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Aidan Aleix Davis

Esperé junto a Aiden el ascensor, habíamos regresado por unas cosas que se le quedaron en la que fue su unidad el poco tiempo que estuvo en este hospital.

Las puertas se abrieron y un gemido salió de la boca de Aiden, al girar mi cabeza vi un cuerpo delgado dentro del ascensor y un cabello como el caramelo que ya conozco. Me acerqué rápido sin pensar mucho, levanté su cuerpo del suelo cargándola en mis brazos, sus manos cayeron laxas a un lado, esta helada y muy pálida, sus pequeños labios se encontraban sin color y su nariz roja en la punta.

—Aidan —la voz de mi hermano me hizo reaccionar para dejar de admirarla y pedir ayuda.

—Ingresa a su cuarto y presiona el botón rojo ¡Ahora Aiden! ¡Ahora! —levanté un poco la voz para que reaccionara al ver que se quedaba plantado. —¡Aiden ya!

Corrió a hacer justamente lo que le dije, aproveché para soplar su rostro y llamarla pero no reaccionaba, la angustia subía por mi estómago instalándose en medio de mi garganta.

—Pollet —susurré con la voz ida, el hecho de haberla encontrado así por segunda vez me esta dejando mal.

Caminé hasta su habitación después de que Aiden dijera que sería mejor si esperábamos ahí, la deje con mucho cuidado sobre el colchón y la cubrí con una manta al ver que su temperatura seguía bajando.

En un momento entro la doctora Ormon seguida de otra doctora y varias enfermeras que literalmente nos arrastraron hasta la salida mientras sacaban a Pollet en una camilla.

—Esperen esperen ¿Qué tiene? ¿Estará bien? —pregunté a una de ellas sin importarme la preocupación de mi voz. —¡Por una mierda! ¡Es la segunda vez!

—¿De que hablas? —giré hacia Aiden tomando en cuenta que él no sabe nada y de seguro no es el momento preciso para crear una escena.

—Lo siento, si usted no es familiar no se le puede otorgar información sobre la condición de la paciente —musitó una de ellas monótona.

—Quiero hablar con la doctora Ormon —exigí.

—Lo siento, pero ahora ella esta tratando de estabilizar a la paciente.

Me revolví el cabello con ambas manos, la primera vez llegue a pensar que era normal, que de seguro por el cansancio se había desmayado. Ahora ya no lo creo, no viéndola así por segunda vez, parecía ida, como si estuviera... muerta.

Eso me dejo estupefacto, recordar su cara pálida, sus manos laxas y su cuerpo yerto sobre el suelo.

—¿Estás bien? —musitó mi hermano pasmado.

—Yo... vamos te llevaré a casa.

—¿Y luego?

—Regresaré, necesito saber si esta bien.

—¿Te gusta, verdad? —preguntó una vez dentro del ascensor, decidí que sería mejor ir a casa porque por ahora dudo que me dejen entrar, no si no cuento como amigo ni familiar de ella.

—Le debo tu vida y siento respeto.

—Eso no responde mi pregunta.

Destinados a serWhere stories live. Discover now