Capitulo XXXVII: La Cizaña En Forma De Cuñado

15 4 12
                                    

El grupo de apoyo de la iglesia siempre organizaba reuniones entre semana, las mujeres (jóvenes y no tan jóvenes) traíamos alguna conocida para que escucharan los testimonios de alguna de nosotras.

Hoy me había tocado dirigir a mí, para hacer sentir bienvenidas a las invitadas. Estábamos todas reunidas en un parque, haciendo un picnic para no hacer la reunión tan monótona. También les pedí que trajeran una carta para sí mismas, donde escribieran algún tipo de motivación que quieran darse o para cerrar ciclos.

—Hola a todas, bienvenidas a ésta reunión —inicié de pie, mientras ellas estaban sentadas en la gravilla junto al mantel y la comida.

Todas me respondieron igual de amables.

» A nuestras invitadas siéntanse en total confianza, estamos aquí para conocernos y contar experiencias que nos ayuden a sanar heridas. ¿Cuántas hicieron la carta?

Pregunté y casi todas levantaron la mano. Sonreí complacida. Di inicio con una corta oración para poner este tiempo en manos de Dios y empezamos por presentarnos. Así las nuevas se sentirían en mayor confianza antes de leer la carta.

—Mi nombre es Liz, soy miembro de la iglesia desde hace pocos meses y me siento contenta de haber conocido a Dios —empecé amable, me gustó que todas estaban atentas osea que no lo estaba haciendo tan mal—: por ser la anfitriona, leeré primero mi carta y así ustedes ya estarán más tranquilas cuando les toque.

Saque el papel de mi bolso y parada frente a este grupo hermoso de mujeres fuertes, empecé a leer la carta que escribí para mi misma.

—Querida Liz, gracias por haber sido valiente en tus duras pruebas, por no quedarte donde tanto dolor sentías, por soltar todo aquello que te hacía daño. Por entender que cuando más oscuro vez el camino, nuevas fuerzas vienen a tu vida y te ayudan a continuar. Ahora te pido varias cosas:

» Ariesgate a vencer tus miedos,
A perdonar,
A sanar tus heridas,
A corregir tus errores,
A creer en el amor,
A soportar las adversidades con humildad,
A entender el amor tan grande que Dios te tiene,
A ser esforzada,
A entender lo valiosa que eres.
Arriesgate Liz, no te vas arrepentir.

Leí y sentí un grado de libertad inexplicable en mi interior, por fin me sentía en paz con Dios, conmigo misma y con los demás. Estaba ligera como una pluma y llena de felicidad. Se sentía como haber pedido un gran regalo desde hace mucho tiempo y por fin tenerlo en mis manos.

Era feliz, había entendido la esencia de la felicidad. Aún en mis duras pruebas había aprendido a tener paz, y todo fue cuando entendí que mi paz no viene de mi misma, ni de mi novio, ni de mi amigo, ni de lo que este viviendo a mi alrededor. Mi felicidad viene de Dios, por eso ya no me muevo por lo que estoy viviendo, sino por lo que a de venir en Jesús.

Cuando estuve en crisis con Raell, siempre me enfoqué en el problema, en lo que veía: el tirado en una cama sin esperanza. Hasta que entendí que su vida no dependía de mi, ni de esas máquinas que lo tenían conectado, su vida dependía de Dios, de su voluntad, cuando entendí que Dios hace como quiere y que debía aceptarlo pude tener confianza.

Cambié mi frase: ¿Por qué tuvo que pasarnos esto? A: que se haga tu voluntad Señor, pero ayúdame aceptarla con resignación y fortaleza.

Cúando por fin dejé de pelear una batalla que no podía ganar con mis fuerzas, vino Dios a mostrarme cuales eran las suyas. Y por mucho, más grandes que las mías.

Hoy puedo entender que no estoy sola, por lo tanto, no peleó sola mis batallas. Esa es la confianza y la fe que tengo que me hace vivir tranquila y era lo que quería enseñarles a este grupo de mujeres valientes que tenía frente a mí.

Arriésgate Liz. Where stories live. Discover now