cuidado pues a mi piel la sigo sintiendo algo irritada cuando tengo contacto con la ropa o algo más, así que trato de tener cuidado con eso. Seco mi cabello con la pequeña toalla blanca y luego lo dejo suelto para que se termine de secar al aire.

Coloco unas medias gruesas en mis pies, las zapatillas y listo. Ya puedo salir sin preocuparme mucho por el frío. Es sábado y para ser las diez de la mañana esta muy fresco el día por eso toda la ropa abrigada, con las filosas espinas congeladas que siento por todo mi cuerpo ya tengo suficiente.

Desayuné temprano, ya tomé las pastillas correspondientes y la doctora Ormon junto a la otra doctora, que no suelo recordar el nombre, me autorizaron esta salida señalando que un poco de aire "me vendrá bien". Así que solo lo agradecí y no lo pensé más. 

Una vez que he llegado a la azotea me permito recostarme en la pared mas cercana y tomar todo el aire que necesiten mis pulmones, no recuerdo que este camino sea tan cansado pero no importa. Camino hacia la baranda con lentitud y cuando llego a ésta me subo a ella teniendo cuidado, me siento y dejo que el aire acaricie mi rostro. Cierro los ojos dejándome llevar por el viento, por el sonido de las ramas y los árboles meciéndose, las risas y gritos de algunos niños y los pájaros que cantan volando.

De repente el frio deja de sentirse y soy consiente de como las espinas filosas desaparecen.

—Vaya, eres toda una aparición. Por un momento pensé que estaba soñando, esto es relajante.

Esa voz.

—¿Estás coqueteando conmigo? Si es así déjame decirte que estas exagerando —digo con diversión.

—Solo es la verdad —puedo imaginar la sonrisa torcida que de seguro tiene y puedo sentir la alegría con la que viene.

—Escucha eso —susurro y dejo pasar varios segundos de silencio. —El sonido del viento entre las ramas es mi sonido favorito, este es mi lugar favorito —admito con una sonrisa, abro los ojos y giro hacia mi izquierda que es donde esta él.

Hoy no viste de traje, más bien tiene algo informal. Un pantalón algo gastado pero que se ve bueno, una camisa cualquiera y botas de cinta, se ve bien. 

Creo que es la primera vez que me percato del olor, de su olor. Huele a limpio, a bosque y flores. —¿Qué perfume usas?

En el momento en que la pregunta deja mi boca me arrepiento totalmente de haberla pensado.

No lo hiciste. Dime que no.

Yo quisiera decir que no lo hice.

La risa que salió de él me hace ver que si lo dije. ¿Cómo desaparezco?

Destinados a serWhere stories live. Discover now