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Comencé a sentirme extraña de repente, aún no quiero irme aun así no luché cuando sentí como era tirada hacía una luz, los ojos; las ventanas del alma.

Abrí los ojos lentamente escuchando los pitidos de la máquina, varios cables del monitor estaban adheridos con parches a mi cuerpo, observe toda la habitación lentamente. No es mi habitación.

—Oh, ya despertó —giré lentamente hacia la enfermera, quiero agua. —Traeré a la doctora Ormon —y salió sin dejarme responder, no es que lo pudiera hacer igualmente, necesitaba pasar agua por mi garganta.

Me levanté con ayuda de mis codos. ¿Donde carajos hay agua?

—¿Como te sientes? —no escuché ingresar a la doctora Ormon, ni a las otras dos enfermeras.

—Sedienta —mi voz salió rasposa, tosí. —¿Cuantos días pasaron esta vez?

—Cinco —no me sorprendió. Se acercó revisando unos papeles para luego dárselos a una de las enfermeras. Tomó en sus manos un vaso de vidrio y lo llenó de agua con la jarra que estaba en una mesita.

Me acercó el vaso y bebí agua como si mi vida dependiera de ello.

—Despacio —volvió a servir más agua y esta vez si lo hice con más calma. —En esta ocasión no se utilizó la sonda gástrica, fue mejor hacer la alimentación por vía parental.

No respondí, pero lo imaginé cuando desperté y no tenía ese tubo metido en mi boca.

El agua si me ayudó, en definitiva es vida.

—Fue un episodio normal comparado con los demás —siguió hablando. El más corto de estos "episodios", como la doctora Ormon prefiere llamarlos, fue de tres días, y el más largo de quince. —Haremos unos análisis de sangre, análisis para descartar cualquier infección en los órganos y una exploración del cerebro para saber como sigue todo y si logramos dar con lo que te ocasiona estos tipos de coma no dudes en que te lo haremos saber de inmediato.

Sabía de más que no encontrarían nada, nunca lo han hecho. La primera vez que me pasó tenía siete, estaba caminado con mi hermana, riendo y jugando en un parque cuando vi a un niño cruzar la calle, iba persiguiendo a un gato y no se dio cuenta de los coches que pasaban por la carretera, no se dio cuenta del coche que presionaba el ruidoso claxon, y toda la escena ya estaba ilustrada lista para ser pasada.

Tanto asi que todo sucedió muy lento, dejé de escuchar los gritos, los sonidos y mis piernas comenzaron a moverse contra el tiempo, no sé en que momento comencé a correr, no sé que fue lo que me impulso a hacerlo, pero lo hice. Corrí, llegue hasta él y lo lancé, lo empuje hacía la acera.

Luego todo paso muy rápido, aquel niño que se veía un par de años mayor que yo y que no registraba lo que realmente acababa de suceder, estaba sano pero llorando porque el gato se había espantado y había huido, el coche si había logrado detenerse y yo estaba a punto de desmayarme. ¿En que estaba pensando con tan solo siete años? Aún no lo sé. Todo me dio vueltas y el sol que estaba en su punto más alto desapareció logrando con ello una oscuridad tremenda.

Lo entendí después, esa fue la primera vez que me condene.

Cuando desperté en aquel lugar comencé a llorar como nunca lo había hecho, fue la última vez que lo hice también. Recuerdo haber pensado que me habían abandonado, que se habían cansado de que siempre pasara enferma, que ya no querían cuidarme ni hacerce cargo de mi, que todos estaban agotados.

Pase casi dos horas en ese sitio y para cuando regresé a la realidad me enteré que pase quince días en estado de coma. Según habían dicho los doctores tuve una pequeña lesión cerebral traumática lo cual me había llevado a ese estado. No era así. Ese día, cuando desperté pasaron haciéndome exámenes y muchas preguntas debido a la "pesadilla" que había tenido y que conté, que sentí muy real y que me traté de convencer con tan solo siete años que no pasaba de un mal sueño, que no era real en realidad.

Destinados a serWhere stories live. Discover now