Capitulo XXX: En Mil Pedazos

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Raell se levantó del suelo tambaleado y se secó las lágrimas, vi sus intenciones de salir de la casa y me interpuse.

—¿Piensas salir en ese estado? —le reclamé.

—No quiero estar aquí —sus palabras me dolieron—, no después de lo que te hice.

Negué la cabeza, —Eso no importa, es peligroso que salgas ebrio.

—Me vine así.

—Ya estás seguro en casa, es una locura que vuelvas a salir —quería que entrara en razón.

Me hizo a un lado y abrió la puerta principal, se hizo camino a la camioneta y desesperada fui tras él.

—¡¿Que haces Liz?! Vuelve a casa —exigió cuando lo alcancé.

—No entraré sin ti —me crucé de brazos.

—Vete Liz, no soy buena compañía en este momento.

—No me importa. Prometimos estar juntos hasta que nuestra luz deje de brillar ¿recuerdas?

—La mía esta dejando de brillar Liz —sus iris estaban tristes.

—¿Acaso crees que no sé? Este Raell frente a mí no es mi Raell brillante, pero mientras yo tenga luz no dejaré que entres en oscuridad.

Y eso lo había prometido. No lo dejaré solo cuando más me necesita.

Se quedó en silencio, luchando en su mente si hacerme caso de entrar o no.

—¿Estas segura que quieres venir conmigo?

—Prefiero que entremos a la casa, y nos quedemos en la cama descansando.

—Tenerte en mi cama justo ahora no es buena idea —dijo y todo mi ser se encendió.

Sé muy bien porque lo dice y la sola idea me produce espasmos. Porque el deseo fluye entre los dos desde hace tiempo.

Pero si queremos esperar hasta casarnos, entonces no era lo más sensato.

—No quiero que conduzcas así —volví hacer un intento para convencerlo.

—Adiós princesa.

Caminó hasta la puerta de piloto y se subió al carro, hice lo mismo en el asiento de copiloto para ir con él. No estaba jugando cuando dije que no lo dejaré solo.

—Liz anda a la casa.

—No —dije simplemente y suspiró, agotado por mi terquedad.

Pensé que se bajaría del auto pero en vez de eso lo encendió y comenzó a conducir. Sólo pude rogar a Dios que nada malo pasara.

—¿Adonde iremos? —pregunté para quitar el silencio abrumador que había entre los dos.

—A un lugar que visito cuando no estoy bien —respondió y el silencio volvió.

Miré por la ventana y las calles estaban poco concurridas, era de esperarse eran las tres de la madrugada. Nosotros también deberíamos estar durmiendo justo ahora, pero es lo que es.

Miraba a todos lados nerviosa, por alguna razón me sentía preocupada y sabía que no fue buena idea salir. Tenía una angustia continua y una punzada en el pecho desde que Raell me dijo que iba a salir.

—¿Liz? —oí su voz llamarme y lo miré—. Quiero que sepas que tu beso con mi hermano no...

Las palabras no terminaron de salir de su boca cuando sentimos un impacto aterrador en el auto. Grité de la sorpresa y sentí como si estuviésemos volando en el aire. No estábamos volando, pero si estábamos dando vueltas sin parar hasta que perdí el conocimiento...

Arriésgate Liz. Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon