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Llegue a la cafetería luego de tomar las pastillas y guardar los cuadernos en sus lugares, para mi buena suerte no hay muchos pacientes, ni visitantes. Me acerque mirando para todos lados asegurándome de no ser vista por ningún médico, en general a algunos de los pacientes de este hospital le impiden salir de sus habitaciones fuera de los horarios, si no es totalmente necesario, las reglas y eso.

Estoy entre uno de esos pacientes, no debo salir de la habitación en la cual me quedo a menos que sea totalmente necesario, este dentro de los horarios, tenga alguna cita o me lo autoricen, ya se, pero no es tan malo como lo parece.

—Tss... Margarita —hablé en voz baja, pero no tanto, para poder ser escuchada por aquella mujer que siempre me guardaba las mejores rebanadas.

—Veo que hoy vienes jugando a las escondidas —sonreí sin poder evitarlo al escuchar su tono cantarín. —El mejor pedazo de pastel siempre es para ti ya lo sabes.

Llegue a su lado mirando el pastel que cortaba cuidadosamente.

—Ese se ve mejor que el anterior, siempre se supera.

—Gracias Pollet —sonreí mirándola, tendría unos treinta y tantos, su cabello castaño siempre lo cargaba recogido en una alta coleta y encima tiene una malla fina negra, sus ojos negros siempre se mantienen brillantes, combinan con su piel a piñonada. Es muy bonita. -Seguido pienso en que cuando te vayas te echare mucho de menos.

Me tense al escuchar sus palabras "cuando te vayas" para mi eso tiene doble significado y doble resultado.

—Tendrás que venir a visitarme de vez en cuando o iré a visitarte yo —me dio un suave empujón logrando que me relajara un poco y olvidara eso de lo cual ella no estaba enterada. —Venga, se que te recuperarás y saldrás de aquí mejor de lo que llegaste.

Volví a empujarla suavemente tratando de sonreír.

—Ya se, cuando pase la echare de menos también.

Escuche su risa y me atreví a mirarla.

—Pero a lo que has venido, no queremos que te llamen la atención luego luego —la rebanada de pastel ya estaba envuelta cuidadosamente. —Toma, este si esta mejor que el anterior.

Ahora fui yo quien rió. —Muchas gracias Margarita.

Me guiño un ojo con la sonrisa aún en su cara.

—Anda, luego podemos seguir hablando.

Asentí y di media vuelta para regresar a la habitación. Tuve cuidado de no encontrarme con nadie para no ser descubierta, lo cual resultó fácil.

Cerré la puerta y deje el pastel encima de el pequeño escritorio que se encontraba a un lado, abrí la puerta del baño dispuesta a lavar y desinfectar mis manos pero choque con un cuerpo que no pude reconocer haciéndome tambalear y cuando creí que mi trasero se llevaría un gran golpe los brazos del intruso me sostuvieron.

—¿Que haces aquí?

Pestañee sin entender nada, me enderece alejando todo mi cuerpo de sus extrañas manos, su tacto es diferente.

—Yo debería hacer esa pregunta, esta es mi habitación —por así decirlo, lo es en ese momento.

—¿Que? Estas en la habitación de mi hermano —recalcó esas últimas palabras.

Fruncí el ceño, seguía sin entender. El chico que se encuentra frente a mi es el mismo que habló cuando me quede parada en el elevador. Ahora que se supone que quería de mi ¿Por que esta ahí?

Salí del baño sin pensármelo mucho, abrí la puerta y señale el número de la habitación con mi dedo índice, supuse que él me seguía.

—Es la veintiséis, es mi habitación —alzó una ceja estudiando la puerta para luego hacer lo mismo con toda la habitación. —¿Que haces aquí? ¿Quien eres?

Destinados a serOnde histórias criam vida. Descubra agora