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Me encuentro cansada de tanto correr pero no puedo detenerme, no puedo porque una terrible oscuridad va arrasando con todo y si paro me consumirá, me arrastrará con ella junto a todo.

No sé en que clase de bosque estoy y no puedo detenerme a mirar. Los pies los siento lacerados y con cada paso que doy siento que algo se desgarra dentro de mi. Estoy cansada y mi respiración falla. Escucho el palpitar de mi corazón justo en mi oreja y siento que en cualquier momento se me saldrá por la boca.

¿Donde carajos estoy?

¿Que es todo esto?

¿Que es eso?

Odio la oscuridad, se lleva consigo cualquier rastro de luz y elimina lo que eras antes de ella. No me gusta, no por la ausencia de luz o algo similar sino porque no puedo ver quien esta ahí en realidad, no puedo ver quién se esconde, quién huye de su realidad y claridad.

—¿Me odias o me temes?

No me detuve al escuchar esa voz cantarina que erizo cada espacio de mi piel, un escalofrío me recorrió y me congeló la sangre en el acto pero no me detendré, no lo haré.

—¿Qué es lo que realmente quieres?

Luz, quiero un poco de luz.

Todo el gran bosque comenzó a reducirse, siento como la tierra se mueve y los árboles se acercan, no no no. Detesto los lugares cerrados, no me gusta, no me gusta.

—¿Qué más te desagrada Maisy?

Esa era la voz de mamá y así es como ella solía llamarme, pero sé que no es mamá la cosa que se esconde en la oscuridad y avanza con ella, eso no es mi mamá.

Las lágrimas salían sin control y no me permitían tener una buena visión del campo, me las limpie con ambas manos mientras seguía corriendo. No vi la raíz traicionera de un árbol y tropecé con ella, cayendo de lleno en la tierra.

Me quise levantar rápidamente a pesar del dolor que me causo intentarlo pero unas garras me tomaron de los pies, de los tobillos, llevándome de vuelta al suelo, me iban a sumergir a la oscuridad.

—¡No! ¡¡No por favor!! —grité tan fuerte que mi garganta ardió.

—¡No no no no! —solloce, traté de soltarme pero no podía. La oscuridad se acercaba y sentía el frío que salía de ella.

—¡No quiero morir! ¡Por favor, por favor!

Desperté agitada mirando para todos los lados, la pequeña lámpara a un lado de la cama que dejo encendida todas las noches y que tuve que pedir que trajeran de mi habitación, sigue ofreciendo su luz. Me levanté de la cama tratando de hacer que mi respiración fuese normal otra vez, miré el reloj; las cuatro y quince de la mañana, tome el porta sueros con una de mis manos y lo lleve conmigo. Tengo una intravenosa.

Ya en el baño me lave la cara pasando agua por ella varias veces, hasta que esa desagradable escena desapareciera. Se sintió tan real, tanto como las otras.

Revise mis tobillos y, como ya suponía y esperaba tengo moretones, como si alguien me hubiese agarrado tan fuerte en la vida real y no solo en una pesadilla. Suspire llevando mis ojos hasta mi reflejo en el espejo, parezco un fantasma. Sin nada que recibir, con poco que ofrecer.

Me veo fatal y no es que en algún momento haya estado mejor, o tal vez si.

La clavícula se puede ver fácilmente igual que la mayoría de mis huesos, me veo tan demacrada, tan triste, tan sin chiste. Estoy pálida, mis grises ojos no demuestran nada, reviso el par de moretones que tengo alrededor de los brazos, muy delgados, y sé que tengo otro par alrededor de la columna vertebral, aparecieron de la noche a la mañana sin ninguna explicación y aunque no duelen me molesta saberlos ahí, en mi cuerpo.

Destinados a serWhere stories live. Discover now